abuso sexual infantil

La célula de escucha: una esperanza contra la explotación sexual infantil

En Madagascar el 40% de la niñez es vulnerable a la prostitución por la pobreza extrema. Significa una fuente segura de ingresos ante la altísima demanda de pederastas. Para enfrentar esta realidad opera una línea telefónica que, a manera de fiscalía, recibe testimonios y da seguimiento a los abusos
miércoles, 28 de junio de 2023 · 18:54

Hay un solo europeo que está en la cárcel de Tulear, al sur de Madagascar, la cuarta isla más grande del mundo enclavada en el sureste africano. Se llama Philippe, alias Alexandre Lobkowicz. Se dice que es suizo o francés, pero no se ha hecho pública esa información. Fue sorprendido con una menor de 13 años debajo de su cuerpo de setenta y tantos; la prueba está en una foto que le tomó la policía cuando irrumpió en el cuarto y se encontró con esa escena sórdida y de carnes pálidas.

Este sujeto fue juzgado junto con Manitra Rasatatsihoarana y Patrick (sic), que fungía de proxeneta y de los que tampoco se revelaron sus nacionalidades, aunque el nombre pudiera darnos alguna idea. Las sentencias de estos tres consumidores de infancias se han logrado gracias a un seguimiento judicial de la Plataforma de la Sociedad Civil por la Infancia de Tulear, formada por 31 organizaciones de las que la ONG española, Agua de Coco—llamada en Madagascar como Bel Avenir (“futuro brillante”)—es cofundadora y aporta instalaciones, apoyo humano y financiero para que la Plataforma pueda operar a pie de calle, allí donde el problema de la prostitución infantil impera. Esto se pone en práctica a través de “La cellule d’ ecoute” (La célula de escucha) creada en junio de 2020.

“La célula” ha habilitado una línea telefónica (un lujo en Tulear) que está abierta las 24 horas del día para denuncias y testimonios, además de un espacio físico a manera de fiscalía que recibe querellas por abuso de menores, malos tratos, problemas de abandono alimenticio y cualquier otra cosa que involucre a un infante en sufrimiento.

A la “célula de escucha” llegan vecinos, familiares o anónimos a denunciar. De allí se sigue un protocolo en el que se abre un dossier para dar seguimiento a cada caso, después se realiza una encuesta in situ para corroborar que la información sea verídica. Una vez que se ha corroborado, Agua de Coco, que recién ha cumplido 20 años trabajando en Madagascar, hace un programa que mejore sustancialmente la condición de esa niña o niño, a través de sus distintas dependencias: espacios en los que pueden asearse, recibir estudios médicos, acceder a las artes, hacer deporte y llevar un programa educativo.

Banderas de la ONG Agua de Coco, conocida en Madagascar como Bel Avenir ("Futuro Brilante"). Foto: Luis Alberto González

Con esta inducción, muchas de las infancias se dan cuenta de otra realidad posible que no tenían presente, que no sabían que existía. Llegar a esa posibilidad empieza por la información que cualquier persona pueda dar acerca del maltrato a un menor. Por ello es de extrema importancia que la gente haga su reporte a través de la Plataforma.

Además de los tres condenados que hemos mencionado antes (y a quienes dieron la polémica sentencia de tres años de cárcel y una multa como castigo) hay varios oriundos procesados dentro del mismo edificio, entre ellos, figuran un par de niñas que robaron un teléfono y se prostituyen en Trako Manitsa, el barrio donde transitan las infancias que venden sus cuerpos para sobrevivir el hambre.

Hay ocasiones que los castigos que les dan a las y los niños en condición de prostitución, por robarse un teléfono, son similares a los que les otorgan a los pederastas, quizás con una diferencia fundamental: el pedófilo suizo, francés o de cualquier otra nacionalidad, puede comprar su libertad el día que le dé la gana y hasta pedir factura deducible de impuestos, bueno, estoy exagerando, pero es así de ridícula la impunidad aquí…debajo del mundo.

En Madagascar hay niñas y niños por todos lados, el 50 % de la población es menor de 15 años; ver ancianos aquí es una excepción, la expectativa de vida es muy baja. De esa cifra, el 40 % de la niñez está vulnerable a una condición de prostitución por la pobreza extrema que ha hecho que esta situación se normalice. Significa una fuente segura de ingresos ante la altísima demanda de pedófilos y pederastas que incluso, vienen a vivir aquí para satisfacer sus fetiches en un país que es el menos eficiente del mundo en términos económicos con más del 92% de su población viviendo por debajo del umbral de pobreza ganando 1.70 dólares al día.

“La prostitución aquí no es como la entendemos los países más occidentales, aquí hay mucho abuso escondido, no formalizado…los niños se exponen a todo tipo de atropellos por el tema de la pobreza. Hay un sentimiento que en malgache (el idioma oficial de Madagascar) se le llama ‘Fa zatsy’, que es cuando la gente se acostumbra y empieza a normalizar una situación crítica”, agrega José Luis Guirao, fundador y presidente de Agua de Coco.

José Luis Guirao, fundador y presidente de Agua de Coco. Foto: Luis Alberto González

Estos problemas se han banalizado a niveles absurdos; por las noches, dos principales calles del centro de la ciudad se habilitan como un corredor de prostitución infantil. Es como si dos de las calles más concurridas en nuestras ciudades o pueblos, se volvieran un mercado de infantes. Las autoridades lo saben y aún así se hacen de la vista gorda porque cada noche, aparece ese tianguis de la pederastía que raya en el cinismo.

Para entender el problema salimos con José Luis a esas calles incomprensibles y en nuestro recorrido nos presentó a tres niñas: la primera de trece—me acuerdo porque esa es la edad de mi hija— una de once y la última de nueve, de quien nunca me olvidaré de sus ojos. Se le veía el infierno de no haber conocido su infancia, extraviada desde hace tiempo en las fauces de quienes están vaciados del alma. Los testimonios que hay en el archivo de “la célula de escucha” son aterradores y de carácter privado.

Si bien algunas personas tienen una sensación de impotencia al respecto, casi nadie lucha contra ello, porque han crecido viendo el abuso de menores como justificante para sobrevivir. La muy poca indignación, viene solo hasta que alguien de fuera, de algún “país blanco” lo pone en la agenda pública, pero si eso no sucede, no hay manera.

“Aquí lo que importa es comer antes de ganar dinero, el arma básica es conseguir por cualquier método lo que te permita eso”, me cuenta Giurao, y es eso lo que empuja a las mismas familias a dejar que los cuerpos de sus pequeños se pierdan entre zombies hambrientos por 50 céntimos de euro que les permita comer un plato de yuca o acceder a un galón de agua potable.

“La prostitución es la droga dura aquí, porque es el sistema con el que más fácil se puede conseguir un intercambio económico rápido, no se piensa en que prostituirse puede generar enfermedades, o en un embarazo no deseado, o el trastorno psicológico que eso conlleva, solo se piensa en comer”, alarga José Luis. 

Giurao tiene razón, el ‘Fa zatzy’, esa normalización de lo sórdido, es la única droga dura que existe en Madagascar, porque por supuesto es imposible pensar este territorio como consumidor de las drogas de lujo que representan un tema de salud pública en los llamados países desarrollados, pero vamos, ni siquiera en los subdesarrollados, porque por acá abajo, no alcanza ni para pegamento o solventes, lo que al mismo tiempo hace un hueco esperanzador, porque por lo menos se evitan este tipo de adicciones y violencias que escalarían el mismo problema a proporciones inimaginables y quizás  irreversibles.

Déjenme comentarles otro indicador aún más demoledor que también influye para que un menor salte a vender su cuerpo; tiene que ver con algo que en el mundo neoliberal está en peligro de extinción: la inocencia.

Foto: Luis Alberto González

A pesar de tantas dificultades, aquí la niñez es alegre de facto, son niños inmensamente empáticos que confían en la gente, en su pueblo y en aquellos que vienen de fuera, en el extranjero. Se dan ese derecho a confiar en el ajeno, en el otro. Nunca se reservan la sonrisa y se dan a corazón abierto.

Este mar de absoluta confianza que tiene la niñez hacia lo otro, es el tanque donde les gusta nadar a los llamados VVD (Vaza Degoulase Vieux), “viejo extranjero asqueroso”, como les llaman en Tulear a los retirados que vienen aquí para satisfacer sus vacíos que se han vuelto fetiches, ellos son los principales consumidores de niñas y niños, llevándose entre las patas a infancias que van desde los 5 hasta los 15 años.

De eso fuimos testigos con José Luis, en los bares de Trako Manitsa, donde las niñas hacen de meseras, llevan tragos, yuca frita o brochetas de zebú, mientras que al mismo tiempo ese vaivén de alimentos es una vitrina para que los VVD puedan elegir a la infante que los acompañará entre sus sábanas turbias. Allí los vimos, entre luces de neón verdes; cínicos, monárquicos, eligiendo entre sus súbditas a su favorita. Desplazando sus miradas como si fueran dedos húmedos entre publicaciones de Instagram. La rácana aplicación del poder y la impunidad.

¿Cómo es que se permite cínicamente que haya calles para la prostitución infantil y la pederastia? ¿por qué Francia o Suiza no aplican su mismo aparato de justicia para cualquiera de sus connacionales que sea sorprendido en una actividad así? ¿Por qué no existe la extradición para este tipo de delitos y que los pederastas puedan juzgarse en tribunales europeos, en ese sistema de justicia que tanto presumen al mundo como la consolidación de sus instituciones de “clase mundial”?

Foto: Luis Alberto González

Mientras fluyen las trágicas ironías, José Luis y Agua de Coco sí emprenden iniciativas inmediatas que no son a base de milagros o de limosnas sino de acompañamientos concretos. Hoy, José Luis, está en charlas con el procurador de la República de Madagascar para que Agua de Coco pueda estar presente en los interrogatorios que les hacen a las y los menores detenidos que se prostituyen cuando son encontrados con los “VVD” y con ello evitar en lo posible que los menores sean obligados a declarar algo que no pasó, o bien que se les pague a los policías o funcionarios para liberar sin ningún castigo a las bestias.

Además de esto, Agua de Coco busca dar seguimiento a los casos en que se han denunciado e incluso condenado a los agresores, pero que aún siguen en la calle ejerciendo las mismas prácticas de pederastia; también en el tema de las niñas que no tienen carta de identidad y que salen por las noches sin identificación alguna, o bien con credenciales falsas, lo que representa un riesgo aún mayor, pues esto da pie a una vulnerabilidad extrema y carente de cualquier derecho. Les expone a ser maltratados y al mismo tiempo carecer de identidad, ser absolutamente invisibles, llegar a lo imperceptible dentro de lo oculto.

José Luis quiere implicar a los funcionarios como el Procurador para que la Red de Apoyo pueda ser sólida y que haya un proceso judicial estable con el aval del Estado. Sabe que a pesar de la terrible corrupción en el sistema político, debe haber un diálogo institucional que permita dar un debido seguimiento a cada caso.

Agua de Coco está en la posición de poder llegar a un acuerdo siendo que la ONG ha logrado que, cuando hay un emplazamiento judicial de una menor, éste sea en sus instalaciones para dar un debido trato y reducir la posibilidad de que sea amenazada y que se violen sus derechos humanos, y es que todo el sur de Madagascar es tan raquítico y arcaico, que la Procuraduría no tiene la infraestructura para llevar a cabo los emplazamientos. El hecho de que se lleven a cabo dentro de la red de Agua de Coco da otra perspectiva.

José Luis dice que, al momento, el nuevo Procurador de la República empatiza con el problema y en ello el mandatario ha sugerido una reunión con Agua de Coco y el resto de los 30 miembros de la Plataforma civil por la infancia en Tulear, además de la policía, gendarmería, jueza de menores, el asistente del Procurador y el sistema penitenciario, para así trabajar en acuerdos mutuos.

Foto: Luis Alberto González

Desde que se abrió “La cellula d’ ecoute” se ha podido detener a 63 acusados de los cuales se ha condenado a 29 y 16 están en libertad provisional y 11 bajo control judicial. Son 134 casos que están en curso de ser juzgados (147 por violación, 28 por abuso de menores y 18 por embarazo precoz).

Todos estos logros no dejan de molestar a las mafias de pederastas que han amenazado a José Luis y su familia.

“No es la primera”, nos dice, y yo solo puedo recordar a la compañera e icónica periodista mexicana, Lydia Cacho, secuestrada y torturada por denunciar con su libro, “Los demonios del Edén”, una potente red de trata y pornografía infantil en Cancún liderada por el empresario Jean Succar Kuri. Lydia, a base de dignidad y coraje, no solo sostuvo su investigación con suficientes pruebas, sino que obtuvo justicia en los tribunales internacionales y hasta recientemente, el actual gobierno de México le pidió cinco veces perdón, 14 años después, por vulnerar sus derechos humanos.

Con esos mismos principios todos los días sale a las calles José Luis, alguien que entiende a esas niñas y no busca imponerles ideologías, religiones, ni mucho menos lástima. Las escucha de igual a igual para conocer por donde puede venir la justicia y la dignidad, evitando la revictimización pero llamando con claridad a la acción.

José Luis, su familia y la gran red de coco siguen saliendo por las noches con el compromiso de trabajar lo más cerca posible sobre las aceras, para mirar y escuchar con cuidado aquellas grietas por dónde se pueda escapar un mínimo brillo de posibilidad para que el presente pueda conocer su infancia, crezca sano, y entonces podamos llamarle futuro.  

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