La marcha del rechazo al "narcogobierno"
MÉXICO, D.F. (apro).- Liderada por los familiares de los normalistas desaparecidos y asesinados durante la noche del 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, la marcha que se llevó a cabo hoy en la Ciudad de México bajo el lema “Todos somos Ayotzinapa” reunió a miles de personas.
Más de 107 organizaciones habían convocado a asistir a la movilización, entre agrupaciones estudiantiles, defensores de derechos humanos, activistas cívicos y movimientos políticos.
Del Ángel de la Independencia hacia el Zócalo, las calles se llenaron de estudiantes, maestros y ciudadanos armados de carteles, en los cuales se podían leer mensajes de apoyo a los estudiantes de Ayotzinapa y de rechazo al gobierno, o bien se podía ver el emblemático mapa de México cubierto de un sinnúmero de cruces.
Amplias mantas, en las que aparecían las fotos y los nombres de los 43 estudiantes desaparecidos, abrían los cortejos de las escuelas normales rurales, todas presentes en el evento. “Narcogobierno, te los llevaste”, planteaba una de ellas.
“Tenemos fe en que nuestros familiares siguen de pie, que siguen vivos”, exhortó el padre de un estudiante desaparecido a través de un micrófono conectado a las grandes bocinas, instaladas encima del viejo autobús que abría la marcha.
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Cuando se escucha, en voz de los normalistas de Ayotzinapa, la consigna “Por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina”, cobra tanto sentido como las antiguas fórmulas de protesta callejera sobre el asesinato de estudiantes que datan de los años sesenta.
En la marcha de repudio #todossomosayotzinapa, son ellos quienes encabezan el contingente apenas detrás de las familias de los 43 jóvenes desaparecidos.
Su aspecto es grave, severo. No llevan la alegría de otros jóvenes en edad universitaria que hoy salieron a marchar del Ángel de la Independencia al Zócalo para exigir la localización con vida y justicia por los 43 estudiantes desaparecidos, además de los tres estudiantes muertos y en total las seis personas que perdieron la vida en un ataque policial el viernes 26 de septiembre.
Si aquí se grita “Aguirre, farsante, reprimes estudiantes”, lo dicen porque en los últimos cuatro años han sabido de represión como pocos.
No llevan seguridad ni parecen tener organizadores visibles, pero son disciplinados. Marchan de seis en fondo, ubicados por años y al menos los mayores, que cursan el cuarto año, supieron de la redada policial que en 2011 cobró la vida de dos de sus compañeros.
Eso marcó a José Ángel Sánchez, estudiante de cuarto año, quien comparte: “Nosotros sabemos y entendemos la historia de lucha de la Normal y nos sentimos orgullosos”.
Unos días antes de la cargada policial contra estudiantes que realizaban un boteo en Iguala, otros estudiantes fueron replegados por la Policía Federal. Y el 7 de enero pasado, dos jóvenes fueron atropellados.
Esos boteos, observa, es la forma en que los estudiantes suplen la omisión del Estado: los jóvenes del 26 de septiembre, por ejemplo, hacían una colecta para sus prácticas docentes que se realizan en comunidades apartadas y pobres, pero para las cuales el gobierno no les da dinero.
Un año antes, el 7 de mayo de 2013, José Ángel resistió un operativo de la policía estatal mientras realizaban un boteo para un festival de las madres en Tixtla. Ese día detuvieron a 26 jóvenes que, a pesar de haber salido horas después, conservaron un recuerdo de la policía de Ángel Aguirre Rivero:
Golpeados en el rostro y en la cabeza; y en los brazos, las brasas de cigarrillos dejaron una marca indeleble.
Francisco Cruz marcha también. Pertenece al último año de la generación que sufrió la represión de 2011. Para él, ser estudiante en Guerrero, es ser satanizado, vivir aterrorizado, y está convencido de que al gobierno no le gusta la conciencia social en los estudiantes.
“En Acapulco asesinaron a dos estudiantes de la Universidad de Guerrero”, recuerda.
También es consciente de la historia de Ayotzi. Sabe que los han acusado de guerrilleros, de vándalos, de conflictivos….
“Pueden acusarnos de lo que sea, pero no somos asesinos, como sí lo es Ángel Aguirre Guerrero”.
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Ausente, el SNTE
Una enorme lona roja cubre de acera a acera. Es portada por normalistas de…
–¿De qué normal vienen? –se le pregunta a uno de los que la cargan
–Hoy, todos somos Ayotzi –responde.
Esa idea es persistente y sólo es posible saber que están ahí si se les pregunta, las herederas de la tradición combativa de la Normal de Jiménez, Chihuahua; además, están los de una Normal de Aguascalientes, de Tabasco, de Veracruz, del Estado de México y de Oaxaca.
Flavio es uno de los jóvenes de la normal de Teposcolula, Oaxaca, que el 13 de septiembre fue desalojado junto con sus maestros miembros de la CNTE, del Zócalo capitalino. Hoy ha venido de nueva cuenta a recorrer las mismas calles, la misma plancha y a gritar las mismas consignas, pero esta vez en solidaridad con los normalistas de Ayotzi.
El 21 de marzo pasado, los normalistas oaxaqueños de Teposcolula, Tamazulapan y Tenería fueron reprimidos por la policía en Oaxaca capital. Ciento sesenta jóvenes estudiantes fueron encarcelados y, aunque al parecer están ahora libres de todo proceso, la memoria de la represión se sigue acumulando en su anecdotario.
“Ayotzi somos todos”, gritaron a su vez los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), puños hacia arriba. Están los miembros de la Uprez, cuyos dirigentes fueron encarcelados en 2013; están los de la SEI, que denuncian la pesquisa judicial que mantiene preso a Óscar Hernández Neri, fundador de escuelas populares en el Estado de México.
No está el SNTE.
Sobre las banquetas, la multitud aplaudió a los estudiantes y mostró claras señales de solidaridad. “¡Únanse!”, gritó un manifestante en la Alameda. “Hoy no, pero ¡convocan para la próxima!”, le contestó un señor vestido de traje.
“Ayotzi vive, la lucha sigue y sigue”, se adapta el grito zapatista.
Las primeras comitivas arribaron al Zócalo a las seis de la tarde. Se acomodaron como pudieron alrededor de las voluminosas carpas blancas que ocupan actualmente la plaza para escuchar a los integrantes que se sucedieron en el templete.
Terminaba de hablar el último de los oradores, cuando el último contingente, el Frente Oriente, apenas llegaba al Hemiciclo a Juárez. La columna, interminable, no alcanzaría a escuchar los testimonios de las familias de los estudiantes ausentes ni las de sus compañeros de estudios, ni las de las organizaciones sociales ni de los solidarios que se apersonaron.
Cuando está a punto de terminar la concentración, un “huélum…” resonó por Francisco I. Madero, pero el grito de batalla era indistinguible hasta el templete que, por lo demás, tampoco alcanzaba a llegar a los miles de participantes que se enfrascan en una “guerra consignas”, cantos de protesta y discursos individuales, cubriendo casi por completo el arroyo vehicular circundante al Zócalo.
Cuando los organizadores empiezan a bajar del templete, un integrante del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) no pierde oportunidad y toma la palabra. Sólo responden a sus consignas y a su arenga sus compañeros sindicalistas, mientras que un tumulto empieza abrirse paso entre la muchedumbre ubicada frente al Palacio del Ayuntamiento.
Ante la ausencia de policías, la marcha se había desarrollado sin incidentes ni violencia hasta que Cuauhtémoc Cárdenas, el “líder moral” del PRD, apareció entre la masa con la intención de subirse al templete. Mientras avanzaba, el tres veces candidato presidencial de la izquierda parlamentaria recibió insultos y proyectiles.
Bajo gritos de “gobierno asesino” y “traidor”, se desvió del camino hacia el templete, seguido por decenas de personas quienes le agredieron hasta que se subió a un carro, que arrancó y desapareció a toda velocidad.
El mensaje era claro y se expresó en un coro que mantuvo bajo ataque a lo largo de cuatro cuadras a Cárdenas –paradójicamente, hijo del presidente que fundó las normales rurales–, y que esta vez personificó el repudio contra el partido que habría fundado a finales de los ochenta y contra la clase política:
“Ni PRI, ni PAN ni PRD”.