José Mujica

Pepe Mujica, el presidente que nació de la tortura

Durante la elección presidencial de Uruguay que en 2009 encumbró a José Mujica -quien falleció hoy a los 89 años de edad-, Proceso documentó las andanzas del político, que transitó un encierro de 14 años de tortura por su actividad guerrillera durante la dictadura en su país. Por ser de relevancia en el actual contexto político, Proceso comparte con sus lectores el reportaje completo publicado en la edición 1726.
martes, 13 de mayo de 2025 · 14:50

URUGUAY (apro).-No pareciera tener un pasado guerrillero, un cuerpo torturado que lleva en la piel las cicatrices de 14 años de encierro y tortura y nueve balazos; más bien luce como un hombre de sonrisa fácil, andariego, sin complicaciones en el alma.

A menudo la pasión le arrebata el formalismo. Se reconoce “terco”. Un hombre de campo y de barro que vive en una pequeña granja en la periferia de Montevideo, ubicada en el barrio de su infancia, Paso de la Arena, en el kilómetro 12 de la avenida Luis Batlle Berres. De esas tierras adoptó una perra sin raza, amputada de su pata delantera izquierda, y la sencillez que lo acompañan.

A la muerte de Demetrio Mujica, su “viejo”, vivió una “pobreza digna” vendiendo pan casero, flores y verduras que sembraba con su madre, Lucy Cordano, a quien siempre vuelven sus recuerdos, dueña de su niñez. “Mis pantalones y zapatillas siempre estaban zurcidos y remendados, pero yo ni pensaba en eso”, contó en el libro El loco encanto de la sensatez, editado por Le Monde en 2005.

El tiempo no le ajustó la etiqueta. Sólo vistió de traje en dos ocasiones: para encontrarse con el presidente Lula da Silva; antes, para abrazar al comandante Fidel Castro.

Dice que se hizo anarquista a los 14 años. Habla de su sensibilidad social y su espíritu rebelde. Anda en una motoneta destartalada.

No acompaña el camino del odio, “ni aun hacia los que tuvieron bajezas sobre nosotros”, como cita a Mario Benedetti.

Un abrazo le encanta, dos lo conmueven, tres lo alegran, pero quinientos… “Quinientos te asustan, equivalen a una paliza. Porque todo tiene una medida. Sentís el peso de la gente”, recapitula en el texto de Le Monde.

A decir de las encuestas, hoy es el político más popular de Uruguay, probablemente el próximo presidente. De confirmarse, se convertiría en otro exguerrillero latinoamericano investido como mandatario, además de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, y Mauricio Funes, de El Salvador. Lo llaman El Pepe.

Rehén de la derecha

José Mujica fue fundador del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-T), en los sesenta. Con el alias Facundo, optó por pelear desde la clandestinidad. Distanciado por un adverbio de tiempo, recuerda la época violenta del gobierno de Jorge Pacheco (1967-1972) y la última dictadura militar (1973-1985). “El MLN inicialmente fue una alternativa de autodefensa a las agresiones de la derecha y un movimiento de apoyo a la clase obrera y la movilización de los cañeros de Bella Unión que lideraba Raúl Sendic”, recuerda.

“A principios de los setenta, el terrorismo de Estado era terrible; imposible pensar en una convivencia democrática”, dice a Proceso el analista Maximiliano Sánchez. En 1971, la fundación del Frente Amplio tomó el papel de brazo legal del MLN.

Estruendos que arrastra del pasado, las balas del Escuadrón de la Muerte (grupos militarizados clandestinos del Estado que, como parte del Plan Cóndor, infundían el terror a los subversivos: socialistas, comunistas, progresistas, estudiantes) no han cesado. “Son los mismos policías y militares, que por la mañana trabajan de uniforme, los que por la noche, ‘disfrazados’ de civiles, cometen las atrocidades que sus jefes en el gobierno, ahítos de referencias al respeto de las leyes de la democracia, no pueden admitir desde sus cargos oficiales, la tortura sistemática”.

Los tupamaros, como todos los que pensaban distinto, debían asumir que, desde ese momento, “los militares podían arrestar, torturar, matar y desaparecer sin dar cuentas a nadie”, según el historiador Samuel Blixen. A causa de su militancia, Mujica fue preso en 1970 y se fugó junto con otros 111 reclusos de la cárcel de Punta Carretas en septiembre de 1971. Fue recapturado en 1972 y permaneció en encierro hasta el fin de la dictadura.

Entre otros nueve dirigentes tupamaros, Mujica fue tomado como rehén en 1972 por el gobierno cívico-militar para ser ejecutado junto con ellos en caso de que su organización, el MLN-T, retomara las armas. Desde entonces, y hasta 1985, erraron por pozos, calabozos o “perreras”, espacios menores a 1.20 metros de altura. Continuamente torturado, entre tanta soledad, Mujica combatió y convivió con la locura.

Descubrió que las hormigas gritan “si se las pone al lado de la oreja”. Llegó a tener ranas por mascotas. “Le ponía un vasito y se bañaban. Y unas ratas que venían a las dos de la mañana a comer pan”, cuenta a golpes de pasado en su sitio oficial de internet. Sólo leía los pedazos de diario que le confinaban como papel sanitario. Para beber, recurrentemente, reciclaba la orina. Sentía que de día y de noche lo espiaban:

“Estábamos todos desquiciados. Éramos polvorita para la represión. Nosotros nos sentíamos locos, estábamos mal de los nervios, nos costaba tener una posición serena. Pero el Bebe Sendic siempre nos decía: ‘ellos (los represores) están más locos que nosotros’”.

Raúl Sendic publicó en México Reflexiones sobre política económica, en los ochenta. En el prólogo, Mario Benedetti escribió sobre los rehenes. “A mí simplemente me asombra el hecho de que un ser humano pueda sobreponerse al resentimiento, a la tentación del odio, a la frustración, al descalabro político, al aislamiento de la familia, al silencio obligatorio”.

El exguerrillero piensa que se aprende más de la adversidad que de la bonanza, que la experiencia viene del dolor: “No tengo dudas. Mi discurso es hijo de los más de 10 años que pasé solo dentro de una pieza. Si no hubiera vivido esa experiencia de tremenda soledad, yo no sería quien soy. Mirá qué barbaridad te estoy diciendo. Y eso que no tengo alma de santo. Lo que me comí fue por falta de velocidad. Porque me agarraron. Me la jugué y perdí. Mala suerte”, narra en su biografía La vida y lucha de un idealista enamorado de la justicia social.

En 1985, con el país vuelto a la democracia, obtuvo su libertad por la ley N° 15.737 que decretó la amnistía de todos los delitos políticos, comunes y militares conexos con éstos, cometidos a partir del 1 de enero de 1962, que de paso exoneró a los sátrapas de la dictadura y continúa vigente hoy.

“A los tres o cuatro días de salir de la cárcel, dije un discurso en el que afirmé que no creía en ninguna forma de justicia humana. Hasta hoy lo creo. Me dijeron de todo. Creo que el ser humano, para poder convivir en sociedad, tuvo que inventar la justicia. Tengo que cargar con eso (el encierro) como una mochila, una cicatriz, como si uno hubiera tenido un accidente, una enfermedad”, dijo en entrevista a La Nación el pasado 13 de septiembre.

Segunda vuelta

Mujica, quien se impuso en las elecciones primarias con 47.5% de los votos, dispu?tará la segunda vuelta este domingo 29 con el candidato del Partido Nacionalista, el expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995), a quien superó por 17 puntos porcentuales y quien cuenta con el apoyo del Partido Colorado, que lanzó como candidato a Pedro Bordaberry, hijo del exdictador autogolpista Juan María Bordaberry (1973-1976), preso por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante su régimen.

Con el hipotético triunfo de José Mujica, el Frente Amplio conseguiría la continuidad del primer mandato de un partido de izquierda en la historia uruguaya, hasta hoy conducido por Tabaré Vázquez, quien, con 71% de aprobación, se convirtió en el presidente más popular del país.

Encuestadores, analistas y politólogos coinciden en que las preferencias para la segunda vuelta electoral son para el Frente Amplio. El 25 de noviembre, Interconsult registró que 49.6% de los encuestados votarían por José Mujica, 42.5% por Luis Alberto Lacalle, 4.5% estarían indecisos y el abstencionismo alcanzaría 3.8%.

El pasado 26 de noviembre, la consultora Cifra publicó la última encuesta previa a la jornada electoral: 51% favorece a Mujica, con un margen de seis puntos porcentuales sobre Lacalle. Un sondeo realizado por la empresa Mori da ventaja a los frenteamplistas con 50.9% y 43.8% para la oposición, mientras que Fáctum otorga 50-42 en el mismo sentido.

En entrevista con el diario La República, en su edición del pasado jueves 26, Luis Eduardo González, director de Cifra, declaró: “Salvo acontecimientos extremadamente impredecibles de indudable magnitud, José Mujica será el próximo presidente de los uruguayos”.

El analista político Adolfo Gracé pronostica que “la mitad del electorado independiente votará por Mujica, lo mismo que una parte de los colorados”, y que las posibilidades de que Luis A. Lacalle sea presidente de la República “tienden a cero”, según le dijo al mismo diario el 10 de noviembre. Señaló que su lógica responde a que “si el Partido Nacional y el Colorado suman todos sus votos, Lacalle quedaría dos puntos porcentuales por debajo de la fórmula presidencial frenteamplista, conformada por José Mujica y Danilo Astori”.

El también exministro de Agricultura Mujica, que simboliza el personaje heroico de la izquierda latinoamericana, tiene como modelo a seguir al presidente brasileño Lula da Silva. Así lo escribió en su sitio de internet: “Lula no ha hecho ninguna revolución, pero sacó a 50 millones de personas que estaban sumidas en la indigencia y les dio dignidad y esperanza”.

Se desmarca de la política de izquierda del presidente de Venezuela, Hugo Chávez: “Como Chávez está sentado en un barril de petróleo, se puede permitir unos lujos que Dios me libre. Yo no voy a expropiar”, afirmó. “Fidel es otra cosa. Un sabio”.

Polémica sobre su pasado

Crispado el país, Mujica ha sido objeto de una campaña de “miedo”, focalizada en su pasado escrito en tinta roja, explica a Proceso el analista político Maximiliano Sánchez. Añade: “Un amplio sector de la población uruguaya, aun desde la izquierda, es renuente a votar a un exguerrillero. Mujica barrió en las primarias. La diferencia ahora es que compite no contra otro candidato, sino contra todos lo que a él no lo quieren en el poder”.

La campaña en su contra ha sido desen?frenada, relató el 21 de octubre, a cuatro días de las primarias, la edición virtual de la BBC en español: “Mujica es un extupamaro que protagonizó incidentes violentos en los años previos al golpe militar de 1973. Su estilo es informal, habla con lenguaje coloquial y vulgar, ocasionalmente soez”.

El periodista Samuel Blixen describe el escenario recurrente de Mujica sobre el pasado tupamaro y la lucha armada: “El Pepe repite lo mismo que ha dicho desde el 14 de marzo de 1985”; desde entonces lo embate ese cuestionamiento. Según el escritor, la respuesta, en cualquier variación, es anecdótica. “La pregunta en sí ya es descalificadora, porque refuerza la intención original: la lucha armada es mala palabra, lo mismo que resistencia, revolución, guerrilla. Todo el que sea relacionado con la palabra sidosa será automáticamente sospechoso, alborotador, peligroso”. En su texto, el autor es confrontador: “¿Acaso usted, sensato, conciliador uruguayo, desea retornar a esas épocas de terror?”.

No importa que en 24 años los tupamaros no violaran siquiera normas de tránsito, que el MLN se haya convertido en un partido más de izquierda. Nada parece haber cambiado en 36 años: el país se desangra de la misma manera, hundiendo a la sociedad, cada vez más, en el abismo de la desigualdad; los mismos que ayer desplegaban la dictadura legal para defender sus privilegios, hoy pontifican con el globalismo pragmático.

El periodista cubano Carlos Montaner, en la columna que publicó el 3 de noviembre para el portal de CNN, vinculó al candidato del Frente Amplio con la organización terrorista vasca ETA: “Aunque el señor Mujica no quiera que se hable, durante mucho tiempo la ETA y los Tupamaros –de donde proviene el señor Mujica– tuvieron una relación fraternal y se prestaron servicios mutuamente”. Según Montaner, Mujica abogó en contra de la extradición de miembros de ETA en 1994.

El candidato nacionalista, el expresidente Luis Alberto Lacalle, ha señalado a Mujica por haber tomado las armas contra un gobierno aún “democrático” a principios de los setenta, y de haber asesinado él mismo a algunos de sus “enemigos”.

De sus años como guerrillero, Mujica lamenta una cosa por sobre todas las cosas. “De lo que más me tengo que arrepentir de la lucha armada es de que este pueblo se comió 16 años de dictadura, y no la pudimos sacar a patadas. Ahí fallé como militante”, relata en su sitio de internet.

Lugar común para descalificar a los candidatos de izquierda latinoamericanos, Mujica enfrenta la calle como portador de un “virus tenebroso”, el populismo, lo que él, en más de un sentido, entiende como un halago. En su blog Pepe tal cual es, replica:

“Dicen ‘populismo’ en el sentido que está asociado a políticos más bien baratos, que consiguen votos prometiéndoles el paraíso a los pobres y, una vez en el poder, usan el Estado para regalarles un tiempito de prosperidad mentirosa. Ese ‘populismo’ es frívolo, cortoplacista y orientado al poder por el poder mismo: le importa un comino el destino de la gente. Nosotros no usamos a los pobres. Pero que tampoco crean que nos van a correr agitando la palabrita y que vamos a renunciar a empujar en dirección a una sociedad solidaria.”

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