Grupo Prisa despide a Cebrián, causante de su crisis
Muy a su pesar, Juan Luis Cebrián dejará la presidencia ejecutiva de Prisa, empresa editora del diario madrileño El País, en medio de severos cuestionamientos a su gestión al frente de ese grupo, al cual deja sumido en una crisis financiera. Sin embargo, el periodista español –cuya historia revela nexos no siempre transparentes con el poder, sea cual sea su signo– permanecerá como presidente ejecutivo del rotativo y al frente de un organismo encargado de preservar la independencia editorial del mismo, independencia que el propio periodista defenestrado puso en entredicho.
MADRID (Proceso).- Juan Luis Cebrián abandonará la presidencia ejecutiva de Prisa –empresa editora del diario El País– en medio de duros cuestionamientos a su gestión, la cual, según los accionistas de ese grupo de medios de comunicación, ha provocado la mayor crisis interna de su historia.
Y a pesar de haber arruinado a Prisa, Cebrián se convirtió en un empresario millonario: las acciones del grupo perdieron 97% de su valor, al pasar de 77.7 a menos de tres euros en los últimos cinco años.
Al cierre del primer semestre de 2017, la compañía aún arrastraba una deuda de mil 543 millones de euros, de los cuales debe amortizar 956 millones antes de diciembre de 2018.
Un artículo del Financial Times, publicado en enero de 2016, señalaba que “desde 2007 Prisa reporta pérdidas de 2 mil 200 millones de euros, mientras que su Consejo ha incrementado sus ingresos 80 millones en el mismo periodo, de acuerdo con las cuentas de la compañía, con Cebrián siendo uno de los ejecutivos de medios mejor pagados de Europa”.
Ahora, a partir del próximo 1 de enero, su lugar lo ocupará Manuel Polanco, hijo de Jesús Polanco, el fundador y accionista de referencia de Prisa hasta su fallecimiento, en julio de 2007. En los años de gloria, los Polanco controlaban 70% de las acciones; ahora sus herederos sólo poseen 17.5%.
La salida de Cebrián fue una condición impuesta por algunos accionistas para proceder a una ampliación de capital de 450 millones de euros, que será un tanque de oxígeno para la compañía. La operación será encabezada por las tres compañías más influyentes del Ibex35, la Bolsa de Valores de Madrid: el Banco Santander (poseedora de 4.5% de las acciones), La Caixa (5%) y Telefónica (13%). Entre ésta y los dos bancos desembolsarán 100 millones de euros para garantizar la viabilidad de Prisa, en cuyo nuevo Consejo de Administración mandarán ellos.
La ampliación también será respaldada por el fondo de inversión Amber Capital (el mayor accionista en Prisa, con 19%), la familia Polanco (17%) y HSBC (dueño de 9% de la compañía).
La operación tiene el visto bueno del 65% del capital, aunque aún se desconoce si en ella participarán el empresario mexicano Roberto Alcántara (que posee 9.2%) y la sociedad Qatar International Media Group (dueña del 10%), propiedad del sultán Ghanim Al Hodaifi Al Kuwari.
“Pésima gestión”
En 1998, tras 12 años en la dirección, Jesús Polanco nombró consejero delegado a Cebrián, quien a partir de 2008 tomó las riendas de la compañía, al tiempo que una serie de decisiones ejecutivas llevaron al grupo a abultar su deuda hasta los 5 mil millones de euros.
En la sesión extraordinaria del Consejo de Accionistas, el pasado 15 de noviembre, los señalamientos hacia Cebrián fueron muy severos, en especial las de Joseph Oughourlian, presidente de Amber Capital, quien criticó la “pésima gestión” de Cebrián, se opuso a que éste siguiera al frente de Prisa y cuestionó severamente que se le pagara una “jubilación dorada” de “10 millones de euros”.
Oughourlian explicó que el Comité de Nombramientos y Retribuciones de Prisa examinó diferentes posibilidades para un sucesor de Cebrián; se barajaron los nombres de Javier Monzón (expresidente de Indra) y de Jaime Carvajal (presidente no ejecutivo de Evo Banco), pero hubo resistencia del periodista a su salida.
“Hemos tratado de negociar con Juan Luis, pero ha sido una salida complicada, ha puesto muchas condiciones y el comité ha llegado a la conclusión de que había que cesarle”, dijo.
“Juan Luis ya se va, ya era momento”, señaló ante los accionistas, por considerar que la gestión de Cebrián “no ha sido mala, ha sido lo siguiente”. Y por ello, dijo, su “cese” era una condición para la ampliación de capital.
Criticó la elevada pensión que se llevará Cebrián. “Voy a votar en contra del paquete de acciones de Juan Luis. Para un gestor que ha fracasado, entiendo que 6 millones de euros para que se jubile es bastante dinero”.
“El cáncer de esta compañía ha sido el exceso de personalismo. Juan Luis, tú no eres la compañía, como me dijiste un día. Esta compañía seguirá sin ti y lo hará mejor”, apuntó Oughourlian. “Ha sobrevivido a 10 años de una gestión pésima. Pero eso se ha acabado”, concluyó.
“Me voy, pero me quedo”
Ahora Cebrián da un paso atrás. O, como dijo en la misma sesión del Consejo de Accionistas: “Me voy, me voy, me voy, pero me quedo”, parafraseando al poeta Miguel Hernández, retador ante los accionistas que pedían su cabeza.
Y es que Cebrián permanecerá como “presidente ejecutivo de El País” y al frente de una fundación que se creará para preservar la “independencia editorial” y “los valores” de los medios del grupo, y con ello “evitar que los especuladores o aventureros los vulneren”, dijo en una entrevista publicada en su periódico el mismo día de la sesión del consejo.
Esta era una condición para dar paso a la sucesión. A ella se opusieron Amber Capital y otros accionistas. Pero Cebrián la amarró con la ayuda del gobierno de Mariano Rajoy, a través de su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y con el visto bueno del rey Felipe VI, que le permitirá seguir como custodio de la línea editorial ahora tan identificada con el gobierno del político conservador.
Diversos medios, como El Confidencial o El Español, publicaron en los momentos más candentes de esta guerra en Prisa, que Cebrián gestionó encuentros in extremis con Rajoy en el Palacio de La Moncloa y con el monarca en La Zarzuela, para tejer ese respaldo y asegurar su presencia en los designios editoriales en el periodo de crisis que vive España por el proceso independentista de Cataluña.
A la par, Cebrián inició una ofensiva contra los fondos de inversión a los que en su momento él ayudó a entrar al accionariado de Prisa, pero que ahora pedían su cabeza, llamándolos “fondos buitre” que buscan desdibujar “los valores” de la compañía. Una opinión muy distinta, como cuando desde las páginas de El País se les lavaba la cara con artículos como el publicado en octubre de 2016, en el que se les llamó “tiburones con alma caritativa”.
El sociólogo Rubén Juste, autor del libro Ibex35. Una historia herética del poder en España, dice que para entender a Cebrián se tiene que revisar la historia de Prisa, que se constituye “bajo la proximidad del poder político del PSOE, en particular de Felipe González”, al menos en la primera época del grupo de medios. El expresidente, parte del establishment español, aún es miembro del Consejo Editorial del diario.
Pero esas redes las usaba un joven Cebrián durante la dictadura franquista, primero como redactor y subdirector del diario Pueblo (vespertino del Movimiento, grupo de sindicatos verticales del franquismo, que dirigía Emilio Romero, amigo de su padre, Vicente Cebrián) y luego como secretario general de prensa del Movimiento hasta 1970.
Después Juan Luis Cebrián fue subdirector del diario Informaciones –propiedad de la banca– y en el último gobierno de la dictadura (en marzo de 1974) ocupó la dirección de noticieros del ente público Radio Televisión Española (RTVE), con el visto bueno del ministro Manuel Fraga.
Juste rescata en su libro un artículo de Cebrián, titulado “Mis amigos los falangistas”, fechado en abril de 1968, en el que el entonces subdirector de Informaciones elogiaba a Fraga por la aprobación de la Ley de Prensa. “Resulta que el Movimiento no es sólo Falange, lo somos todos. ¿No? Se nace del Movimiento un poco como se nace madrileño”, escribió Cebrián.
Simbiosis
En entrevista, Juste sostiene que “la base de Prisa es la proximidad con el poder político y el endeudamiento. Estos dos elementos le dieron la posibilidad de una política muy agresiva de compras en los años ochenta y noventa, cuando se hacen de la Cadena Ser (la radiodifusora más influyente en España), y la adquisición de compañías en América Latina (Argentina, Perú, Bolivia, Colombia y México) siempre con base en esas conexiones privilegiadas”.
Otra clave es que Prisa se instala en esa “simbiosis” de la influencia recíproca entre los poderes político y económico, con “afinidades” que les permitían “financiarse en condiciones ventajosas y que pueden explicar cómo en la época reciente, la caída de Prisa se produce a la par de la caída de las cajas de ahorro”.
La llegada al poder del conservador José María Aznar (1996-2004) le trajo a Polanco y a Cebrián fuertes enfrentamientos con el gobierno, debido a que el nuevo presidente buscó formar un grupo de medios para arrebatarle el monopolio a Prisa, que lo criticaba fuertemente.
En este embate Aznar echó mano de Telefónica (empresa pública privatizada en su gobierno), el otro grupo de gran influencia en el país y con presencia en América Latina, “que arrebatará parcialmente uno de los ejes fundamentales de Prisa: los derechos de transmisión del futbol, la conocida como ‘Guerra del Futbol’”, que los llevó a una encarnizada pelea legal.
Con José Luis Rodríguez Zapatero, recuerda, hay otro momento de quiebre, cuando el presidente “se desliga abiertamente de Prisa y apadrina la constitución de otro grupo relacionado con el empresario Jaume Roures, con el diario Público y la televisora La Sexta –donde participa Televisa–”. Pese a que entonces Prisa recibe del gobierno algunas concesiones de televisión, era evidente la “falta de conexión política” con Zapatero.
La crisis financiera obligó al grupo a vender algunos de los activos que formaron Prisa: su televisión en sistema abierto, La Cuatro, al grupo Mediaset, de Silvio Berlusconi, el exprimer ministro italiano muy ligado a Aznar.
En 2010 Cebrián gestionó la llegada a Prisa del fondo de capital de riesgo Liberty Acquisition Holdings Corp. Fue el inicio de su relación con los “fondos buitre”.
Con las limitaciones financieras y sin amparo político, Cebrián recurrió a la ayuda del recién estrenado gobierno de Mariano Rajoy en 2012. El nuevo presidente dejó en su mano derecha, Soraya Sáenz, la relación con los medios, en particular con Cebrián.
Ella jugó un papel importante en la operación de salvación de Prisa, primero al convencer a Santander, La Caixa y Telefónica para que capitalizaran la deuda y refinanciaran el pasivo de 3 mil 200 millones de euros para evitar la quiebra del grupo, y para que Telefónica adquiriera la plataforma de televisión de paga Digital Plus por 725 millones de euros, cifra lejana a los mil 200 millones que pretendía Cebrián.
El nuevo pacto
El efecto colateral fue una “contención editorial” desde El País a la hora de realizar alguna crítica al jefe del gobierno y a su mano derecha, como lo denunció en su momento el Comité de Empresa del diario.
Hay dos hechos que ejemplifican que a Cebrián no le tembló el pulso cuando se le criticó y se ponían en entredicho sus vínculos con las redes del poder, en especial con la vicepresidenta.
El primero fue el despido, en 2016, de Miguel Ángel Aguilar, tras 21 años publicando sus artículos en el diario, luego de que hizo unas declaraciones a The New York Times para un texto que exponía las dificultades de la prensa española para informar sobre los poderes políticos y económicos.
Aguilar aseguró que “los periódicos están en manos de sus acreedores y también en las de un gobierno que ha ayudado a convencer a los acreedores de que la prensa debe mantenerse con vida en lugar de dejarle morir de asfixia a causa de sus deudas”. Además, señaló, “es una situación de dependencia que ha hecho un daño terrible a la credibilidad de los medios de comunicación en este país”.
El otro caso fue la censura del director del diario, Antonio Caño, a un artículo de Rafael Méndez y Manuel Altozano, que abordaba el conflicto de intereses de Sáenz de Santamaría al pronunciarse en el Consejo de Ministros sobre las decisiones relativas a Telefónica, donde su marido, José Iván Rosa Vallejo, trabaja como responsable jurídico para la división internacional.
“Justicia permite a Santamaría tratar asuntos de Telefónica, donde trabaja su marido”, decía el titular. Sin embargo, Caño ordenó cambiar el titular en la versión de internet, que apareció así: “Santamaría se abstiene en los asuntos de Telefónica pese a no estar obligada”. Los dos periodistas decidieron retirar su firma del artículo y a los pocos días abandonaron el periódico. El hecho provocó gran revuelo en la redacción.
“Estas son las muestras del nuevo pacto para construir un nuevo aparato mediático ligado al Partido Popular”, dice Juste a Proceso.
Abunda que mediante Santamaría “se controla Prisa con publicidad institucional, con gestiones para que el poder financiero y empresarial de España controle el consejo de accionistas del mayor grupo de medios en español.
“Esto no hace de Prisa una plataforma de comunicación sino de representación de grandes grupos empresariales, que son los tres principales y más influyentes del país, que es La Caixa (donde participa Carlos Slim), Telefónica (que cuenta con participación accionarial de La Caixa) y Santander. Obviamente, en ese entramado de intereses está BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo, que es accionista de Telefónica y de Santander.”
Y en ese pacto, con el concurso de Santamaría, Prisa también es “un medio de representación de esa vieja guardia política que busca frenar la difusión de los casos de corrupción que implican al Partido Popular o que busca crear una opinión pública artificial, como es la difusión en El País de la supuesta injerencia rusa en el proces catalán, que luego el gobierno retoma y construye una argumentación que usa como nuevo relato para atacar a los independistas.
“Por eso el agotamiento de Prisa y sus medios es símbolo del agotamiento de este estamento político y económico de la transición”, asegura Juste.
Este reportaje se publicó el 10 de diciembre de 2017 en la edición 2145 de la revista Proceso.