Futbol
Sócrates, el futbolista brasileño que orquestó el futbol democrático
Pronto se diferenció de los demás por tener un golpeo de balón con la sutileza y violencia necesarias para acariciar la red o bien, para llegar con la precisión suficiente a un compañero.CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).–Hace tiempo ya el futbol dejó de ser tan solo una actividad deportiva para transformarse en un tema más complejo, uno que sin duda, termina por repercutir —positiva y negativamente— en la sociedad; política, religión, economía, medios de comunicación, la vida misma forma parte de ello. El balón emula al mundo, ¿o acaso es al revés? Y de ello es que se dio cuenta Sócrates, un jugador que filosofaba con la redonda.
El 19 de febrero de 1954, en Belém de Pará, Brasil, nació Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. ¿El motivo de su nombre? Su padre fue un lector empedernido, poco antes de que su esposa diera a luz, se encontraba leyendo la República de Platón. De hecho, en sus hermanos recayeron también nombres históricos: Sófocles y Sóstenes.
Por motivos laborales la familia se trasladó a São Paulo, donde Sócrates ingresó al colegio religioso de los Hermanos Maristas, es ahí donde tuvo el primer contacto con el balón, pues cada día en el receso hizo del patio su cancha. Su padre y su madre se dieron cuenta de cómo el futbol corría por sus pies, por lo que insistieron en que podría jugar siempre y cuando no se olvidara también de sus estudios.
El golpe
El 31 de marzo de 1964, militares brasileños encabezados por Humberto de Alencar Castelo Branco, propinaron un golpe de Estado contra el presidente João Goulart. Las medidas socialistas establecidas por el gobierno de Jango –sobrenombre con el que se le conocía a Goulart–, no fueron compartidas por las fuerzas armadas y algunos entes extranjeros.
De tal manera que cualquiera que mostró apoyo alguno a éste, terminó siendo perseguido, torturado y desaparecido. Branco duró a cargo del régimen hasta el año de 1997, después de ello asumió el puesto el general Artur da Costa e Silva, quien fue seleccionado por jefes militares afines a la nueva política.
Con tan solo 10 años de edad, Sócrates presenció cómo su padre y madre quemaban la biblioteca familiar, pues muchos de los libros eran de ideología socialista y comunista. Su intención fue evitar ser detenidos y proteger a su familia, ya que los militares profanaban las casas buscando “enemigos” de la dictadura recién instaurada. Sin duda, este hecho marcó la vida del niño brasileño dentro y fuera del césped.
Ingresó a las juveniles del Botafogo Futebol Clube, equipo local de São Paulo. En 1974 fue ascendido al primer equipo, donde jugó un total de 57 partidos. Sus brillantes actuaciones en la posición de enganche obligaron a los grandes cuadros brasileños a mirarle.
En el año de 1978, Sócrates dio muestras de la mezcolanza entre dos de sus pasiones, pues se tituló de la Universidad de São Paulo como médico y, además, firmó su primer contrato como profesional con el Sport Club Corinthians Paulista.
Primeros pasos
Sócrates pronto se diferenció de los demás por tener un golpeo de balón con la sutileza y violencia necesarias para acariciar la red o bien, para llegar con la precisión suficiente a un compañero. Así como su prestancia al momento de conducir el balón, como si éste no encontrara mejor manera de viajar sobre el césped. Además, mostró una agilidad mental que le permitía el no tener que correr tanto como aquellos que pretendían evitar tiros o pases idílicos.
A esto se sumaba sus características físicas: 1,93 m de estatura, cuerpo espigado, con una barba abundante y cabello rizado en color castaño; vaya manera de hacer honor a su nombre, sin olvidar su atípica medida de calzado –para alguien de su estatura–, 37, es decir, su medida de pie era de 23.8 cm (4 de talla en México). Es así como aquel jugador con el 8 en su dorsal debutó y rápidamente eclosionó con un futbol confeccionado en arte.
Sin embargo, a la par que el mediocampista crecía en futbol, también lo hacía la represión dictatorial en Brasil. Lo último no pasó desapercibido para el doctor, como ya era común que se refirieran al futbolista con la dorsal número 8. De tal manera que, Sócrates, ya no solo imaginaba e idealizaba un joga bonito (juego bonito), pues se dio cuenta que, con la redonda a sus pies, podría llegar todavía más lejos.
Futbol como revolución
Para el año 1982, Vicente Matheus culminó su gestión como presidente del Corinthians. El sucesor en el cargo fue Waldemar Pires, quien a su vez, designó como administrador deportivo a un sociólogo interesado en el futbol, Adílson Monteiro Alves. Este cambio llegó en un momento álgido y complejo para el cuadro corinthiano, pues no lograban brillar en el Campeonato Paulista.
Adílson, era un ávido lector, por lo que de inmediato cohesionó una amistad casi inmediata con Sócrates. Y por si fuera poco, ambos pensaban fervientemente que el autoritarismo estaba matando –en diversas formas– al pueblo brasileño. Además, esa misma manera de dirigir también se había impuesto en el equipo corinthiano, así que buscaron una forma de trasladar sus ideales no solo a las canchas, sino a la cotidianeidad del club.
A este pensamiento se sumaron jugadores como: el defensa Wladimir Rodrigues dos Santos, el lateral Zenon de Souza Farias, el delantero Wálter Casagrande, entre otros.
La primera reunión donde instauraron el modo de trabajo se realizó al inicio de la temporada 82´. Se pactó que duraría de 15 a 20 minutos. En palabras del periodista Juca Kfouri, en entrevista con Martín Ainstein en el año 2013: “Fue una reunión que empezó a las 9 de la mañana y que se prolongó hasta las 7 de la noche”.
En dicha charla se establecieron los puntos de aquello que más adelante se conocería como “Democracia Corinthiana”. A través de ella, buscaban que el poder de decisión acerca del club ya no estuviese centralizado, el conservadurismo se resquebrajaba.
La decisión que determinaría el nuevo camino corinthiano era el reconocer que el equipo no solo estaba conformado por técnico y futbolistas, sino por todas las personas que conformaban el club. Todo el grupo: masajistas, asistentes, médicos, entrenadores. Hablar y escuchar. Mediante votaciones se decidía democráticamente sobre diversos aspectos relacionados a la cotidianeidad del equipo brasileño. El club fue un laboratorio de cómo debía ser la vida.
Libertad con responsabilidad
Decidían como grupo, por ejemplo: la duración de entrenamientos, el tiempo que debían permanecer concentrados antes de un partido, sobre cómo los derechos televisivos se repartirían a partes iguales entre todos aquellos que conformaran el club, hasta votaban cuando iban en el autobús y querían o no que éste se detuviera para pasar al sanitario.
Descubrieron que en el futbol hace falta hablar. Y en el campo dejaron claro que sí se escuchaban, pues el Corinthians mostró una notable mejoría en la cancha. Hilaron un futbol en el cual precisamente se veían y jugaba como un equipo. Terminaron como campeones del certamen Paulista de 1982.
Como si de un grito de gol se tratase, el futbol democratizado que se vivía en Corinthians hizo eco en Brasil. “Continuamos nuestro movimiento a pesar de todo y contra todo. Mucha gente estaba en contra nuestra: la prensa y los empresarios. Todos creían que éramos anarquistas”, comenta el exdefensa del Corinthians Wladimir Rodrigues dos Santos, en el documental “Los rebeldes del fútbol”.
En aquel mismo documental, Adílson Monteiro Alves menciona: “Muchos estaban en contra del Corinthians y su democracia. Incluso nos llamaban comunistas barbudos”.
Aquellos genios del balón y locos con conciencia social, pretendían que la libertad que el futbol les dio, fuese más allá de las canchas. Sócrates no perdió la oportunidad de hablar con el pueblo a partir de algo que todos entendían y amaban: el futbol.
La democracia corinthiana encarnaba el deseo de terminar con una dictadura que no escuchaba, pues el ruido de las balas acallaba las voces brasileñas. La tribu que aglutina sus emociones y sentires en ese estadio inerte al que le dan vida, encontraron en el time do povo (equipo del pueblo) un manifiesto político libertario.
Esto no pasó desapercibido para el publicista Washington Olivetto, quien en ese entonces fungía como vicepresidente de marketing del club. Tuvo una idea que materializó, ésta consistió en quitar el nombre del jugador y la publicidad de la parte superior del dorsal de la playera y, en su lugar, colocar la frase “Democracia Corinthiana” en color negro y un rojo que simulaba sangre ¿Qué mejor manera de luchar contra los medios de comunicación? ¿Quién podía censurar el futbol?
Una voz, un voto
Habían pasado ya 18 años desde aquel golpe de Estado que ensombreció a Brasil, a partir de ese momento las fuerzas armadas no habían cesado de arrestar, torturar y deshacerse de opositores a la ideología gubernamental.
La dictadura había suspendido la Constitución (vigente desde 1946), para imponer Actos Institucionales, que no eran más que “normas” que legitimaban cada acto perpetrado por el régimen, una herramienta que legalizaba infinidades de acciones, sin importar cuáles fueran.
Sin embargo, la cúpula militar ya no podía contener el malestar que se replicaba en cada rincón de Brasil, por lo que promulgaron una ley electoral para que, por vez primera, desde que tomaron el poder, se llevaran a cabo votaciones para elegir gobernador regional.
Así, Corinthians cambió el mensaje en su dorsal de “Democracia Corinthiana” por el “Dia 15 Vote” (Vota el día 15), pues las votaciones se realizarían el día 15 de noviembre. El equipo corinthiano buscaba provocar, pero más que al gobierno, pretendía hacerlo con el pueblo brasileño; incitarlos a que se manifestaran y exigieran el sufragio universal. Los resultados fueron positivos para la oposición, 7 de cada 10 votos fueron para esa facción.
Esto fue todo un punto de inflexión. No solo se convirtieron en la voz del deporte brasileño, sino en la de toda una nación que yacía bajo el subyugo del autoritarismo. La efervescencia sociopolítica entraba en sintonía con el futbol desplegado por el equipo del pueblo.
No siempre gana el mejor
Fue durante el cotejo mundialista de España 1982, que el seleccionado brasileño desplegó futbol como si de arte se tratase. Telê Santana da Silva, fue el timonel de aquella escuadra, técnico que desentonaba con el resto de sus pares, pues la mayoría buscaba asegurar la victoria a partir de la defensa, es decir, se preocupaban más por cuidar que su arco no fuera imbatido en lugar de pretender anotar al contrario.
La esencia y estilo de tratar bien al balón parecía más una improvisación artística que una metodología: Waldir Peres (portero, de São Paulo), Leandro (defensa, de Flamengo), Júnior (defensa, de Flamengo), Toninho Cerezo, (mediocampista, de Atlético Mineiro), Sócrates (mediocampista y capitán, de Corinthians), Zico (mediocampista, de Flamengo), Falcão (mediocampista, de AS Roma), entre otros, fueron quienes sedujeron al orbe futbolístico.
La verdeamarelha lideró su grupo al ganar sus tres encuentros (2-1 Unión Soviética, 4-1 Escocia, 4-0 Nueva Zelanda). En la segunda fase venció 2-1 a la Argentina liderada por Maradona. Para después encontrarse con una Selección Italiana que, hasta ese momento, había conseguido tan solo 1 victoria en 4 juegos disputados (fue segunda de su grupo tras empatar en 3 ocasiones).
Todos daban a los sudamericanos como ganadores, sin embargo los 90 minutos tuvieron un guion diferente. Lo impensable, Italia venció a la favorita Brasil. Un Paolo Rossi en estado de gracia anotó los 3 tantos que dejaron sin posibilidad alguna a los 2 conseguidos por Brasil. La Azzurra terminó conquistando ese Mundial.
“Tal vez no llegamos a ser los campeones, pero nuestro equipo ya es el mejor de este Mundial. ¿Perdimos? Mala suerte y peor para el futbol”, dijo Sócrates tras caer en España 1982.
Resistir
El 14 de diciembre de 1983 enmarcó el segundo juego de vuelta entre Corinthians y São Paulo Futebol Clube, esto por la final del Campeonato Paulista. En el encuentro de ida la escuadra corinthiana ganó de visita 0-1, y en el de vuelta, empataron, lo que favoreció al equipo del pueblo para adjudicarse el bicampeonato. Sin embargo, hubo un hecho aún más trascendental que el futbol.
La escuadra liderada por Sócrates salió al césped del Estadio Municipal Paulo Machado de Carvalho —su cancha—, escudada tras una pancarta en la que se leía: Ganhar ou perder, mas sempre com democracia (Ganar o perder, pero siempre con democracia).
En ambos partidos, Sócrates anotó y, en los dos, tras marcar, levantó su brazo derecho con puño en lo alto en apoyo a la resistencia del pueblo brasileño. Si la redonda era parte fundamental de aquella nación sudamericana, ¿por qué no serlo también la libertad?
Si bien el 8, dejaba claro que sus convicciones sociales e intelectualidad eran parte fundamental de su esencia, también lo seguía siendo su trato con el balón. Esto no pasó desapercibido para diversas escuadras en el extranjero que le pretendían. Una de ellas fue la Associazione Calcio Firenze Fiorentina.
La conciencia del pueblo brasileño para luchar por sus ideales cada vez aumentaba más. Al tiempo que el régimen militar perdía autoridad frente a las manifestaciones. En 1984, surgió una campaña política conocida como Diretas Já (Directas ya), la cual pugnaba por la Enmienda Constitucional Dante de Oliveira, que tenía por objetivo el garantizar el voto libre para elegir al presidente de la nación. La última palabra para ello la tendría el Congreso Nacional de Brasil.
A partir de eso un clima de fiesta comenzaba a respirarse en Brasil. En una de las tantas manifestaciones públicas, el 25 de enero de 1984 en el parque Vale do Anhangabaú, São Paulo, Sócrates apareció en un estrado. Cuando tomó el micrófono dijo que si las elecciones eran aprobadas por el Congreso, no se iría a jugar a Italia, permanecería con su gente: “¡Si la enmienda continúa, no dejaré el país!”, sentenció.
Sin embargo, no se lograron los dos tercios necesarios para garantizar las elecciones. El club de Florencia pagó 500 millones de pesetas (3.005.060,522 de euros). Arribó a la ciudad del Renacimiento en el año de 1984. La democracia corithiana terminaría prácticamente a la par de su salida, pues en las elecciones internas del club para presidente ya no ganó Roberto Pasqua, por consecuencia tampoco estaría Adílson Monteiro Alves, impulsor de dicha ideología.
El regreso de Sócrates
El mediocampista brasilero permaneció en la ciudad itálica durante la temporada 1984-85. Apenas jugó 25 encuentros y anotó 6 goles; el conservadurismo europeo contrastaba con su radicalidad.
Regresó a su país para jugar con el Clube de Regatas do Flamengo (1985-1987), pasó también por el Santos Futebol Clube (1988-1989). Y jugó un partido de despedida con el Botafogo de Ribeirão Preto el 12 de noviembre de 1989.
Incursionó en la medicina, lo hizo también como técnico de futbol y hasta como compositor y cantante, pero al parecer nada le llevó a experimentar la exacerbación de emociones y sentires como lo hizo el futbol y la política.
Brasil —en teoría— recuperó la democracia en 1985, cuando José Sarney asumió la presidencia. Tras llegar al cargo, restauró las libertades civiles, y aprobó una nueva Constitución en 1988, en la cual se restauraba la elección directa del presidente de la República.
De acuerdo a un informe entregado en 2014 por la Comisión Nacional de la Verdad (CNV), durante la dictadura militar brasileña, se indicó que los militares fueron responsables de 421 asesinatos y desapariciones de adversarios políticos del régimen.
Aunque también reconocieron que la cifra podría ser mayor, pero la poca colaboración del aparato militar en la investigación, hasta ahora, no ha permitido llegar más allá. Sumado a esto, está el hecho del hallazgo de campos de concentración donde mantenían a pueblos indígenas.
Adiós, Sócrates
Sócrates murió el 4 de diciembre del 2011, a causa de un choque séptico de origen intestinal, esto derivado de una bacteria. Mucho influyó su abierto gusto por el alcohol y el cigarro, sumado a que en su etapa como jugador pocas veces entrenaba, pues de acuerdo a su filosofía deportiva estaban los que corrían y los que pensaban.
El día que falleció, el Corinthians conquistó el título del Campeonato Brasileño de Serie A ante la Sociedade Esportiva Palmeiras. Aquella tarde, las gargantas no enmudecieron en el minuto de silencio, sino que transpiraron exultantes al unísono en un solo clamor: “¡Adeuos…Doutor, Sócrates!”. Mano derecha arriba y puño en lo más alto.
En algún momento, el orquestador del futbol democrático, reconoció que aquellos libros que ardían ante él con una llama trémula, fueron el motor que lo llevaron a encontrar a través del balón el escenario más que idóneo para no solo hipnotizar con su juego, sino con mostrar un discurso de libertad.
“Muchas veces pienso si podremos algún día dirigir este entusiasmo que gastamos en el futbol hacia algo positivo para la humanidad, pues a fin de cuentas el futbol y la tierra tienen algo en común: ambos son una bola. Y atrás de una bola vemos niños y adultos, blancos y negros, altos y bajos, flacos o gordos. Con la misma filosofía, todos a fantasear sobre su propia vida”. (Sócrates)