CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En la muerte de más de 100 mil personas, producto de la guerra contra el crimen organizado, también tiene responsabilidad el gobierno y sus “brutales tácticas de asesinato”, acusó Sandra Ávila Beltrán, La Reina del Pacífico.
Al gobierno, afirmó, “a veces” no le conviene encarcelar testigos que podrían declarar contra algunos de sus funcionarios, y “a veces tiene que matar a la gente, porque no es conveniente encarcelar testigos que podrían declarar en contra de ellos”.
Sin titubeos, señaló que el número de muertos es producto no sólo de la competencia entre los cárteles sino también de “las brutales tácticas de asesinato del gobierno mexicano”.
Libre desde el pasado 7 de febrero y retirada del “negocio”, Ávila Beltrán concedió su primera entrevista, después de una década, al diario británico The Guardian, en la que habló, entre otros temas, de su relación con uno de los hermanos del fundador del Cártel de Guadalajara, Rafael Caro Quintero, y también del líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín El Chapo Guzmán.
Cuestionada sobre la segunda fuga del capo –en julio del año pasado—, su posterior reaprehensión y lo que pasaría si fuera extraditado a Estados Unidos, La Reina del Pacífico afirmó que lo primero no le sorprendió, pero la “hizo feliz”.
Y arremetió nuevamente contra el gobierno al afirmar que si El Chapo pudo fugarse por segunda vez fue porque “tiene que ser con la ayuda de los más altos niveles de gobierno.
“El sistema federal de prisiones es difícil. Para poder comprar ese sistema tiene que ser desde lo alto, no el director de una prisión. Ni los guardias. Tiene que ser a nivel del gabinete”, sostuvo.
Acabar con el narcotráfico y la estructura que lo mantiene, lo consideró casi imposible. Ni siquiera ve viable la legalización de la mariguana por la sencilla razón, dijo, que siempre habrá nuevas drogas listas para salir al mercado, capos dispuestos a seguir corriendo el riesgo de dedicarse al narcotráfico y gente a la que se puede comprar para que esta actividad sobreviva.
“El problema no es con aquellos que no pueden salir de los cárteles, sino con los que prefieren no hacerlo. Hay gente con un montón de dinero, pero que no se quieren salir porque esto es lo que les gusta hacer. Es como un piloto de Fórmula 1 que dice: ‘Me gusta la velocidad, me gusta correr’”, ejemplificó.
–¿Qué medida tomaría si fuera presidente de México y estuviera interesada en la erradicación de la violencia de las drogas?—preguntó el periodista Jonathan Franklin.
–En primer lugar hay que atacar la pobreza. La pobreza es la causa de la violencia. Usted comienza por ser un delincuente común y luego pasan a ser un delincuente violento (…) El tráfico de narco es un negocio que no ha sido legalizado. Es un negocio como el alcohol (durante la prohibición), que no era legal (…) En aquellos días, un vendedor de alcohol se consideraba una mala persona, pero cuando se legalizó, las personas que lo vendían se hicieron respetables. No veo que los vendedores de alcohol o tabaco se sienten culpables. Usted va a un restaurante y un bar y los propietarios no se siente culpables—respondió Ávila Beltrán.
Antes de finalizar la entrevista, el periodista le cuestionó sobre la serie que se estrenará en Estados Unidos La Reina del Sur, basada en la vida de una traficante de cocaína y que protagonizará la actriz mexicana Kate del Castillo.
Al respecto, se limitó a decir: “Aspiraciones wanabee de Hollywood que nunca penetrará en las verdaderas intrigas del mundo del narco.
“Ahh, pobre niña, luego te matan”, suspiró.
The Guardian destacó al final de la entrevista que “por hora parece que Ávila Beltrán ya no está dentro del juego”, pero está orgullosa de mantener todos sus contactos y relaciones. “A los 56 años, parece más interesada en la recuperación de la década perdida con su hijo, que está en sus finales de los 20”, subrayó el diario.
Su vida entre narcos
Ávila Beltrán nació el 11 de octubre de 1960 en Mexicali, Baja California, en una familia de contrabandistas de Sinaloa. Su tío es Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, uno de los grandes capos de la década de los 80, junto con Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo.
Vivió desapercibida en Guadalajara, Jalisco, y Hermosillo, Sonora, hasta que fue detenida cuando la policía encontró más de nueve toneladas de cocaína en un barco en el puerto Pacífico de Manzanillo, Colima. El hallazgo derivó en su detención el 28 de septiembre de 2007 y a partir de entonces que se convirtió en un personaje.
Se casó dos veces y en ambas ocasiones con comandantes de la policía antidrogas que llegaron a ser traficantes. Los dos fueron ultimados con cuchillo por la espalda a manos de asesinos a sueldo.
La policía atribuyó el ascenso de La Reina del Pacífico en el mundo de la droga a su físico pero más a su inteligencia para los negocios y a sus movimientos tranquilos similares a los de una reina de belleza.
Su tercera pareja también fue asesinada y ella misma escapó a un atentado, presuntamente organizado por uno de sus esposos.
En 2002, su hijo Luis Fuentes Ávila fue secuestrado, y para rescatarlo pidió ayuda a la Policía.
El 28 de septiembre de 2007, La Reina del Pacífico fue detenida en el Distrito Federal junto con su pareja sentimental Juan Diego Espinoza El Tigre, operador del cártel del Norte del Valle de Colombia.
El caso judicial más importante que se le imputó en México fue por el cargamento de 9.5 toneladas de cocaína aseguradas el 20 de diciembre de 2001 en el buque Macel, frente a las costas de Colima. Sin embargo, el 8 de agosto de 2011 el Tercer Tribunal Unitario Penal de la capital la absolvió en definitiva.
Tenía otro juicio en México por posesión de una pistola calibre .45 hallada en una caja de seguridad de un banco de Zapopan. En ese caso el Juzgado Séptimo de Distrito en Materia Penal la condenó a un año de prisión, pena que ya fue compurgada.
El 9 de agosto de 2012, fue extraditada a Estados Unidos donde la Corte Federal del Distrito Sur de Florida le inició juicio por asociación delictuosa, conspiración para poseer 100 kilos de cocaína con intención de distribuirla e importar diversos cargamentos de esa sustancia al país norteamericano.
Tras una negociación, Ávila Beltrán se declaró culpable de haber asistido económicamente a su novio El Tigre y fue condenada a 70 meses de prisión, mismos que cumplió el 20 de agosto de 2013. Ese día regresó deportada a México y fue internada de nuevo en el penal de Nayarit.
Finalmente, el 7 de febrero de este año un tribunal federal de Jalisco ordenó su libertad en el último juicio abierto que la Procuraduría General de la República (PGR) tenía en su contra, acusada de presunto lavado de dinero por más de 10 millones de pesos en dos seguros de vida y depósitos bancarios.