El submarino ARA San Juan, hundido en un mar de dudas

miércoles, 14 de noviembre de 2018 · 17:51
BUENOS AIRES (apro).- Este 15 de noviembre se cumple un año de la desaparición del submarino argentino ARA San Juan en aguas del Atlántico Sur. La sociedad argentina no ha recibido todavía un comunicado oficial que aclare qué pasó con la nave y sus 44 tripulantes. Una explosión detectada por estaciones hidroacústicas de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBTO), a las 10:51 del 15 de noviembre de 2017, en la zona donde navegaba el submarino, alienta dos hipótesis: una “implosión” de la nave por un desperfecto técnico, como sostiene la Armada Argentina, o un ataque externo, como señala un peritaje de la Universidad Tecnológica Nacional y una red que incluye a familiares de los tripulantes. Por tratarse de información oficial clasificada sobre un hecho que involucra una nave de guerra, ocurrido en un mar territorial sobre el que Argentina no tiene un control efectivo, la incertidumbre acerca de la causa de la desaparición del submarino se extiende a su misión, su derrotero y su armamento. La desaparición del ARA San Juan deja en evidencia, sin embargo, el enorme despliegue militar de distintas potencias en el Atlántico Sur. Esta zona de tránsito entre los dos océanos es también la puerta de entrada al continente antártico, el mayor reservorio de agua dulce del planeta, con yacimientos de hidrocarburos y minerales estratégicos para la industria aeroespacial, que a partir de 2041, de no ratificarse el tratado que hoy lo prohíbe, podrían comenzar a explotarse. El caso devela que Argentina –aliado extra OTAN desde 1997– carece de una política de Defensa autónoma. Y ratifica la opacidad comunicacional con que se maneja el gobierno argentino frente a los temas sensibles. El ARA San Juan participó del 6 al 9 de noviembre de 2017 en los ejercicios militares Etapa de Mar III frente a las costas de Tierra del Fuego. Un poco antes, en la segunda quincena de octubre, Gran Bretaña había realizado ejercicios militares en las Islas Malvinas, lo que motivó una protesta formal de la cancillería argentina. Por otra parte, las marinas chilena y estadunidense realizaron el ejercicio militar ChilemarVII frente a las costas de Chile del 16 al 20 de octubre. Allí se simuló el rescate de la tripulación de un submarino en situación de emergencia. El ARA San Juan zarpó de Ushuaia el 13 de noviembre en dirección a la Base Naval de Mar del Plata, ubicada 2 mil 500 kilómetros hacia el norte. La nave, de 66 metros de eslora, construida en Alemania en 1983, había sido objeto entre 2009 y 2016 de la reparación de media vida, que extendía su operatividad otros 30 años. El gobierno sostiene que la nave estaba en perfectas condiciones para navegar, un hecho que ha sido cuestionado por los familiares de los tripulantes. El 14 de noviembre, el comandante del submarino reportó una avería provocada por un cortocircuito en el sistema de baterías. El 15 de noviembre, a las 6:00 de la mañana, informó que la avería había sido subsanada. A las 7:30 se le ordenó tomar el rumbo más directo hacia Mar del Plata. Esta fue la última comunicación con el submarino, que entonces se encontraba frente al Golfo San Jorge, a 240 millas náuticas de la costa, equivalentes a 432 kilómetros. Implosión “La última información fehaciente y oficial es que aún no se encontró el submarino. No es que está perdido: para estar perdido hay que buscarlo y no encontrarlo”, dijo a la prensa el capitán de navío Enrique Balbi, vocero de la Armada Argentina, el 16 de noviembre. Informó que a las 7:30 del día anterior se había perdido contacto con la nave, y aseguró que “no hay ningún indicio grave que se tenga del submarino” y que “simplemente se dejó de tener comunicaciones”. El 17 de noviembre, el gobierno argentino comunicó por Twitter que aceptaría la ayuda internacional para la búsqueda provista por la Oficina Internacional para el Rescate y Escape de Submarinos (Ismerlo). Se sostuvo que el submarino tenía oxígeno, combustible, agua y víveres para 90 días, pero que debía subir cada 48 horas a la superficie para cargar sus baterías y renovar el oxígeno. En caso de que no hubiera podido emerger desde el 15 de noviembre, la sobrevida alcanzaría sólo siete días; es decir, hasta el día 22. “Recibimos siete señales de llamadas satelitales que provendrían del submarino San Juan”, informó por Twitter el ministro de Defensa, Oscar Aguad, el 18 de noviembre. Dos días más tarde, con la opinión pública en vilo, la Armada Argentina y la empresa estadounidense Iridium, especialista en comunicaciones satelitales, desmintieron al ministro. Los medios de comunicación han replicado varias veces este esquema de esperanza y posterior desilusión, con ruidos submarinos o restos de la nave que luego resultan ser ballenas o formaciones rocosas. Durante las conferencias de prensa, la única cara visible del Estado argentino fue el vocero de la Armada, Enrique Balbi. La falta de responsables políticos en un caso de semejante envergadura motivó el asombro de los enviados internacionales. Con el aporte de 18 países se desplegó un rastrillaje por mar y cielo. Los familiares de los tripulantes se instalaron en la Base Naval de Mar del Plata a la espera de novedades. La televisión transmitía en vivo sus angustias y esperanzas. Allí los visitó el 20 de noviembre el presidente Mauricio Macri. La prensa calificó el clima del encuentro como tenso. El 23 de noviembre, el vocero de la Armada Argentina confirmó que a las 10:51 del 15 noviembre, en la zona en la que navegaba el submarino, tres horas y media después del último contacto con su base, se había registrado un “evento anómalo, singular, corto, violento y no nuclear consistente con una explosión”. Recalcó que el término académico correcto era el de “implosión”. Rechazó en dos oportunidades que la misma haya sido consecuencia de un ataque militar. El registro provenía, según se supo más tarde, de las estaciones hidroacústicas de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBTO, por sus siglas en inglés), con sede en Viena. Argentina es miembro del Tratado. Todo indica que el gobierno recibió esta información en tiempo real y que la difundió ocho días más tarde. El 11 de enero de 2018, cuando ya se había retirado buena parte de la ayuda internacional para la búsqueda, la Oficina de Inteligencia Naval de Estados Unidos sostuvo que el submarino argentino implosionó en 40 milisegundos y que los 44 tripulantes murieron de manera instantánea. Torpedo “Los submarinos navegan solos únicamente en tiempo de guerra, en época de paz van acompañados por unidades de superficie”, dijo la especialista en geopolítica y defensa Elsa Bruzzone a Radio Cut el 24 de noviembre de 2017. En un primer momento, el gobierno argentino informó que la misión del submarino durante su regreso a la base naval de Mar del Plata era la identificación de naves operando en el mar continental argentino. Descartó cualquier actividad vinculada con las Islas Malvinas, cuya disputa por la soberanía desembocó en 1982 en un conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña. El 13 de marzo último, sin embargo, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, informó a la Cámara de Diputados que un objetivo secundario asignado al submarino era observar “buques y aeronaves que operan desde las Islas Malvinas, con el propósito de verificar el cumplimento de los convenios suscritos por ambos países, en cuanto a la obligación de informar los movimientos de unidades en zonas particulares”. Y admitió que “el comandante del submarino informó en una oportunidad acerca de un posible contacto con submarinos nucleares en el área de patrulla”. Un estudio de la Universidad Tecnológica Nacional de diciembre de 2017, a cargo del investigador Ariel Garbaz, analizó los gráficos del sonido registrado por la OTPCE y concluyó que el evento que afectó al ARA San Juan fue una “explosión externa al casco del submarino” y no una implosión. Una agrupación que incluye a familiares de los tripulantes, la Red Federal de Investigación ARA San Juan, sostiene que el rango de la explosión registrada el 15 de noviembre por la OTPCE es compatible con la del torpedo ligero MK54. Plantea la hipótesis de que el submarino fue hundido por un MK54 lanzado desde un helicóptero Merlin de la Royal Navy. El Ministerio de Defensa británico ya había declarado, en diciembre de 2017, que sus fuerzas militares en el Atlántico Sur no operan helicópteros antisubmarinos. La Armada Argentina descartó desde un primer momento la posibilidad de un ataque. Por lo pronto, la jueza Marta Yáñez, a cargo de una investigación que ya cuenta con 60 mil fojas de documentación reservada, no descarta ninguna hipótesis. No obstante, se ha mostrado escéptica frente a la posibilidad de un ataque. “La causa judicial en la que soy querellante está estancada, se juntan papeles y testimonios pero no se avanza para esclarecer absolutamente nada. El Poder Ejecutivo lo hace todo difícil”, dijo a Perfil el 13 de noviembre de 2018 Luis Tagliapietra, padre del teniente de corbeta desaparecido Alejandro Tagliapietra. Los familiares de los tripulantes del ARA San Juan han sufrido espionaje ilegal y hostigamiento en las redes sociales a medida que fueron elevando sus críticas. Reclaman actualmente a la Justicia, a las Fuerzas Armadas y al gobierno que pongan fin al “ocultamiento” que a su juicio traba la investigación. “Notamos ocultamiento, que nos mienten; hay un Estado ausente totalmente”, declaró a la agencia alemana DPA Claudio Rodríguez, hermano del maquinista Hernán Ramón Rodríguez. Los familiares de los tripulantes temen que el gobierno ponga punto final a la búsqueda del submarino, que se interrumpió en noviembre y continuará, en principio, en febrero de 2019. La operación corre por cuenta del contratista internacional Ocean Infinitiy, al cual se le ha fijado una recompensa de 7.5 millones de dólares, suma que cobrará solo en caso de tener éxito. La desaparición del submarino ARA San Juan, con la implicación simbólica que una desaparición tiene en Argentina y en el resto de América Latina, es hoy un caso testigo del fenómeno de la noticia falsa. Previsiblemente lo será también en su futura judicialización política, de manera de garantizar que la verdad se quede en las profundidades.

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