En Brasil... camada de elefantes blancos
El de Brasil será el Mundial más caro de la historia. Y todo indica que una parte importante del gasto será prácticamente inútil, a la larga: al menos cuatro estadios nuevos no tendrán uso una vez que acabe el campeonato. En uno de los países más desiguales del continente, la “fiebre inmobiliaria” benefició a unos pocos y atizó la ira de millones.
RÍO DE JANEIRO (Proceso).- En 2007 y después de visitar cuatro estadios en las ciudades de Río de Janeiro, Sao Paulo, Belo Horizonte y Porto Alegre, Joseph Blatter, presidente de la FIFA, declaró: “Brasil no tiene la capacidad de organizar la Copa del Mundo”. Para hacerlo cambiar de opinión, el gobierno brasileño se comprometió a edificar todo en grande, a tenerlo a tiempo y a construir buena parte de la infraestructura futbolística y de comunicaciones.
La alegría del país más futbolero del orbe era tan conocida que el organismo mundial le dio un voto de confianza. En octubre de 2007, en Zúrich, Blatter consideró que el gigante latino organizaría el mejor torneo de la historia y lo convertiría en una “verdadera gran fiesta”.
En ese momento, el entonces mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, insistió en que su país se prepararía de forma organizada y eficiente. Pero no fue así. La nación más grande de Sudamérica lleva siete años entrampada en un rompecabezas que la actual presidenta, Dilma Rousseff, debe resolver a marchas forzadas.
Hace tres semanas, el francés Jerome Valcke, secretario general de la FIFA, reconoció en una entrevista para el sitio web de la agrupación internacional de futbol: “Estamos viviendo una pesadilla en Brasil”...