Bob Marley

Bob Marley, el amor por la pelota

Bob Marley "jugaba como volante creativo o delantero, poseía la habilidad y velocidad para dejar atrás a los adversarios más grandes, compensando su complexión delgada y baja estatura", comentó a Rolling Stone, Allan Cole, delantero jamaiquino de la década de los sesenta.
jueves, 12 de mayo de 2022 · 18:35

“¡Libertad! El futbol es libertad”. (Bob Marley)

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El 21 de mayo de 1981, las nubes grisáceas abrazaron el cielo azul de Kingston, Jamaica. El viento parecía mecer cual olas a la gente que, entre sollozos y cánticos, flotaba a ritmo del reggae en el paraíso caribeño para despedir al hijo predilecto de esa tierra, quien también fue ídolo, ícono, músico y, por supuesto, quien ahora es leyenda.

Del matrimonio entre Cedella Booker, afrojamaiquina y del militar Norval Marley, jamaiquino blanco de ascendencia inglesa, nació el 6 de febrero de 1945, Robert (Bob) Nesta Marley, en un pueblo llamado Nine Miles, en Jamaica. Debido a la mezcla racial de sus genes, Bob sufrió racismo, tanto por parte de negros como de blancos jamaiquinos, pues conocían su mestizaje, lo que no le permitió tomar un lugar dentro de esa sociedad. Sin embargo, esto jamás supuso que se avergonzara de sus orígenes, aunque él se identificó plenamente como negro.

 

Un amor lleno de ritmo

En 1955, Norval Marley murió, época en la que Robert tenía apenas 10 años de edad. Esto obligó a Cedella Cooker a mudarse a Trench Town, un humilde barrio de Kingston, para así intentar buscar una vida mejor para ella y su hijo. A la par que Bob iba demostrando una pasión innata y talento por la música -mezclada con una evidente y creciente preocupación social-, también dejó muestras claras de su pasión por el futbol. Días, tardes y noches, se llenaron de notas musicales, lecturas y de patadas al balón. Bob Marley y el futbol iban de la mano.

Allan Cole, delantero jamaiquino de la década de los sesenta que militó en el club Santos de Jamaica, en los Atlanta Chiefs de la North American Soccer League (NASL, por sus siglas en inglés) y en el Náutico del Campeonato Brasileño de Serie A, comentó acerca de Bob Marley en entrevista para la revista Rolling Stone en el año 1999: “Jugaba como volante creativo o delantero, poseía la habilidad y velocidad para dejar atrás a los adversarios más grandes, compensando su complexión delgada y baja estatura –medía 1.70 cm–, pudo haber desarrollado una gran carrera en el circuito profesional, aunque quizá no tan exitoso como lo hizo en la música”.

 

Santos y Pelé: una admiración genuina

Allan Cole también fue manager de Bob Marley and The Wailers, y amigo cercano del cantautor. Ambos amaban el balón y la música. En horas previas a los conciertos o descansos a las jornadas de grabación, Marley y los músicos que le acompañaban, aprovechaban para jugar con la redonda. Y ni qué decir de acudir al televisor para poder mirar partidos durante las treguas del trabajo.

Mucho se ha hablado sobre su equipo favorito de la liga nacional de su país, Boys’ Town Football Club, y aunque era un seguidor entusiasta del cuadro oriundo de Kingston, su devoción era clara: Santos Futebol Clube, equipo brasileño comandado por Edson Arantes do Nascimento, Pelé. De hecho, Marley normalmente jugaba con una camiseta de Brasil, por supuesto, una clara referencia a quien tanto admiraba, comentaría Allan Cole en 2001 en una entrevista ofrecida al diario argentino Olé.

En 1978, durante la gira promocional del álbum Exodus, Bob realizó una escala en Brasil, pues fue invitado por Paulo Cézar Lima –delantero brasileño que salió campeón en el Mundial en México 70´– para un partido a beneficio de los niños de escasos recursos en ese país sudamericano. Previo al duelo, el cantante recibió un obsequio de parte de Paulo Cézar, la playera del Santos con el mítico 10 en el dorsal.

 

Política y música: un reto para Bob

Paralelamente a la carrera de Bob Marley en la que la industria le colocaba como un músico consagrado que brindaba bríos y esperanza gracias sus letras, Jamaica vivía una época oscura. Si bien el país caribeño logró romper con las cadenas del colonialismo británico el 6 de agosto de 1962, irónicamente, su independencia trajo consigo una polarización de ideas que desencadenó violencia y enfrentamientos cotidianos.

Los actores principales de tal disparidad fueron dos facciones políticas que luchaban encarecidamente por el control de la nación: por un lado Michael Manley del Partido Nacional del Pueblo (PNP) y, por el otro, Edward Seaga del Partido Laborista de Jamaica (JLP). El primero de ideología socialista democrática, el segundo por completo conservador. El resultado: una guerra civil callejera entre pandillas militantes de ambas coacciones, ni el ejército ni las policías los podían contener.

 

Un concierto en búsqueda de la paz

Todo ello no pasó desapercibido para el ícono del reggae, quien además siempre se manifestó públicamente como apolítico. Así que pensó en algo que pudiese calmar las cosas, y qué mejor que hacerlo a su manera. Promovió un concierto gratuito en el Parque de los Héroes Nacionales de Kingston. La fecha pactada fue el 5 de diciembre de 1976. Esto con la intención de que la música fungiera como estandarte de paz y reconciliación.

Sumado a esto, externó una invitación a los líderes de cada partido para que asistieran al recital. Muchos veían con tensión el que se llevará a cabo el concierto, pues seguidores de ambos bandos políticos se encontrarían, por lo que se le recomendó a Marley no hacerlo, pero él se negó. Días antes del concierto, el 3 de diciembre: el cantautor, su esposa Rita y el manager Don Taylor fueron heridos por pistoleros desconocidos en su propia casa.

De acuerdo con el periodista londinense Vivien Golfman los victimarios dispararon 87 balas, todos resultaron lesionados, aunque nadie murió. Bob recibió un disparo que le rozó el pecho, y la bala terminó por incrustarse en su brazo izquierdo. A Rita, su esposa, le dieron un balazo en la cabeza, pero la bala quedó incrustada entre su cuero cabelludo y el cráneo sin hacerle mayor daño. Y Don Taylor, el manager de Bob, acabó con cinco disparos en el abdomen.

Dos días después, Bob Marley se encontraba en el escenario del recital titulado “One Love Peace Concert”. Cuando tomó el micrófono dijo: “La gente que está tratando de hacer este mundo peor no se toma ni un día libre, ¿cómo podría tomarlo yo? ¡Ilumina la oscuridad!”. La música llenó la atmósfera e inundó el alma de los asistentes para que a través de las letras pacifistas el pueblo jamaiquino se antepusiese a la crueldad desatada por ideologías que les separaban.

 

El exilio

Cuando él y su grupo comenzaron a tocar Jammin, invitó a los dirigentes de los partidos, Michael Manley y a Edward Seaga, a subir al escenario, para así poder mostrar esa unión ante todos. Los políticos se estrecharon la mano. El concierto parecía haber logrado un objetivo, mostrar públicamente que la paz era necesaria. Sin embargo, y como prevención, el sello discográfico que firmaba a Bob, Island Records, le pidió que se fuera del país, esperando evitar cualquier otro tipo de altercado que pusiera no solo su vida en riesgo, sino también la de su familia y amigos.

El país elegido fue Inglaterra, en donde su estancia se prolongaría 14 meses. Ahí grabó dos de los discos con mayor éxito en su carrera, Exodus (1977) y Kaya (1978). Pero no todo podía ser solo música, el futbol no dejaba de estar presente. Pronto, Marley y sus músicos se acostumbraron a jugar en el clima frío –y con nieve— que Inglaterra les ofrecía. Wormwood Scrubs y Battersea Park fueron los puntos de reunión donde con normalidad se disputaban partidos, aunque también lo hicieron en otras ciudades europeas. Y es precisamente en uno de esos encuentros que sucedió un punto de quiebre para el músico.

 

El principio del fin

El 9 de mayo de 1977, a los pies de la Torre Eiffel entre el Río Sena y el Hotel Hilton, el equipo capitaneado por Bob Marley, The Wailers, se enfrentó a los Polymusclés, escuadra liderada por el cantante francés Herbert Léonard. El conjunto de Bob tenía fama de ser bastante bueno, además, contaban con Allan Cole en la delantera. Todo parecía marchar como siempre: música, risas, futbol. Pero a los pocos minutos de haber iniciado la contienda, Marley tuvo que abandonar el campo, pues uno de los defensas contrarios le propinó un pisotón en el pie derecho.

Al quitarse la zapatilla, notó que no solo sus dedos se encontraban lastimados, pues una de sus uñas se le cayó por completo. De inmediato, Cole le dijo que tenían que ir al médico, pues el color que sus dedos estaban tomando no era normal. Fue trasladado al Hotel Hilton para ser atendido por el médico del lugar, quien le inyectó una vacuna antitetánica -en espera de combatir un posible tétanos-, limpió su herida, y aconsejó que un experto le atendiera bien ese dedo, pero Bob jamás lo hizo.

Unos meses después, visitó a otro médico, pues aquel dedo no dejaba de dolerle. Ahí descubrió que se le había formado un melanoma acral lentiginoso, una forma muy rara de melanoma —una grave variedad de cáncer de piel, causante de la mayoría de las muertes relacionadas con este padecimiento—. Le dijeron que debía amputarse el dedo, pero su cosmovisión religiosa Rastafari no se lo permitía. “Los Rastafaris no debemos permitir que separen una parte de nuestro sagrado cuerpo”, comentó al médico.

 

Rastafari

Surgido como expresión de la desesperanza y la frustración de lo sectores populares negros de la sociedad, afectados por situaciones endémicas de desempleo, pobreza y discriminación, acarreadas desde el período esclavista. Es como un fenómeno cultural afro-jamaiquino moderno, que ha combinado conceptos de la cultura africana y de la “experiencia caribeña” –la realidad social, histórica, religiosa y económica– con la filosofía judeo-cristiana, dando lugar a una nueva cosmovisión sociopolítica y religiosa (Serbin, 1986: 178).

Es así que decidió seguir jugando y claro, también continuó con las giras. Para 1980, el cáncer se había expandido a sus pulmones, hígado y hasta el cerebro. Justo en ese año brindó dos conciertos (19 y 20 de septiembre) del Uprising Tour en el Madison Square Garden de Nueva York, cuando a la mañana siguiente salió a trotar un poco por Central Park sufrió un desvanecimiento. Apenas pudo recuperarse para ofrecer una presentación más el 23 de ese mismo mes en el Teatro Stanley Pittsburgh.

Dicho concierto lo cerró cantando Redemption Song (Emancipate yourselves from mental slavery/None but ourselves can free our minds – Emanciparse a sí mismos de la esclavitud mental/Nadie más que nosotros puede liberar nuestras mentes). Fue la última vez que subiría a un escenario.

Tras la actuación fue a Berlín para recibir un tratamiento que contrarrestara su enfermedad, pero ya era demasiado tarde, la etapa terminal era una realidad. Abrumado por la cercanía de la muerte, Marley decidió que quería pasar los últimos días en su natal Jamaica, pero en el vuelo sufrió una recaída, por lo que tuvieron que aterrizar de emergencia en Miami, Florida. Ahí fue internado en el Hospital Cedars of Lebanon.

Con tan solo 36 años de edad, Bob Marley murió el 11 de mayo de 1981. Su funeral se celebró 10 días después en Jamaica, lugar al que asistieron incontable cantidad de personas para despedir a aquél que luchó por el sueño de un lugar donde la paz y la libertad no conocieran fronteras, ni ideologías o color de piel.

Michael Manley y Edward Seaga, quienes años atrás se dieron la mano ante la mirada del músico, lo volvieron a hacer en esa ceremonia. Bob Marley fue enterrado junto con una guitarra Gibson Les Paul, un cigarro de cannabis, un anillo que le regaló su madre, una biblia y sí, un balón.

Fragmento del libro “Íconos de la música popular: una ficción real”, de Juan José López Guruceaga:

Entrevistador: ¿Le tienes miedo a la muerte?

Bob Marley: La gente cree que la muerte es más fuerte que la vida, pero nosotros sabemos que la vida es más fuerte que la muerte. Por eso la vida es el camino, Estoy preocupado por el asunto del pie y de algunos resultados médicos. Como te dije al comienzo, por eso estoy aquí en Miami. Mi vida es solo importante si puedo ayudar a muchos, si mi vida es para mí y mi seguridad, entonces no la quiero. Una cosa sé, es que el dinero no puede comprar la vida.

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