Nahuas se aprestan a "liberar" del narco la costa michoacana
LIMITES JALISCO-MICHOACÁN (apro).- Grupos de autodefensa de la región costera de Michoacán, colindante con Jalisco y Colima, se aprestan a tomar en estos díasd varias comunidades, entre ellas las indígenas de Ostula, Coire y Pómaro, con el apoyo de comunitarios de Villa Victoria, Aquila, Chimicuila y Coalcomán.
Entrevistados por Apro, voceros de dichas agrupaciones refirieron que el pasado martes 4 representantes de las tres comunidades participaron en una Asamblea en la cabecera municipal de Aquila, a la cual asistieron integrantes de grupos de autodefensa de otros pueblos de Michoacán y elementos del Ejército, de la Marina y de la Policía Federal.
“Pedro”, un comunero de Ostula en exilio, que prepara su regreso para los próximos días (pide anonimato por seguridad), explica que “los soldados y la federal ya escucharon que toda la gente, incluidas autoridades comunales, están amenazadas… y todos estuvieron de acuerdo en que entren las autodefensas: ¡el cerro ya se prendió!”.
“Juan”, otro desplazado por la violencia en esta zona, comenta que el acuerdo fue avanzar en estos días para expulsar al crimen organizado de toda la costa nahua en Michoacán, “porque todo el municipio de Aquila, está sufriendo, no es un problema sólo de dos pueblos (Ostula y Coire). Estamos a punto de liberar el territorio”.
El caso de Ostula es emblemático para la historia de las autodefensas porque el 14 de junio de 2009 se emitió ahí una declaratoria del Congreso Nacional Indígena en la que se reivindica el derecho de los pueblos “de organizar su autodefensa del modo que consideren conveniente en tanto no atente contra el respeto de los derechos humanos, “por lo que la creación, en el marco de nuestra cultura y organización tradicional, de policías comunitarias, guardias comunales u otras formas organizativas comunales para la autodefensa indígena son legales, legítimas y, sobre todo, necesarias frente a la profunda corrupción y descomposición de las instancias encargadas de impartir justicia”.
Dos semanas después de la declaratoria, el 29 de junio de 2009, la comunidad recuperó parte de su territorio ancestral que estaba en manos de pequeños propietarios de La Placita; para ello reorganizaron su policía comunitaria, figura tradicional que existió hasta los años ochenta y que fue desarticulada por el Estado.
En 2010, la Marina y el Ejército entraron a la comunidad para desarmar a esta policía comunitaria. Desde entonces se intensificaron los asesinatos (31), las desapariciones (cinco) y las amenazas que obligaron a decenas de familias a abandonar sus tierras.
Ahora, son al menos 60 personas las que piensan integrarse a las acciones para recuperar el control sobre el territorio y así poder volver a su casa.
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Vida en el exilio
Antes de planear la recuperación del control territorio, de Ostula, “Pedro” y “Juan” permanecían escondidos en otro estado del país en espera de condiciones para volver a su hogar.
“Ya faltan días, primero Dios. Ya ir es otro decir. Ya estando allá, viendo a nuestra gente, se prende el cerro. Y si se levanta Ostula, Coire y Pómaro también van a relinchar”, piensa “Juan”.
Él fue uno de los más activos en las acciones para recuperar la tierra en 2009. Salió de Ostula hace casi cuatro años, luego de que lo intentaron asesinar, pero logró escapar por el cerro.
“Te imaginas, yo siempre dije que nunca emigraría a Estados Unidos, que nunca me iría de Ostula... Pero ya en esas apreturas, hasta mi familia se juntó y dijeron: ‘yo creo ora sí es necesidad’.
‘Para ustedes, pero para mí no, ¿a quién le debo? ¿Por qué me tengo que ir? A nadie le debo’, les dije”.
Tras su exilio comenzaron las ejecuciones. Él y otros tantos estorbaban para la masacre.
Luego de cuatro años de exilio, los comuneros han decidido regresar a su rancho porque la vida de ciudad “no es para uno, estamos sufriendo”: si tienes dinero comes, sino no. En Ostula, en cambio, no tiene que pagar renta, luz, teléfono ni alimentos: con la milpa tienen pa’ comer.
Pedro vive en otra ciudad y muchos amigos que conoció en la costa michoacana le ofrecen trabajo de cargador o empleado de alguna empresa, pero los ha rechazado porque no ha querido estar esclavizado por si hay alguna acción.
“Mejor me aguanto, conectado con mi gente, esperando a que prenda el cerro… cuando menos lo esperen les voy a hablar desde mi tierra, con ese orgullo”, dice.
Al ver cómo iban avanzando las autodefensas, los comuneros en el exilio pensaron que era la coyuntura para regresar a su rancho. Juan está seguro de que si regresan a territorio nahua, en dos tres meses regresan todos los desplazados. Piensa que si Dios lo dejó vivir, es por algo… “Nos tenemos que poner de pie con los criminales… yo sé que mi gente sí me está esperando, oigo rumores de que vamos a volver: la esperanza somos los de fuera”.
Hay un dicho en Ostula de que “al que capa se le olvida, pero al capado se le olvida madres”. A Juan y a Pedro les han matado a tíos, primos, hermanos, abuelos… y no se les olvida la estrategia de exterminio que ha sufrido su pueblo. Su resistencia es permanente: hay tiempos de silencio y momentos de irrupción.