Argentina: El legado de Perón
BUENOS AIRES (apro).- El Instituto Nacional Juan Domingo Perón tiene su sede en Buenos Aires. Su director, Lorenzo Pepe, fue diputado nacional entre 1983 y 2003.
El 17 de octubre de 1945, cuando contaba con apenas 14 años de edad, Lorenzo Pepe participó en el día fundacional del peronismo. Su padre lo llevó hasta la Plaza de Mayo. Una multitud reclamaba allí la libertad del entonces coronel Perón. La labor de este incipiente líder al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión se había vuelto intolerable para los sectores militares y civiles más conservadores. Perón fue liberado inmediatamente. En 1946 asumió la Presidencia a través del voto. El joven sindicalista ferroviario Lorenzo Pepe comenzó a tratarlo regularmente. La relación política y personal se extendió hasta la muerte del líder, el 1 de julio de 1974.
“Han pasado casi 70 años desde la aparición del peronismo, y 40, ahora, este 1 de julio, de la partida de Perón a la inmortalidad”, dice Lorenzo Pepe a Apro.
“Perón no ha muerto para muchos argentinos, entre ellos para mí, porque tuve la suerte de verlo en el exilio, fuera del poder, lejos del poder. Y hay un aspecto de Perón que a mí me conmovió en el trato personal: el humanismo enorme que tenía”, dice el exlegislador.
La violenta lucha dentro del peronismo por la herencia política del líder comenzó mucho antes de su muerte. El peronismo revolucionario de Montoneros pugnaba por una “patria socialista”. El peronismo ortodoxo, ligado a la Confederación General del Trabajo, quería alcanzar el Estado de bienestar a través de la “concertación de clases”, tal como preveía la doctrina peronista.
Tras el golpe militar del 24 de marzo de 1976, miles de jóvenes de la izquierda peronista fueron secuestrados, desaparecidos y asesinados.
Argentina dejó atrás la dictadura en diciembre de 1983. Los herederos de Perón han gobernado 23 de los 30 años del proceso democrático inaugurado entonces. Entre 1989 y 1999, bajo la presidencia de Carlos Menem, el peronismo abrazó la ideología neoliberal; se alineó con Estados Unidos y siguió las premisas del Consenso de Washington. Desde 2003 hasta la fecha, el peronismo de Néstor y Cristina Kirchner ha asumido un sesgo progresista.
Lorenzo Pepe admira la capacidad de Perón para crear un movimiento de masas con elasticidad y gran capacidad pragmática. “Hemos creado una doctrina, para utilizarla como montura, para cabalgar sobre la coyuntura de la historia”, cita Lorenzo Pepe a Perón, emulando a la perfección la voz del líder. Evoca así las ideas del político más influyente de los últimos 70 años en Argentina.
En la oficina de Lorenzo Pepe hay varios cuadros de Perón. Una foto de Eva, hermosa, radiante, sentada de espaldas, mientras se peina en un gran espejo, que la refleja de frente. En un rincón la Virgen de Luján. Arriba cuatro crucifijos. El caudillo federal Juan Manuel de Rosas. El pensador argentino Arturo Jauretche.
Lorenzo Pepe hace descolgar una foto que lo muestra junto al líder. El joven sindicalista compartió durante 25 días de 1966 el largo exilio de Perón en Madrid.
“Yo lo lloro a Perón –cuenta–. Cuando lo recuerdo a Perón, abrazándome… Mire la altura, yo tengo un metro noventa. Era un hombre grandote. Este hombre me apretó fuerte. Cuando yo les cuento a los pibes, llego ahí, a ese momento, y a mí se me ahoga la voz, no sé lo que me pasa”, dice. “Pero lo recuerdo a Perón… no lo voy a poner al nivel de mi padre, porque yo lo adoré a mi viejo, y era mi padre. Pero Perón fue un poco padre de mucha gente”, sostiene.
La capacidad de persuasión de Perón no ha tenido correlato en la arena política argentina desde su muerte hasta el presente. Lorenzo Pepe toma prestada una vez más la voz del líder para recordar algunas palabras que explican su vigencia. “Más vale persuadir que obligar”, cita. “Un jefe, que tiene capacidad de persuadir a su gente, es seguido hasta el final de la batalla. Ahora, un obligado, en la primera esquina se le raja”.
El Instituto Nacional Juan Domingo Perón ocupa una casona del barrio de La Recoleta, donde viven los sectores más adinerados de Buenos Aires. La mansión, que conserva la fachada y los vitrales originales, era la casa de maestranza del Palacio Unzué, la antigua residencia presidencial, destruida por la “Revolución Libertadora”, el gobierno militar que en 1955 desalojó a Perón del poder.
En esta casa pasó Eva Perón parte de sus últimos meses de vida. “Viva el cáncer”, pudo leerse en una pared en esta misma calle mientras la “jefa espiritual del Movimiento” agonizaba. Hoy Cristina Kirchner es objeto de todo tipo de insultos en los foros de los medios opositores.
“Mire, si usted se muere albergando odio en su corazón, no descansa ni después de muerto”, resume su parecer Lorenzo Pepe.
Antiperonismo
El ingeniero Antonio Berti vive en un edificio elegante en un barrio de clase media en el norte de la ciudad de Buenos Aires. “Sí, yo me siento antiperonista”, dice a Apro.
Este sentimiento se extiende en Antonio Berti desde la adolescencia. Inició sus estudios universitarios durante el segundo gobierno de Perón, entre 1951 y 1955. Temía sufrir alguna represalia por lo que decía en público. “Siempre lo consideré como un dictador, un hombre con mucho carácter”, dice Berti. “Con gran conocimiento histórico, es cierto, hablaba y convencía a la gente, tenía esa facilidad de palabra, mucho mejor que estos gobernantes actuales, en el sentido de que tenía más llegada a la gente. Y por otra parte estaba formado, era profesor de historia, y tenía una gran formación”, concede.
Los opositores a Perón le achacaban autoritarismo y restricción de las libertades individuales. El peronismo, por su parte, siempre ha identificado en esta oposición de los sectores sociales medios y altos una forma de rencor por la pérdida de privilegios. La organización de los trabajadores en un movimiento que además era gobierno causaba escozor y miedo en esos sectores.
Antonio Berti no ve al menemismo de los noventa ni al kirchnerismo actual como gobiernos verdaderamente peronistas. “Aprovecharon el nombre de Perón y de Eva Perón para hacer sus negocios e instalarse en el poder, digamos, pero no lo quieren a Perón”, dice. “El kirchnerismo no lo quiere a Perón. No lo menciona”.
“Perón fue, es y será un revolucionario para nuestra historia”, dice a Apro Eugenia Nogueira, con una bandera de la agrupación kirchnerista La Cámpora sobre los hombros, mientras otros militantes hacen sonar sus bombos en una calle contigua a la Plaza de Mayo.
“Convengamos que Perón hizo del trabajo, la salud y la educación los ejes principales en sus gobiernos –dice–. Entonces hoy es un legado a través de Cristina, de Néstor (Kirchner), que siguieron la misma conducta de Perón y de Evita, su gran compañera”.
Nogueira es maestra. Como militante realiza trabajo social en una “villa de emergencia” (colonia pobre). Esta tarde es parte de un grupo de alrededor de 500 militantes que espera seguir desde una pantalla gigante, emplazada en el patio del Cabildo, el acto oficial que encabeza en Rosario la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
En estos 40 años que se cumplen de la muerte de Perón, el peronismo ha tenido rostros muy diferentes. Nogueira es muy crítica del peronismo neoliberal de los noventa. Ve continuidades entre el “peronismo de Perón” y el kirchnerismo. “Perón vivo se muestra cuando hay más fuentes de trabajo, cuando las fábricas se abrieron, cuando las industrias se volvieron a reconstruir, cuando amplios sectores salen de la pobreza”, dice.
De cortísimo cabello rubio y ojos claros, esta militante ve grandes diferencias entre el antiperonismo del siglo pasado y el antikirchnerismo, el Anti-K de la actualidad.
“El antiperonismo del cincuenta era estructurado; el de hoy no tiene ni proyecto ni estructura política”, afirma Nogueira. “Este de hoy no es muy creíble, sobre todo cuando hay un medio de comunicación tan grande como el Grupo Clarín sosteniendo este Anti-K”, dice.
Monumento
Carlos Benavídez se define a sí mismo como un escultor expresionista. Es el encargado de construir el primer monumento a Perón en la ciudad de Buenos Aires. Ganó un concurso para tal fin organizado por la Legislatura porteña.
“Perón va a estar mirando hacia allá, dando la espalda a la Aduana”, dice a Apro, mientras recorre el lugar donde se erigirá la obra. La plaza elegida tiene un fuerte contenido simbólico. Detrás está la Aduana Nacional. Hacia el norte se divisan la Casa Rosada, sede del gobierno, y el edificio del Comando en Jefe del Ejército.
Después de hablar con varios historiadores, el escultor decidió correr el riesgo de representar a Perón en su postura más conocida, con ambos brazos levantados, como cuando saludaba a las multitudes en los actos públicos.
“Eso sí, lo planteé dando un paso al frente –explica–. Él tiene una formación militar, incluso como presidente muchas veces ha recibido a otros presidentes vestido de militar, así es que eso lo marca. Yo hago al estadista en realidad, pero en cuanto a su actitud, la mirada al frente, el pecho erguido, como militar –dice–. Y los brazos levantados y su sonrisa. Su sonrisa que la utilizaba para bien y para mal. Nadie sabía bien qué te estaba diciendo Perón con su sonrisa. Eso me lo marcaron todos: su sonrisa, su sonrisa”, sostiene.
Benavídez no proviene de las filas del peronismo. Su escultura en bronce tendrá siete metros de altura. Busca transmitir el carácter y el espíritu del personaje. En la base habrá relieves que representan a la clase trabajadora.
“Yo creo que el monumento va a generar lo mismo que ha venido generando el peronismo desde siempre: acuerdos y desacuerdos; gente que lo odia y gente que lo va a endiosar”, predice. “El argentino es extremista. Somos bastante apasionados –sostiene–. No creo que el monumento vaya a pasar desapercibido. Eso creo que es importante. Nadie puede negar la importancia de Perón en la historia política argentina”.