Diez años de independencia en Kosovo: Las mismas tensiones, los mismos miedos

sábado, 17 de febrero de 2018 · 21:08
KOSOVO (proceso.com.mx).- Mientras que los serbios en Kosovo aprenden sobre el legado político-social de sus héroes, como Slobodan Milosevic –fallecido en 2006 en La Haya cuando se encontraba detenido por crímenes de lesa humanidad–, y los kosovares aprenden sobre Adem Jashari –el cofundador del Ejército de Liberación de Kosovo, asesinado en 1998–, esta sigue siendo una comunidad segregada que vive en “estructuras paralelas”, a pesar de los numerosos esfuerzos de la Unión Europea y millones de euros de los contribuyentes de la UE invertidos con miras a estabilizar la región balcánica y potenciar el desarrollo de sus economías. “Antes hubo protestas; ahora sentimos temor... Una parte de nuestro cerebro está pensando: ¿van a volver?”, dice un estudiante de Mitrovica, al norte de Kosovo, en referencia a la zozobra en torno a la posibilidad de que se repitan las incursiones armadas de grupos serbios ultranacionalistas. Han pasado 10 años desde que Kosovo declaró su independencia y 20 años desde el estallido de la feroz guerra entre los independistas albaneses y las fuerzas de seguridad serbias y yugoslavas, y aún son visibles las tensiones entre los serbios y los kosovares. En enero de este año, Oliver Ivanovic, político serbio de Kosovo que estaba siendo enjuiciado bajo imputaciones de crímenes de la guerra en Kosovo durante el periodo 1998-99, fue asesinado a balazos frente a las oficinas de su partido en Mitrovica, una ciudad que sigue viviendo dividida por conflictos étnicos. El asesinato evidenció el fracaso de los esfuerzos de la UE en estos diez años de independencia kosovar para traer la paz entre las dos comunidades. Kosovo, el más joven de los países de los Balcanes Occidentales, es también el país donde se emprendió el proyecto “más intensivo y costoso” en lo que respecta a la construcción de un Estado. Varios actores internacionales han colaborado y apoyado económicamente a la nación, pero la UE es, con mucho, la mayor donante. Sin embargo, hasta la fecha, el país lucha por unificar a toda la población bajo una nacionalidad. En tanto que los kosovares se consideran parte de una “Gran Albania”, los serbios en Kosovo se identifican culturalmente con Serbia y siguen siendo influenciados por Belgrado. La guerra en Kosovo tuvo un impacto inmenso en la infraestructura económica, política y social, además de romper el tejido social y fracturar la relación entre los miembros de la sociedad regional. Hoy los serbios en Kosovo viven en comunidades aisladas y las dinámicas interétnicas siguen siendo escasas. De acuerdo con un estudio reciente efectuado por el Centro de Investigación, Documentación y Publicación del país, los habitantes experimentan malestar e incomodidad constantes al interactuar con miembros de otras etnias. Milos Kabasic, gerente del proyecto del Centro de Defensa para la Cultura Democrática en el Norte de Mitrovica, explica: “Los jóvenes [de ambos lados] se alimentan con propaganda y son criados por un discurso de odio, por lo que [el miedo] es razonable. Los desafíos son los radicales, que socavan los pasos alcanzados. Creo que somos un ‘daño colateral’ de la política de ambos lados”. Estructuras paralelas de vida “Kosovo tiene un Estado dentro del territorio que controla, lo cual no permite avanzar en la reconciliación y puede obstaculizar los esfuerzos y éxitos logrados”, dice Roland Sylejmani, estudiante de sociología y activista de la sociedad civil kosovar. El principal desafío al que se enfrenta Kosovo hoy en día es crear una sociedad integrada en la que puedan convivir todos los grupos y comunidades culturales; un proyecto que es entorpecido por la injerencia y la presión del Belgrado mediante su férreo control de las estructuras paralelas en comunidades serbias de Kosovo. Particularmente en los sectores de la educación y la salud, la capital serbia no facilita ni promueve la integración. “Todos son de alguna manera dependientes de Belgrado, debido a los salarios, las pensiones, la atención médica y los sistemas sociales”, explica Milos. Hasta ahora no se tiene una idea clara de cómo lograr una integración exitosa en este terreno. La animosidad de los serbios en Kosovo hacia las instituciones de su propio país, así como el escepticismo de los kosovares respecto de la integración de los serbios en Kosovo, causados por la fuerte influencia de Belgrado en las comunidades, obstaculizan ese propósito. La lengua y el aprendizaje sobre la historia regional sigue siendo uno de los principales desafíos en el país. La investigación referida expone que los libros de historia de ambas comunidades están “llenos de propaganda y discursos de odio”, lo que provoca el aumento de las tensiones y fomenta la división de la sociedad. Las escuelas pueden dividirse físicamente en función dos currículos distintos, pero la división ideológica es mayor. Según el mismo estudio, la historia se aprende a través de los legados de los héroes, ponderando versiones múltiples de la verdad. Alban Maliqi, miembro de la Red de Movimiento por la Paz, refiere que lengua es un elemento importante a considerar si es que ambas comunidades buscan vivir en un ambiente común. Sin embargo, puntualiza, las diferencias de idioma en la región están creando una barrera para el diálogo; por tal motivo, cree que es esencial desarrollar un sistema de “enseñanza de dos idiomas”. El problema es que existe un rechazo creciente dentro de ambas comunidades para aprender el idioma del otro, dice. “Yo prefiero expresarme en albanés, porque he visto que la otra comunidad, en este caso la serbia, se niega a hablar otro idioma que no sea el suyo”, confiesa Roland Sylejmani. Reconciliación impuesta por Occidente Sylejmani explica: “Europa es nuestra luz, nuestro aire, nuestro clima, pero personalmente no tengo confianza en los esfuerzos de la UE”. Esta visión escéptica sobre la intervención y esfuerzos de la UE y otros actores internacionales se puede encontrar tanto en las comunidades serbias como en las kosovares. El caso más vívido de impaciencia e insatisfacción con la comunidad internacional, especialmente con la misión de la UE en Kosovo, se manifestó a finales de agosto 2014. Una noche, en ciudades de ambos grupos étnicos en Kosovo fueron colocadas pegatinas y grafitis con la frase en inglés “EULEX GO HOME”. La comunidad internacional ha estado presente en Kosovo durante décadas, enfocada a la creación de una sociedad multiétnica funcional con base en esfuerzos dirigidos a la reconciliación. Además, se ha centrado en el fomento del diálogo entre comunidades, especialmente kosovares y serbias. Sin embargo, después de casi dos décadas de presencia y con poco o ningún progreso esencial, la confianza en comunidad internacional se está desvaneciendo. En la práctica, se ha demostrado que los intentos de reconciliación, además de representar un proceso difícil, no se han incrustado en la sociedad entera de Kosovo. Reconciliación condicionada El diálogo facilitado por la UE entre Pristina y Belgrado consiste en una serie de negociaciones que se iniciaron en 2011 entre los gobiernos de Serbia y de Kosovo y se mantienen hasta hoy con miras a normalizar las relaciones entre serbios y kosovares en ambos países. Además, Serbia y Kosovo están en camino de asociarse con la UE. A pesar de todo, Serbia sigue reclamando para sí a Kosovo como su “Jerusalén”, y, por consiguiente, rechaza firmemente su independencia. Durante varios años, las negociaciones han dado lugar a diversos acuerdos, que incluyen temas como la libertad de movimiento a través de las fronteras y el reconocimiento mutuo de los grados universitarios. No obstante, según Maliqi, “hay una falta de transparencia en torno a estos acuerdos. A través de los medios de comunicación sabemos sobre ellos, pero cuando comenzamos a mudarnos a Serbia enfrentamos dificultades: tienes que cambiar las placas de tu coche y otras cosas. Entonces, es evidente que los acuerdos se alcanzan pero no se implementan desde ambos lados”. En suma, la misión de la UE para la reconciliación en Kosovo no se percibe como un proceso orgánico que haya producido los resultados necesarios. “Aunque (las partes en pugna) afirman haber llegado a acuerdos, ves que el pueblo está sufriendo: sufriendo en la frontera, sufriendo aquí”. De hecho, los diplomas académicos aún no han sido reconocidos por ninguno de los dos gobiernos, en tanto que la libertad de movimiento para personas y automóviles se ve obstaculizada por la posesión de identificaciones personales y licencias de conducir no reconocidas. El camino hacia una sociedad tolerante e integrada para todos en Kosovo se ve distante. Milos no cree que en un futuro cercano se logre la reconciliación. Todo depende, dice, de la política global. Y sentencia: “Creo que en los Balcanes eso nunca sucederá, porque hay muchos beneficiarios de la actual situación”. Por lo contrario, Maliqi es más optimista, pues afirma que los pequeños pasos dados permiten atisbar “puntos de luz al final del túnel”. (Traducción: Rubén Pérez Perelli)

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