EL SALTO, Dgo. (proceso.com.mx).- Con la promesa de apoyar a miles de jóvenes, campesinos y pequeños ejidatarios, en la intención de fortalecer el tejido social, el presidente Andrés Manuel López Obrador concluyó este domingo la gira que durante tres días realizó por el llamado Triángulo Dorado del Narcotráfico, frontera de los estados de Durango, Sinaloa y Chihuahua, en la Sierra Madre Occidental.
La última cita fue en la comunidad duranguense de El Salto, poblada de casas endebles levantadas en ladrillos con maderos y techos de lámina o teja que contrastan burlonamente con el nombre del municipio: Pueblo Nuevo.
Formalmente, las personas de la municipalidad viven de la industria maderera. Informalmente, son muchas las que escapan de las zonas más gélidas de la sierra –como ésta que lucha constantemente contra temperaturas bajo cero- para dedicarse al cultivo de enervantes.
Para el mitin se dispuso el estadio de béisbol Jesús S. Silos, espacio que si no fuera por sus dos disimuladas gradas parecería más bien un terreno baldío que constantemente se inunda.
Tras de sus bardas, entre puestos improvisados para vender mercadería con imágenes del presidente y de Morena, cientos de personas tuvieron que conformarse con oír las promesas del mandatario desde afuera.
Adentro, cuatro pantallas de leds y una mega carpa son la sensación de los más pequeños. Sonríen y saludan para las cámaras de televisión
La escena no deja de ser extraña. Es tierra inevitablemente priista.
“No nos queda de otra”, dice al reportero Consuelo Zúñiga, mujer frágil con las manos lastimadas por el trabajo y el paso de mucho tiempo.
Acompañada por María Silva, juntas para enterarse de los beneficios que les corresponden con el programa de apoyos para adultos mayores, habla de una esperanza en la que sus ojos no confían.
“A ver si, tal vez, ahora sí… Sufrimos de que aquí no hay trabajo. Calculan que sus gastos indispensables son alrededor de 3 mil pesos al mes.
Pancartas agradeciendo al gobernador del estado y otras dirigidas al presidente pidiéndole auxilio los esperan. De alguna se leen protestas por el retiro de subsidios a las estancias infantiles.
Más tarde se confirmaría: el mandatario de Durango, José Rosas Aispuro, dividió aplausos focalizados con largos abucheos e insultos que, como se ha vuelto usual, el presidente popular atajaría.
“El gobernador de Durango es buen gobernante”, lo defendió López Obrador, para finalmente hablar del anunciado programa: Sembrando Vida.
Para el “renacimiento” del campo, dijo el presidente informó que en Durango se invertirá 600 millones de pesos durante este año en beneficio directo de 10 mil campesinos. El plan para la región serrana, explicó, contempla la siembra de árboles en 50 mil hectáreas durante dos años para lo que se contrataría a los pequeños ejidatarios con salarios de cinco mil pesos mensuales.
También habló de un programa de créditos ganadero y del proyecto de una universidad en el corazón de la sierra.
“Así vamos a fortalecer el tejido social. Y a todos los jóvenes de pueblo nuevo les vamos a ofrecer empleo para que caminen por la senda de la dignidad y no de la ilegalidad. ¡Se les va a apoyar!”, lanzó eufórico al que todos conocen como AMLO.
Terminaron entre vivas, cantando el himno nacional. Lo vieron partir entre chispazos de las interminables fotografías que el presidente se deja tomar cada que llega o se marcha de un lugar. Lo detenían, sin un operativo de seguridad que lo impidiera, como los que esperan que una sola persona pueda cambiar su realidad.