Gloria Trevi: Quiero ser reivindicada

sábado, 6 de diciembre de 2014 · 11:47

El escándalo criminal más grande y confuso de la farándula mexicana en lo que va del presente siglo, el que mantuvo en prisión a la cantante Gloria Trevi y a su representante Sergio Andrade, es abordado por la escritora Sabina Berman en un trabajo de investigación que difiere de las publicaciones sensacionalistas sobre el caso. “Gloria me pidió que buscara una historia ‘clara y cierta’ de su vida” para que fuera contada en el guión de una película. Si bien el proyecto derrapó en zona resbaladiza al punto de provocar un distanciamiento entre ambas, tuvo como uno de sus resultados el libro Gloria. Una historia sobre la fama y la infamia, que la editorial Planeta acaba de poner en circulación. Con el permiso de la autora, se adelantan aquí fragmentos sustanciales del volumen.

gloria. (Del latín gloria). Reputación. Fama. Honor que resulta de las buenas acciones y grandes calidades.

Antónimos: Infamia. Mala fama.

MÉXICO, D.F. (Proceso).- La misma noche del concierto pospuesto por falta de público, conozco a Gloria en el hotel más chafa de avenida Reforma de la Ciudad de México.

Un hotel que ha sido decorado en verdes, rojos y dorados, probablemente por un arquitecto miope y su socio ciego, para lograr el maridaje entre el mal gusto y las ganas de ahorrar.

En una suit, Sara Soto, representante de Gloria, me explica cómo debe empezar la película.

Yo muevo mi oído al modo “fuera del lenguaje”, y escucho mejor su voz como una canción que me sopla al oído.

–Bla ble bli blo blu.

Luego llega Gloria.

Vaqueros negros, suéter de cuello de tortuga negro, el pelo rojizo reunido en la nuca, tacones altos y negros. Gina Lollobrigida a los 40 años. Realmente hermosa.

No habla. No sonríe. Se sienta frente a mí. Gira el rostro para mostrarme su perfil. No hablamos unos 5 minutos mientras Christian y Sara sí hablan entre sí.

De pronto le digo a Gloria que su historia es para mí una nube de confusiones. Sigue dándome el perfil.

Le digo que he leído el libro que escribió y también leído el que escribió su examiga Aline y he preguntado a otros periodistas y en lo único en que todos estamos de acuerdo es en que hay 100 versiones sobre qué le sucedió y una sola certeza: mucha gente mintió los hechos de su historia.

Sigue dándome el perfil. Le digo que sólo escribiré el guión si ella me cuenta desde cero la verdad. Entonces Gloria asiente, todavía de perfil.

Y yo le pregunto por qué quiere contar otra vez la historia de su descenso a la desgracia.

–Francamente, yo no la contaría –le confieso.

Y Christian, el productor de la película, abre la boca como si se asfixiara y me dice con el índice que no, que no siga. Gloria se gira para colocar su mirada en mis ojos.

–Quiero ser reivindicada –me dice.

Dice también:

–Quiero que esas confusiones se aclaren. Quiero que la gente sepa con claridad qué sucedió y que vuelva a tener fe en mí.

–Te voy a preguntar lo más incómodo –le replico yo. –Lo que más te duele. Me voy a meter en esos lugares que ni tú quieres recordar.

–Creo que eres una persona sensible –me dice despacio. –Por eso hasta hoy no había dado los derechos de mi vida. Por eso ahora los doy.

u u u

Me lo resume en números Claudia Zambrano, investigadora:

–Gloria Trevi alcanzó ratings en la televisión de 30 puntos. Ganó 10 discos de platino. Llenó estadios de 100 mil personas. Sus tres películas fueron, cada una en su año de emisión, las más vistas en Latinoamérica.

Luego, Gloria se retiró, desapareció de los escenarios, teniendo apenas 29 años.

Luego reapareció en las fotografías de los periódicos siendo conducida a una cárcel en la selva de Brasil. Cuatro años estuvo tras las rejas. Y por fin reemergió.

Fotos y videos lo consignan:

Para salir de la cárcel, Gloria se vistió un vestido blanco y escotado, descubierto de la espalda, idéntico al que usó Marilyn Monroe en su película más célebre, La comezón del séptimo año, se soltó el cabello, se subió a unos tacones de cinco centímetros.

Emergió de la sombra del umbral carcelario y mil flashes reventaron en sus ojos mientras las cámaras de televisión la enfocaban y probablemente ella se ajustaba a la certeza: volvía a ser vista por los millones.

Probablemente creyó que pronto dejaría de hablar ante los micrófonos que la rodearon y haría lo que mejor sabía hacer, cantar desde su corazón hasta el corazón de otros, para volver a hechizarlos.

Se equivocó.

Su imagen en las pantallas sin duda provocó alegrías en sus fans más devotos, pero en el gran público provocó algo distinto.

–Confusión –recuerda Claudia Zambrano.

–Y por momentos rabia –:Jorge Olguín, productor de televisión.

De nuevo Claudia:

–Como tantos más, yo había seguido el drama de Gloria desde la sala de mi casa, por la televisión. Había mirado atónita sus giros extraordinarios, sus revelaciones balzaquianas. Pero su salida de la cárcel me provocó una suerte de, ¿cómo llamarla?, de insatisfacción moral.

De nuevo Jorge:

–Exacto: una insatisfacción moral. No sabía a ciencia cierta por qué había caído a la cárcel ni por qué ahora resurgía; no entendía el aire triunfalista de ella ni la importancia que la televisión le concedía a su excarcelamiento; y sobre todo no sucedió lo que yo esperaba, un esclarecimiento de su responsabilidad.

Jorge otra vez:

–Para mí, Gloria saliendo de la cárcel en horario triple A, era la viva muestra que la Justicia no rige en México. El emblema de una sociedad donde el Bien y el Mal se confunden y la verdad nunca reina.

En su primera entrevista, con el periodista más visto de Latinoamérica en ese momento, Joaquín López Dóriga, Gloria en su vestido blanco de Marilyn, bromeó, lo llamó familiarmente:

–Teacher.

Pero Dóriga, sabedor del sentir popular, se cuidó de no aflojar el gesto duro.

Y lo peor: muchos la miraron sonreír y bromear para no querer verla otra vez.

Cuatro años luego de la transmisión de su salida de la cárcel en horario triple A, Gloria no podía medio llenar el pequeño Salón 21.

Jorge:

–Y aunque volvió a Televisa y volvieron sus fans a las rejas de la televisora, no eran los mismos fans de antes. Ni tan numerosos ni de capas sociales tan diversas. ¿Me explico? Eran jovencitos raros, desadaptados, marginales…

–Quiero ser reivindicada –me dijo Gloria, los ojos en mis ojos. –Quiero que esas confusiones (sobre mí) se aclaren. Quiero que la gente sepa con claridad qué sucedió y que vuelva a tener fe en mí.

u u u

–Hay un estudio que se hizo en la UNAM –me dice Gloria cuando le pregunto del dinero que acumuló–. Según ese estudio yo ingresé en las taquillas 80 millones de dólares.

–De dólares de los finales del siglo 20 –acoto yo.

Una cifra que parece probable si se considera que únicamente las tres películas que filma Gloria con Televisa ingresan 36 millones de dólares.

(–Voy a ver tus películas –le diré a Gloria al día siguiente.

–Por favor no –me ruega. –Son malísimas.

Con todo empiezo a verlas. Y puedo confirmarlo, son malísimas.)

Le pregunto a Gloria:

–Y de ese dinero que ingresaste durante ocho años, ¿cuánto te tocó a ti?

–Nada.

–No es cierto –se me escapa. Reformulo: –¿Cómo es posible eso, Gloria? ¿Dices que tú nunca viste el dinero?

–Ah no, sí lo vi. Enfrente de mí contaban millones, mesas repletas de billetes, como si fueran narcotraficantes. Ahí estaban todas (las jóvenes del harem) contando billetes, horas y horas.

–Y tú no decías, “Oigan, ¿me pasan por favor algunos billetes para comprarme unos zapatos?”.

–A mí no me interesaba comprarme ropa ni propiedades. Yo quería demostrarle a Sergio Andrade que no era por interés que estaba con él.

Me quedo boquiabierta. Cierro la boca para preguntar:

–¿Quieres decirme que los 80 y tantos millones de dólares se esfuman…?

Gloria está de pie contra la luz ámbar de una ventana. Dice:

–Se esfuman...

Clic.

La primera cinta agota su carrete. Cambio la cinta de la grabadora. Yo prendo otro cigarro, Gloria no.

Se queda de pie, en silencio, pensativa.

u u u

La salida del libro de Aline, La Gloria por el infierno, según esos relatos de las niñas, y contradiciendo lo narrado por Gloria a mí, sí fue un parteaguas en el harem.

“Sergio se puso muy nervioso”. “Decidió salir (de México) para evitar problemas legales”. “Nos envió (a cada una) a casa de sus papás para advertirles que venía un escándalo enorme y que no hicieran caso”.

“… nos mandó a romper todas las cartas de todas las muchachas que lo comprometieran, a Sergio, y que revelaran que efectivamente había golpes, castigos, etcétera, y (a destruir) además todas las hojas de las muchachas que se encontraban en distintas casas como en Playa Blanca… en Zihuatanejo…”. “Yo tenía que revisar todas las casas para que no hubiera documento que los comprometiera (a él y a Gloria)”.

Y a diferencia de lo que Gloria me narró, según esos testimonios ella sí estuvo al tanto del peligro que se avecinaba y de hecho participó en controlar su daño.

“… Gloria nos pedía (los documentos) para quemarlos en alguna carretera…” “… me acompañaban Gloria o Sonia… y en todas las casas encontramos documentos”. “En todas las casas encontramos… las cartas (que) eran lo mismo, parecían una copia, porque era la manera en que Sergio nos exigía que le escribiéramos, no podíamos escribirle lo que queríamos. Siempre teníamos que empezar: ‘Sergio quisiera hablar contigo y arreglar los problemas, con golpes o como tú digas’”.

Y en el exilio, lejos ya de cualquier mirada conocida, aislados en pequeños cuartos de hotel o departamentos estrechos, la tribu perdió los restos de lo benéfico que podía albergar.

“Sergio en el exilio se fue volviendo más irracional.”

“Desaparecieron las clases de música”. “A mí ya no me enseñó nada. Nada más trabajaba en lo que él decía, sin que me pagara ni nada”.

Igual que la música, desapareció el revestimiento romántico del sexo.

“Me forzó a tener sexo con él”. “Me violó”.

“Si decía ‘Vete a bañar’, quería decir que te bañaras y él te esperaba en su cuarto ya en calzoncillos.”

“Golpeaba a mi hermana y susurraba, porque estábamos en un hotel, que yo era una prostituta y que no iba a dejar de golpear a mi hermana (hasta que yo le jurara que no me iba a ir) y por lo tanto le dije que ya no me iba a ir. Me dijo entonces que se lo escribiera y se lo escribí pero no firmé te amo, ni esas cosas (que él exigía), y me dijo que hasta que no firmara que yo lo amaba no se iba a acabar lo que estaba pasando.”

“Decía que los bebés varones no debían vernos desnudas, se ponía celoso”. “Decía que nuestras hijas iban a ser sus novias cuando crecieran”.

Por fin, la sima de la historia de la Infamia, la historia B: un pequeño ser humano, la hija de Gloria y Sergio, Ana Dalai, tratado como desperdicio.

“(Sergio) Me dijo: ‘No te preocupes, ya Mary se encargó de quitarle las huellas digitales a la niña’. ‘La avientas, rápido, total ahí el agua corre y se va rápido. Si tienes opción de enterrarla, pues entiérrala, y si no, la tiras. Como ahí te quede más cómodo. Tú eliges’.”

“Ya eran como las 11 de la noche. No podía pensar en lo que yo quería hacer, sino en lo que él me había dicho. Lo tenía que hacer o me vendría un castigo muy grande.”

“En un momento en el camión alguien, un muchacho, se ofreció a cargar la bolsa deportiva verde, lo que agudizó el nerviosismo de la chica, que se negó”. “La tiré en el río. Eran mis órdenes”.

Soy una libertaria. Creo en el derecho de cada persona a vivir como desee y fuera de la mirada del ojo vigilante del Estado, mientras no dañe a sus prójimos. Por eso sí creo que la pederastia debe considerarse un crimen. Sobre todo lo creo luego de conocer las simas de esta historia oscura del harem.

La relación íntima entre un hombre adulto y una niña, o de cualquier adulto y cualquier niñ@, no es atroz por el contacto de los cuerpos desnudos, lo es por la inescapable ocurrencia de otro suceso: la posesión de la conciencia moral del menor.

“No podía ya pensar nada por mí misma. Te meten ideas y ya no sabes qué es lo bueno y lo malo. Crees que todo mundo es tu enemigo y ya no sabes ni cómo decir la verdad… Se apoderó de nuestra mente y criterio. Actuábamos solamente por instinto y temor.”

Palabras de Gloria en Con los ojos cerrados:

Le creo que la luna es de queso

y si él me diera otro beso

qué más da si me miente, yo

le creo, con los ojos cerrados

(…)

Con los ojos cerrados yo confío en él,

con los ojos cerrados yo le quiero creer,

yo le voy a creer.

“Todavía ahora, a veces hago algo, por ejemplo colocar una cosa en una mesa, y de pronto me aterro, creo que está ahí detrás de mí y va a castigarme porque puse la cosa en un lugar y no en otro, y que va a sacar una pistola y matarme.”

(El nombre de las relatoras de estos testimonios ha sido omitido para no exponerlas, otra vez, a la exhibición pública de su sufrimiento.)

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