MÉXICO, D.F. (apro).- La deforestación, la tala ilegal y el cambio climático representan una seria amenaza para los bosques templados que ocupan 17% de la superficie total del país aproximadamente –unos 330 mil kilómetros--, y que albergan 50 de las 111 especies de pinos y 190 de las 460 especies de encinos existentes en el mundo.
Leopoldo Galicia Sarmiento, investigador del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM, y quien se ha dedicado a la identificación y valoración de los servicios ecosistémicos en esos entornos, dice que los bosques templados se localizan en las montañas de la Sierra Madre Oriental, la Sierra Madre Occidental y el Eje Neovolcánico, entre los mil 800 y cuatro mil metros de altitud.
De ellos, explica, proviene 90% de la producción maderera del país y de ese total, 90% corresponde a especies de pino y el restante 10% de encinos.
Pero, aclara que no sólo dan madera, también prestan otros servicios ecosistémicos de incalculable valor, por lo que resulta vital conservarlos.
Por ejemplo, comenta que captan el agua de lluvia, y, al dejar que escurra por sus laderas, aportan más de ese recurso y alimentan algunas de las presas más importantes del país.
Asimismo proveen de alimento –hongos y nueces—a gente que vive cerca; en ellos se encuentras 10 de las plantas medicinales más usadas en México, como el gordolobo y la uña de gato y también ayudan a evitar inundaciones y deslaves.
Si son deforestados y dejan de participar en la reducción de la intensidad de las lluvias, en la infiltración del agua y en el mantenimiento de la estructura del suelo, afirma Galicia Sarmiento, ocurren deslizamientos de tierra que sepultan asentamientos urbanos.
Los bosques templados, señala el investigador, sufren deforestación en beneficio de actividades agrícolas y ganaderas. Alrededor de 40% de las áreas agrícolas del país, dice, se han establecido a partir de la deforestación de éstos.
Otro riesgo es la falta de planes de manejo o extracción forestal para los bosques templados, pues de los 330 mil kilómetros cuadrados de territorio que cubren en el país, sólo 12% cuenta con ellos.
“Esto se traduce en un mal manejo forestal. En los bosques de Chiapas, por citar un caso, la gente sólo extrae pinos, lo que ha ido en detrimento de muchas especies de encinos”, refiere el especialista.
Otro riesgo más, lo representan las sequías originadas por el cambio climático, que ocasionan la mortalidad de los bosques y el surgimiento de incendios por el aumento de la temperatura.
Por si fuera poco, añade, existe tala ilegal lo que reduce la diversidad de especies, porque los taladores clandestinos realizan su labor con una absoluta falta de cuidado.
“Cortan los árboles más grandes y no son eficientes a la hora de trocearlos para sacar cortes de gran tamaño o calidad. Como su actividad es ilegal, la hacen al ahí se va”, lamenta.
Beneficios
Investigadores del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM han evaluado cómo los bosques templados del centro de México –Izta-Popo, La Malinche y Cofre de Perote—juegan un papel fundamental de detoxificación.
Filtran a nivel de la vegetación y suelo varias partículas contaminantes producidas en la Ciudad de México y reducen la cantidad de gases de efecto invernadero, en particular dióxido de carbono.
En general, dice Galicia Sarmiento, los ecosistemas terrestres arbolados intervienen en la captura de carbono de la atmósfera, por eso hay que seguir con la reforestación de áreas que permitan bajar ese carbono. “Una hectárea de bosque puede capturar hasta 250 toneladas de carbono en la parte de la vegetación y 200 o 300 en el suelo”, precisa.
Como servicios ecosistémicos recreativos, muchas de las zonas ecoturísticas y de las llamadas unidades de manejo para la conservación de la vida silvestre se encuentran en bosques templados, como los de La Marquesa y Río Frío, entre otros.
Para evitar su deterioro o peor aún, su pérdida, el académico afirma que es necesario implementar estrategias de manejo forestal: permisos, métodos y tecnologías de extracción, acordes con cada contexto. No es lo mismo, dice, Oaxaca que Michoacán o Chihuahua, los estados donde están las más grandes extensiones de bosques templados.
Otra es favorecer la regeneración de los bosques en su conjunto para que vuelvan a emerger de la mejor manera y diversificar las actividades.
“No hay que limitarnos a la extracción de madera, estos bosques pueden proveernos de otros productos como resinas y principios activos para medicamentos, por nombrar solamente dos”, refiere.
Es preciso además, sostiene, desarrollar “una auténtica industria forestal”, levantar viveros para que produzcan plantas y las distribuyan en el país, y poner en práctica métodos de conservación de semillas para manejo genético.
“Así, México podría convertirse en un reservorio genético de las distintas especies de pinos y encinos y vender o propagar semillas para que se reforesten bosques templados en otras naciones”, subraya.
Galicia Sarmiento sugiere además, hacer plantaciones forestales mixtas con tres, cuatro o cinco especies que produzcan mucha madera en pequeñas áreas.
“En éstas se produciría –de manera intensificada, con riego– grandes cantidades de madera en corto tiempo. El área de conservación se maximizaría y habría también zonas que darían cosechas menos intensivas y que permitirían a la gente que vive cerca de los bosques templados no sólo obtener madera, sino otro tipo de recursos forestales”, concluye.