Sudáfrica, el legado del 'apartheid'
MÉXICO, D.F. (apro).- La masacre de Marikana rompió en pedazos la ilusión del Congreso Nacional Africano (ANC) –el partido que ha gobernado Sudáfrica desde la caída del apartheid– y de sus aliados, los sindicatos y el Partido Comunista, de ser garantes de la liberación y la transformación económica de Sudáfrica.
“El mundo se ha puesto de cabeza”, dice Jonathan Faull, experto en política africana, quien en entrevista detalla que el partido del presidente Jacob Zuma es ahora una organización completamente diferente a la que ganó el poder en 1994, cuando se realizaron las primeras elecciones democráticas y universales en Sudáfrica.
“El partido se ha transformado de un movimiento de liberación, liderado generalmente por clase media y trabajadora, a un partido político fuertemente influenciado por el dinero y la elite acomodada”, acota.
Faull ejemplifica en la figura de Cyril Ramaphosa, antiguo miembro del ANC, creador de uno de los sindicatos clave del país, la Unión Nacional de Mineros, hoy convertido en un reconocido hombre de negocios de minas.
En los últimos cuatro años, Sudáfrica aparece siempre entre los siete países más desiguales del mundo, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además, la mitad de los sudafricanos continúan viviendo en la pobreza.
Faull explica que estos factores son complicados por la coincidencia de inequidades entre razas y lugares, ya que mientras entre la clase media y los ricos hay mayor diversidad que en el pasado, si se es pobre y desempleado es garantía de ser negro y vivir en el campo.
“Estas condiciones son social y políticamente insostenibles y necesitan ser superadas para que la democracia florezca en Sudáfrica”, dice.
Anota que si bien hay un desarrollo significativo en electrificación, sanidad, acceso a educación y oportunidades económicas después del apartheid, especialmente en la expansión masiva de la infraestructura de seguridad social concedida a pobres, discapacitados, mayores de edad e indigentes, no se ha hecho lo suficiente, más bien al contrario.
El reporte de 2011 de la Comisión de Equidad Laboral menciona que 73.1% de los altos cargos en corporaciones son ocupados por hombres blancos, aunque son sólo 6.7% de la población económicamente activa.
“El legado del apartheid permanece, especialmente en la profundización y racialización de la inequidad, el alto desempleo y una larga trampa de pobreza en la que muchos sudafricanos viven todavía”.
Ocupación peligrosa
Durante 2011, unos 128 mineros perdieron la vida trabajando. Este número excluye la minería ilegal en filones abandonados, donde no hay regulación ni condiciones de seguridad y las muertes no son reportadas.
“La minería en Sudáfrica es una ocupación peligrosa”, dice Faull.
Desde sus demandas, los muertos de Marikana develaban las malas condiciones de trabajo, la violencia, el sectarismo que no son más que la punta del iceberg de los problemas del anfitrión de la Copa Mundial de Futbol en 2010.
De acuerdo con el experto, las raíces de los problemas están en 350 años de colonialismo y apartheid, y es ingenuo pensar que 20 años de liberación serán capaces de completar la transformación del legado del pasado. También opina que los actuales niveles de crecimiento económico son insuficientes para terminar con la pobreza, y por el contrario, el gobierno ha impulsado políticas económicas ortodoxas y conservadoras que no han impactado las vidas de los pobres.
De acuerdo con la base de datos CIA-Worldfactbook, Sudáfrica es el tercer país con más desempleo del mundo (48.2%), así como con más personas con VIH/sida, (más de cinco millones).
Además, la violencia sexual se ha vuelto viral, pues el tema se ha recrudecido a partir de un video que en abril de este año mostraba la violación en masa de una joven de 17 años. Según datos de Médicos sin Fronteras, una mujer es violada en el país cada 26 segundos.
Aunado a ello, la xenofobia ha crecido desde el 2008 contra inmigrantes ilegales de países vecinos en conflicto, como Mozambique y Zimbabwe. La brutalidad policial se ha recrudecido, pues el Centro de Estudios de Violencia y Reconciliación publicó en su reporte anual de 2011 que la policía tiene mucho que ver con estos conflictos, tanto por responder lentamente como por supuestas torturas contra líderes de protestas sociales.
“Sudáfrica es un país complicado y asuntos que no recibieron atención durante los días del apartheid, están ahora saliendo a la luz”, dice a Apro Ryan Williams, un bloggero africano.
Aunque aclara:
“En las democracias hay manifestantes y debate, hay prensa libre. En Sudáfrica, casi todos los medios se oponen al ANC”, abunda, y “yo estaría más preocupado sobre el estado de la democracia en Sudáfrica si no hubiera protestas”.
Esperando a los bárbaros
En Esperando a los bárbaros (1990), el Nobel de Literatura africano, J.M. Coetzee retrata un imperio civilizado, recto, bien establecido, amenazado por tribus bárbaras. Además de ser un análisis de la condición de un imperio, esta novela trata sobre el encuentro desigual y la rebelión del “otro”. En su novela Desgracia (1999), Coetzee expone la sutileza de la nueva explotación, la exclusión y las huellas traumáticas después del apartheid.
“Los excluidos y marginales de Sudáfrica están paralizados por las condiciones de pobreza que enmarcan su vida”, dice Faull cuando se le pregunta sobre una posible Primavera sudafricana.
“Cuando la mayor parte del tiempo se gasta en sólo subsistir, es muy difícil construir una plataforma política, o las redes necesarias para acciones nacionales”, aclara.
El experto anota que habrá, posiblemente, una proliferación de pequeñas y espontáneas protestas sobre falta de servicios, algo muy común en Sudáfrica, y el encumbramiento de líderes populistas como Julius Malema (exANC), quienes tienen la habilidad de encaminar las frustraciones y quejas de los pobres.
Otros liderazgos han surgido, como la red radical Alianza de la Gente Pobre, que incluye movimientos de personas sin tierra, de desalojados y organizaciones rurales. De acuerdo con su página de Internet, estos movimientos están en contra de la democracia a través del voto y buscan forjar poder social desde las comunidades.
“Generalmente no encuentran espacio en las instituciones políticas formales para que sus quejas y preocupaciones tengan voz”, dice Faull, “este fallo institucional es un fallo democrático. El debate político es preservado por las elites, y de los pobres, excepto cuando se necesitan sus votos, se espera que sean agradecidos”.
En diciembre hay elecciones internas del ANC y, para el experto, Marikana servirá para aquellos que buscan remover a Jacob Zuma –a quien Malema exigió la renuncia– y sus aliados del ejecutivo nacional del ANC, además de que tendrá influencia en el punzante debate sobre la posible nacionalización de las minas.
Williams explica que el gobierno ha decidido establecer una comisión de investigación en Marikana. Para él, el Estado necesita hacer más en relación de asegurar los mecanismos para ayudar a los sindicatos y corporaciones a llegar a arreglos, y debe ser neutral para prevenir violencia en la protesta social.
“Ojalá y el ANC o cualquier liderazgo elegido en diciembre aprenda las lecciones de Marikana, y su deseo de mostrar un liderazgo para los retos que el país enfrente”, dice Faull.
Mientras tanto, los mineros continúan en huelga, ahora con el reclamo de justicia por los muertos del 16 de agosto y sus 257 presos, quienes están a punto de ser culpados de “provocar la reacción de la policía”. Igualmente, los trabajadores de Anglo American Platinum, la líder global de suministro de platino, y de la Royal Bafokeng, ya se encuentran en huelga o exigiendo mejores condiciones de trabajo.