Futbol europeo

Oliver Kahn: La perfección como pasión

Oliver Kahn, que este sábado cumple 55 años de edad, es considerado uno de los mejores porteros en la historia del futbol. En 2001 y 2002 estuvo a un paso de ganar el Balón de Oro de la FIFA.
sábado, 15 de junio de 2024 · 15:45

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-  Oliver Kahn se erigió como un jugador que llevó al límite sus capacidades. En la búsqueda por la perfección se constituyó como un arquero que a toda costa defendió su arco y comprendió que no había mejor manera de hacerlo que teniendo el balón en sus manos, sin importar lo que esto costara.

Rolf Kahn, su padre, jugó como futbolista profesional en el Phönix Bellheim, FC 08 Homburg, SG Stupferich, pero el mediocampista brilló en el Karlsruher SC. Oliver nació el 15 de junio de 1969 en Karlsruhe y, a diferencia de su padre, no se interesó En desempeñarse en el mediocampo, sino en el arco, posición en la que jugaba su héroe, Sepp Maier.

El abuelo de Oliver nació en Letonia y trabajó para la Armada Alemana durante la Segunda Guerra Mundial, al finalizar ésta se mudó a Alemania, por lo que en la casa Kahn la disciplina militar fue fundamental. Después de retirarse del futbol profesional, Rolf se convirtió en entrenador de las fuerzas básicas del Karlsruher, club al que Oliver se integró. Ahí pulió cada detalle para vivir sin errores, fortaleció sus debilidades y maximizó su eficacia bajo el arco. 

El 27 de noviembre 1987 debutó con el primer equipo. Se convirtió en pieza fundamental, tanto que sus atajadas ayudaron al club a clasificarse a la Copa UEFA para la campaña 1993/94. En ese torneo el Karlsruher venció 7-0 al Valencia en la segunda ronda, el marcador global fue de 8-3. Los alemanes cayeron en las semifinales ante el cuadro austriaco Casino Salz —hoy Red Bull Salzburgo—. A pesar de la derrota, las actuaciones de Oliver Kahn llamaron la atención de diversos equipos, entre ellos del Bayern Múnich.

Kahn decidió que su nuevo hogar estaba ahí, en esa maquinaria bávara con sed inagotable de títulos. Atajada tras atajada se consolidó como el arquetipo del cancerbero ideal, no sólo de Alemania, sino a nivel mundial. Se caracterizó por la gran fuerza de sus piernas y brazos, digna de un tanque, que se mezclaban con la agilidad para cambiar de dirección cualquiera de sus extremidades cuando se encontraba en el aire, sin dejar de lado su rapidez para anticiparse ante algún tiro, por lo que en muchas ocasiones dejaba sin ángulo a quien osaba a bombardear su guarida.

A esto se sumó su liderazgo nato. Oliver Kahn no sólo se expresaba con las manos o pies, también lo hacía con la boca. Más que hablar gritaba, de hecho, su carácter rápidamente, así como sus lances y salvadas, hicieron eco en el orbe futbolístico.

Así como a sus manos llegaba la redonda, también lo hicieron los títulos. Aunque claro, como en toda historia, para saber ganar hay que aprender a perder y esa lección la aprendió lejos de Múnich, exactamente en Barcelona.  En la final de la temporada de 1998/99 de la UEFA Champions League se encontraron el Manchester United y Bayern Múnich.

El cuadro muniqués lideró durante prácticamente todo el juego el marcador, pues el mediocampista Mario Basler anotó desde el minuto 6. La consumación de la victoria estaba cerca. Sin embargo, dos tiros de esquina cambiaron el guion en el Camp Nou. El silbante Pierluigi Collina agregó tres minutos de compensación. En el primer tiro de esquina, Teddy Sheringham batió a Kahn. En el tercer minuto del agregado Ole Gunner Solskjær colocó las cifras definitivas y el Bayern Múnich perdió 2-1.

Tras aquella pesadilla, el Bayern se repuso y en la campaña 2000/01 volvió a la final. El rival llegó desde Valencia. Gaizka Mendieta adelantó al equipo ibérico al minuto 2, sin embargo, Stefan Effenberg igualó las cosas al minuto 50. El juego no pudo definirse durante el tiempo regular, mucho menos en el alargue, el único camino fueron los penaltis.

Mauricio Pellegrino, defensa central argentino, tuvo la encomienda de mantener al Valencia en la pelea por el título, antes el arquero alemán había detenido un tiro de Amadeo Carboni. En este disparo de fe, el balón que salió disparado por la zurda de Pellegrino no encontró las redes, pues las manos de Kahn lo impidieron.

El Bayern ganó 5-4 en los cobros desde los once pasos. Sin embargo y por increíble que parezca, Oliver Kahn no fue tema de conversación por su actuación durante toda esa campaña o el punto culminante durante los tiros de penalti, sino por otra cosa. Al concluir el partido, prácticamente todo el plantel del cuadro muniqués se encontraba festejando, excepto él.

Después de los penaltis, el arquero rival, Santiago Cañizares, terminó detrás de la línea de cal al fondo del estadio arrodillado, con manos y rostro sobre el césped, por supuesto estaba llorando, desconsolado y abatido por la derrota. De entre la multitud se abrió paso Kahn, pidiendo calma a sus compañeros extasiados que se acercaron a él y caminó directo hacia Cañizares. 

Se arrodilló frente a él, acarició su cabello, le brindó palabras de aliento, lo levantó por los hombros y con sus guantes tomó su rostro. Cañizares, a pesar de la derrota se incorporó. Oliver Kahn, el arquero de semblante adusto, de carácter explosivo y en ocasiones autoritario, dejó de lado la victoria. 

“Recuerdo cuando ganamos la tanda de penaltis y Santiago Cañizares, el portero del Valencia, se quedó llorando en la línea de gol. Sabía lo que sentía, ya que experimenté algo parecido en 1999”, comentó Kahn en entrevista para UEFA en 2013.

 

 

En la Copa Mundial de Corea-Japón 2002, die Mannschaft (el Equipo) tuvo un paso avasallador. Su practicidad y eficacia se vio reflejada en números que fueron sus principales argumentos para conducir su destino hasta la final. Jugadores como: Thomas Linke, Carsten Ramelow, Dietmar Hamann, Torsten Frings, Bernd Schneider, Miroslav Klose, Oliver Neuville, entre otros y claro, capitaneados por Oliver Kahn, se encontraron frente a Brasil en la afrenta por el título.

Los ojos de orbe no hicieron más que mirar una batalla directa entre las máximas figuras de cada selección, por un lado der Titan (el Titán) y en el otro, Ronaldo Nazário, también conocido como o Fenômeno (el Fenómeno). La antítesis por naturaleza: uno intentando profanar el arco, mientras que el otro lucharía hasta el límite por evitarlo.

La gesta se decantó a favor del artillero brasileño, quien logró su cometido no sólo en una ocasión, sino en dos. Kahn jugó lesionado aquella final. Se hizo daño en los dedos meñique y anular. Posteriormente se supo que se había roto un ligamento de la mano. Su orgullo no le permitió dejar la cancha, además, en ese momento ningún otro portero podía haberle hecho frente a Ronaldo más que él.

Al concluir el juego, Kahn permaneció sentado sobre el campo, con su espalda recargada sobre uno de los postes de su arco, mientras miraba a los lejos cómo los brasileños se inundaban de fiesta con la Copa del Mundo como invitada de honor. Su soledad lo ahogó, pero no lo mató.

Oliver Kahn después de la final Alemania vs. Brasil en el Mundial Corea-Japón 2002

El legado del arquero alemán se mide en: ocho títulos de Bundesliga (1996/97, 1998/99, 1999/00, 2000/01, 2002/03, 2004/05, 2005/06, 2007/08); seis Copas Alemanas (1997/98, 1999/00, 2002/03, 2004/05, 2005/06, 2007/08); una Copa de la UEFA, una Eurocopa (1995/96); una UEFA Champions League (2000/01) y una Copa Intercontinental (2001). Mientras que con su selección obtuvo una Eurocopa (1996).

Esto se extiende en lo individual con: Mejor portero de Europa (1999, 2000, 2001, 2002); Portero del año de la UEFA (1999, 2000, 20001, 20002), Futbolista alemán del año (2000, 20001); Arquero del año IFFHS (1999, 2001, 2002); Premio Lev Yashin (2002); Balón de oro/Mejor jugador de la Copa Mundial (2002). Es el tercer futbolista que más partidos ha jugado con el Bayern (632) en todas las competiciones oficiales, sólo por detrás de Thomas Müller (707) y de su ídolo Sepp Maier (709). Oliver Kahn se retiró el 17 de mayo de 2008.

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