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Del bosque al volante: cómo el cuero italiano de lujo proviene de tierras arrasadas en Paraguay

En 2020 y 2021, investigaciones de la ONG Earthsight revelaron que empresas automovilísticas europeas de autos de lujo le compraban a curtiembres italianas cueros paraguayos para los tapizados de sus vehículos. 
miércoles, 11 de diciembre de 2024 · 10:56

CIUDAD DE MÉXICO (France24).- A pesar de denuncias previas, la industria automotriz europea sigue utilizando cuero proveniente de Paraguay, donde la producción está vinculada a la usurpación de territorios indígenas y a la mayor tasa de deforestación del mundo. Esta investigación expone esas conexiones. 

En Paraguay hay más de trece millones de vacas, el doble que habitantes. La mitad de esas vacas están en el Chaco, en una zona declarada Reserva de la Biosfera por las Naciones Unidas. Para criarlas están talando bosques a una velocidad mayor que en cualquier otro lugar del mundo: 279.000 hectáreas al año, el equivalente a más de 380 campos de fútbol cada día. 

Solo en lo que va de este siglo, Paraguay perdió una tercera parte de sus bosques, 5,2 millones de hectáreas: como si se despejara por completo una zona dos veces más grande que Suiza. 

En 2020 y 2021, investigaciones de la ONG Earthsight revelaron que empresas automovilísticas europeas de autos de lujo le compraban a curtiembres italianas cueros paraguayos para los tapizados de sus vehículos. 

A su vez, esas curtiembres italianas les compraban el cuero a compañías paraguayas implicadas en la deforestación masiva e ilegal en este territorio indígena Ayoreo en el Gran Chaco. Tres años después nada sustancial ha cambiado. 

Tierra en disputa 

En estas inmensas tierras calurosas y amarronadas, que abarcan casi el 60% del territorio nacional, viven cerca de 200.000 personas, distribuidas entre 13 comunidades indígenas y tres colonias menonitas. 

A mediados del siglo XX se comenzó a cultivar algodón y, más recientemente, soja con semillas modificadas para resistir el estrés hídrico, –la sequía en esta región ha alcanzado niveles críticos este 2024, con reservas totalmente secas o al 10% de su capacidad–. 

Bajo este territorio de casi 250.000 kilómetros cuadrados —equivalente en tamaño a Reino Unido—, se habla de la exploración de yacimientos de petróleo, gas y litio. 

Y en las tres ciudades más grandes, las cooperativas menonitas gestionan empresas cárnicas y plantas procesadoras de cuero, donde, cada día, decenas de camiones transportan estas pieles a través de la Ruta Transchaco. 

Este territorio es el hogar de los Ayoreo Totobiegosode, una de las últimas poblaciones no contactadas en América Latina fuera de la Amazonía. 

“Las únicas barreras sociales que cuestionan o interpelan el modelo extractivo son las comunidades y organizaciones indígenas. No hay movimientos sociales relevantes ni sindicatos. Tampoco hay partidos políticos con una agenda medioambiental”, dice Óscar Ayala, abogado paraguayo especializado en derechos humanos y derechos indígenas e integrante del equipo jurídico de Tierra Viva. 

Él es quien asesora y representa a los Totobiegosode en su litigio contra el Estado paraguayo para proteger sus tierras. 

El pueblo Ayoreo se divide en varios grupos; parte de los Totobiegosode viven en aislamiento voluntario. Esto significa que al menos una generación no ha tenido contacto con la sociedad mayoritaria. 

La demanda para proteger sus tierras se remonta a inicios de los años 90, cuando se pidió al Estado paraguayo el reconocimiento del Patrimonio Natural y Cultural Ayoreo Totobiegosode (PNCAT). De las 550.000 hectáreas solicitadas, solo 140.000 están aseguradas. 

A pesar de una medida cautelar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), se ha constatado la ocupación ilegal del territorio por terceros, además de la amenaza constante de incendios forestales. 

Infierno verde 

El Chaco, también conocido como la región Occidental de Paraguay, está dividido en tres departamentos. A medida que avanzamos por la carretera, la vegetación y el paisaje se vuelven más áridos. Los tonos verdosos desaparecen poco a poco, dejando lugar a colores marrones y anaranjados que reflejan la sequedad de la región. 

El trayecto hacia Filadelfia, la capital de Boquerón, toma unas cinco horas en auto. Durante el camino, destacan las churrasquerías, los grandes carteles que promocionan la ganadería y la presencia constante de vacas. 

Al llegar a Filadelfia no solo cambia el paisaje, sino también la estructura de la ciudad: una cuadratura perfecta de calles anchas y perpendiculares. La llaman la Alemania paraguaya. 

Filadelfia es una ciudad de más de 20.000 habitantes que, además de ser capital departamental, es la base de una de las tres colonias menonitas que se asentaron en el Chaco durante las primeras décadas del siglo pasado. 

“En la región de asentamientos de los menonitas canadienses viven unos 300 indígenas. Son muy pacíficos y trabajan bien… Desde que los menonitas han venido junto a ellos, ha mejorado su vestimenta”, se puede leer también en este museo ubicado en la avenida principal de la ciudad. 

La  Cooperativa Chortitzer tiene la sede a 20 kilómetros de Filadelfia, en las afueras de Loma Plata. En el interior de su gran frigorífico –como se llama en Paraguay al lugar que hace de matadero y fábrica– Esteban Arriola, encargado de documentación de exportaciones de Chortitzer, explica que casi la totalidad de la producción que surge de las alrededor de mil vacas por día que llegan se exporta: “Como Paraguay es un país pequeño, el 80% de la carne va al exterior, del cuero el 100% y de las vísceras entre el 95% y el 98%”. 

Por el edificio entran y salen trabajadores vestidos con monos blancos manchados de sangre. Un grupo de obreros, que conversa en ayoreo o nivaclé, hace bromas para aliviar la jornada mientras cargan, sin descanso, los cueros abiertos en un camión que debe llenarse con 500 pieles destinadas a la sede de Cencoprod (alianza entre las tres cooperativas menonitas: Chortitzer, Fernheim y Neuland). 

Desde esta planta procesadora de cueros, los productos se exportan al mundo -especialmente a Italia- bajo el sello distinguido del Wet Blue, un proceso que consiste en transformar la piel cruda en un cuero húmedo, aún no teñido ni secado. 

Con esa escena de fondo, el referente de exportaciones se muestra orgulloso del material que tiene ante sus ojos: “Dadas las condiciones climáticas, tenemos uno de los mejores cueros del mundo porque casi no hay insectos ni bichos que puedan perforarlo. Aproximadamente el 80% se envía a Italia, el mercado más exigente. Ahí, principalmente, se utiliza en fábricas automotrices para elaborar cuero destinado a autos”. 

Arriola explica que la mayoría de los clientes que usan las pieles paraguayas son marcas alemanas –Mercedes Benz, BMW, Audi, Porsche– y en Italia Ferrari o Lamborghini. “El resto se va a Brasil, México y Canadá, donde va a fábricas de muebles, sofás y sillones”. 

El desmonte además permite que funcione la fábrica de hacer carne. “La caldera se alimenta con leña de bosque nativo, que todavía es un recurso bastante abundante y económico. La usamos para producir calor para todas las líneas de agua caliente dentro de la fábrica, pero principalmente para la parte de subproductos, cocinar todos los desechos, sacar aceite y producir harina de huesos”, explica Arriola. 

La  Ley Forestal paraguaya, exige que las propiedades rurales conserven el 25% de su área boscosa, pero en la práctica fragmentan estos bosques en los márgenes, afectando la biodiversidad y el movimiento de pueblos no contactados. 

Así, el Chaco paraguayo queda como el lugar donde nada le hace sombra al calor intenso. Las altas temperaturas ayudan a que las pieles de las vacas no sean atacadas por larvas o insectos. Por eso, quienes exportan e importan las pieles dicen que de aquí sale el mejor cuero del mundo. Y uno de los más baratos. 

Del otro lado del mar 

A las afueras de Vicenza, en el noreste de Italia, Arzignano se despliega en el corazón del valle del río Chiampo, una región fácilmente reconocible en el mapa por su densa concentración de curtiembres. 

El olor en ese distrito es acre, mezcla de lo orgánico y lo químico. Se siente picante y deja una sensación rasposa en la garganta. Es el resultado en el aire de los procesos que combinan sulfuro, amoníaco y cromo. 

Son dos kilómetros de calles dominadas por naves industriales flanqueando un flujo constante de camiones que transportan el cuero que luce celeste -debido al proceso Wet Blue, un cuero húmedo y sin teñir, tal como sale desde las curtiembres-. 

Ese cuero fue empaquetado cuidadosamente en pallets en Paraguay. En la puerta de la Conceria Cadore, el destino del cuero se entrelaza con su origen, etiquetas azules con letras blancas que delatan su procedencia remota: Cencoprod, Paraguay. La empresa no ha contestado el pedido de información sobre esta compra que ha recorrido más de 10 mil kilómetros. 

Pareciera que todo el cuero de Paraguay termina en alguna curtiembre de esta calle. Eso es lo único que ha cambiado en los últimos años: los camiones que las depositan solo tienen que desplazarse algunos metros más. 

Según la pasada investigación de Earthsight, eran dos curtidurías cuyas sedes están aqui las principales receptoras de cuero bovino procedente del chaco: Pasubio y Grupo Mastrotto. Especialmente Pasubio, que vende cuero a marcas como BMW, Jaguar Land Rover, Porsche y muchas otras. 

Tras la investigación de la ONG británica, la empresa italiana decidió no comprar más cuero procedente de Paraguay. 

“Logramos un acuerdo con la organización Survival en 2023. El Grupo Pasubio se compromete a defender el territorio ancestral del pueblo indígena Ayoreo Totobiegosode y ha decidido excluir de sus proveedores cualquier cuero relacionado con la deforestación del PNCAT”, dice Francesca Cariglia, gerente de sostenibilidad de Pasubio. “Tenemos procedimientos para verificar el área de origen. Hemos enviado a todos nuestros proveedores de cuero una evaluación sobre temas ESG, incluida la trazabilidad”. 

Por su parte, desde Gruppo Mastrotto, no dan respuesta acerca del origen del cuero de su industria automotriz. Hay muchas empresas curtiembres que se llaman Mastrotto en Vicenza. La familia se dividió y cada integrante fundó la suya. Lo que se ha mantenido es el vínculo con el país sudamericano: Rino Mastrotto, fundador del original de la empresa, fue Cónsul Honorario de Paraguay en Vicenza. 

Es casi imposible hacer una trazabilidad fiable en Paraguay que todavía no ha ratificado el Acuerdo de Escazú. Por lo tanto, el país no está obligado a dar información accesible y transparente acerca de las decisiones que toma sobre este tema. 

 

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