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“Veleta”, la mujer que se vistió de hombre para jugar futbol
Ana Carmona Ruiz encontró la manera de luchar contra una sociedad que condenaba que una mujer jugara futbol.“Entraba al campo como mujer, saltaba al campo y luego salía otra vez como mujer. Cambiaba como una veleta”.
(Jesús Hurtado)
CIUDAD DE MÉXICO (apro).– Ana Carmona Ruiz nació el 16 de mayo de 1908 en el barrio de Capuchinos, Málaga. Su papá fue el estibador del puerto malagueño, por lo que la mayoría de su infancia transcurrió cerca de ese lugar. Y fue precisamente en las explanadas de ahí cuando, por primera vez, vio a los marinos ingleses perseguir y patear un balón de cuero.
Tal parece que observar el giro del esférico resultó hipnótico, pues terminó por sucumbir y hacer hasta lo imposible por jugar a eso que llamaban “football”.
Pero Nita –como muchos le decían– no fue la única en aficionarse a ese deporte, también lo hicieron otros porteños. De hecho, rápidamente comenzaron a ocuparse ciertos sitios como campos y a congregarse –tanto aficionados y jugadores– para los partidos.
Nita estaba decidida a tener el balón a sus pies. Desafortunadamente, durante aquellos años –aunque esta situación parece no haber cambiado mucho–, estaba mal visto que una mujer practicara el balompié, pues se pensaba que era inapropiado y perjudicial para su cuerpo, por lo que no debía ser fomentado.
Al ser considerado un deporte “bruto”, solo los hombres podían jugarlo. En todo caso, las opciones que Nita tenía para practicar algo se cerraban a vela e hípica. Sin embargo, la malagueña hizo a un lado los prejuicios y siguió su pasión. En un inicio iba a una explanada cercana al cuartel de Artillería, donde jugaba con otros chicos.
Al regresar a casa, sus padres encontraban en su cuerpo moretones y rasguños, derivados de los partidos, por lo que la castigaban durante días sin poder salir de casa. Por si fuera poco, los vecinos insistían en que sus acciones no eran propias de “una dama”.
A pesar de ello, continuó en la búsqueda de tener el balón consigo. Pero conforme fue creciendo se volvió más complicado el seguir practicando futbol, pues los señalamientos y obstáculos también aumentaron. Es aquí cuando entraron a escena dos personajes que se volvieron sus cómplices: su abuela Ana y el sacerdote Francisco Míguez Hernández.
Complicidad
Gallego de nacimiento, el sacerdote Francisco Míguez Hernández llegó a Capuchinos en 1921. Si bien es cierto que tenía claras sus convicciones religiosas, lo mismo sucedía con su amor por el futbol, así que, a pesar de las directrices educativas salesianas, fundó el Sporting Club de Málaga. El recién nacido equipo contaba con un terreno de juego amurallado al que bautizaron como Estadio Santa Misión.
Ana, la abuela de Nita, trabajaba como la encargada de lavar la ropa de los jugadores y, a sabiendas de la pasión de su nieta por el futbol, no dudó en comentárselo al sacerdote. Cuando Míguez conoció a la chica le dijo que sin problema podía ocupar la cancha para practicar. Desde ese instante, Nita comenzó a ir a ese estadio amurallado, donde se leía la siguiente frase: “El deporte fortalece el cuerpo y el espíritu se entrena en el estadio de la Santa Misión”.
El rumor de que una mujer “rompía las reglas” corrió rápido. Si bien, Nita solo ocupaba la cancha cuando no había partidos, poco importó para aquellos que la persiguieron. Incluso le cortaron el cabello, la golpearon y, en varias ocasiones, terminó en la comisaría, siendo acusada de “alterar el orden público”.
Por supuesto que el sacerdote intervino en su favor siempre que pudo, pero el señalamiento de la sociedad fue tal que su familia quedó marcada y estigmatizada. Al final, Nita terminó por irse a Vélez (provincia de Málaga), donde también tenía familiares.
A pesar de ello, no desistió del balón y gracias a su primo Quero, quien jugaba para el equipo de Vélez FC, entró a trabajar al club como asistente del masajista, además, también se encargó de limpiar la ropa de los jugadores. Por supuesto que aprovechó para seguir entrenando.
Esto no pasó desapercibido para los jugadores, quienes se dieron cuenta de la habilidad que ella tenía con el balón, incluso era mejor con el esférico que muchos de ellos. No olvidemos que al no ser un deporte profesional, había quienes solo jugaban los domingos y, claro, no recibían un salario como tal, otros más lo hacían por unos metros de tela para hacerse un traje o, bien, a cambio unas cuantas pesetas.
Los inicios de “Veleta”: rompiendo las reglas
Nita fraguó una gran amistad con la hermana de Juan Barranquero, este era el capitán de Vélez FC. Ambas lograron convencerlo para que la dejaran jugar. La respuesta fue positiva, pero había un tema, ¿cómo lograrían que una mujer pudiera saltar al campo si estaba prohibido?
Nita había aprendido corte y confección cuando era niña, así que de ahí tuvo una idea. Cortó su cabello y por cualquier cosa, también utilizó una boina que otros futbolistas usaban. Además de vendar su pecho con cintas de algodón, también ajustó el tamaño de los pantaloncillos largos, usó medias altas y camisetas holgadas para que resultara imposible poder distinguir su cuerpo.
Sus compañeros de equipo la aceptaron y dejaron a un lado el que por ser mujer ella “no debía” jugar. Sin embargo, fue un secreto que ocultaron hacia los demás. Antes de cada partido, Nita entraba al vestidor en su papel de encargada de limpieza y salía de él para saltar al campo como futbolista.
A partir de ese momento se ganó un nuevo mote, el de “Veleta”, “por sus constantes cambios de aire”, declaró Jesús Hurtado (periodista y coleccionista de artículos deportivos y descubridor de la historia de Ana Carmona Ruiz). Inclusive, “Veleta” participó en la inauguración del primer campo de futbol “oficial” de Vélez. En un inicio lo hizo como dama de honor junto a la madrina de la cancha, Dolores Castaños Monteleón, y tan solo unos minutos después apareció como futbolista.
Pero, ¿y qué hay de su juego? Aparece en alineaciones, así como en crónicas deportivas de la época, en las que destacan su habilidad con el balón en comparación con compañeros y rivales. “Veleta” jugaba de 10, creativa que cumplía con la función principal de armar el juego y brindar asistencias, aunque se dice que también anotó algunos goles.
Sin embargo, su carrera encontró un alto cuando la Federación Sur y la Junta Local de Árbitros extendieron a todo el territorio ibérico la prohibición para que ninguna mujer pudiera participar en una “competición de hombres”. La normativa llevó a que guardias vigilaran que ninguna mujer entrara a los vestidores de los futbolistas. Nita no volvió a jugar futbol.
Ana Carmona Ruiz, “Veleta”, murió en 1940, tenía 32 años, víctima de tifus exantemático epidémico, también conocido como “piojo verde”. Fue sepultada con las camisetas del Sporting Club de Málaga y del Vélez CF. A su funeral acudieron amigos y compañeros con los que compartió partidos y aquel secreto.
*De su trayectoria deportiva se conservan dos fotografías. En una de ellas aparece caracterizada como un varón con el equipo completo del Vélez CF de 1922.
*En la otra se la distingue sin las caracterizaciones antes de los partidos. Lleva puesto el uniforme del Sporting Club de Málaga. Nita aprovechó unos carnavales para tomarse esta fotografía. Como si fuera un disfraz, parece ser que vio que era el único momento en que podía ser fotografiada libremente de jugadora.