Emilia Pérez

Cine/Aún no: “Emilia Pérez”

Así como se habló hace décadas de la blaxplotation (explotación de temas de la negritud en el cine americano), habrá que hablar ya de la narcoxplotation en el cine y series de televisión.
domingo, 9 de febrero de 2025 · 12:31

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publica en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- No sorprende que Jacques Audiard, realizador de trazo fuerte, brillante y delicado a la vez, o dicho de otra manera, fiel al arte del film noir, capaz de contar historias inteligentes con personajes rudos y complejos en torno al conflicto de la identidad masculina, se haya dejado tentar por el tema de Emilia Pérez (Francia/Bélgica, 2024).

El resultado, sin embargo, es un curry, mole espeso y picoso con narcotraficantes, secuestros, desaparecidos, transgéneros, disforia y demás chuladas, ya sea de moda o con las que, por desgracia, parte de la comunidad internacional identifica hoy en día a la nación mexicana. Todo bien musicalizado y coreografiado para hacerlo más disgestible y atractivo.

El relato se centra en la figura de un narcotraficante, Manitas (la actriz transgénero Karla Sofía Gascón), quien le pide apoyo a una abogada para convertirse en mujer vía costosa cirugía -vaginoplastia-, consultando especialistas de Bangkok y Tel Aviv, y organizar, posteriormente, su desaparición; años más tarde, la misma abogada Rita (Zoé Saldaña) se encuentra con Manitas, ahora convertido en Emilia Pérez, quien ahora desea reunirse con su esposa e hijos bajo el rol de tía protectora.

De regreso a México, la familia vivía protegida en Suiza: Jessi (Selena Gómez), la exesposa ignorante de la verdadera identidad de Emilia, se reúne con Gus, su amante; y claro, también a Emilia le toca su parte de felicidad con su propia amante, Epifanía Flores (Adriana Paz). Todo esto apenas va de entrada, la cosa se complica más y más hasta que Audiard recurre, literalmente, a un deus exmachina, no Dios, sino una máquina que pone orden.

Película de tema aparentemente muy mexicano en la que Audiard abre un horizonte que va desde México, hasta Bangkok, Londres, Suiza, desde el macho feroz hasta la sensata y valiente Emilia, recorrido fluido de géneros y roles patriarcales, o matriarcales, con latinos que hablan en inglés y cantan en español, y recibió ovaciones de pie en el Festival de Cannes, premios en varios otros festivales, así como comentarios laudatorios en Francia, algunos que hablan del mejor trabajo del director. Queda claro que Emilia Pérez no puede descartarse tan fácilmente sólo porque ofende la sensibilidad de gran parte del público mexicano, que siente al cineasta trivializar y explotar un tema tan doloroso para la realidad actual del país.

Ni modo, si México se ve satanizado cada vez más por la desgracia que padece, no queda más que asumir que priva el prejuicio internacional; basta con ver la víboras y sapos que escapan de la trompa de Trum a diario. Así como se habló hace décadas de la blaxplotation (explotación de temas de la negritud en el cine americano), habrá que hablar ya de la narcoxplotation en el cine y series de televisión.

Pese a la colección de temas que inevitablemente se asocian a la imagen cultural del país en el ámbito internacional, donde decir narco equivale a pensar en México, o el mensaje del número musical de Zoé Saldaña contra la corrupción mexicana -por mencionar algunos-, importa no perder de vista que Emilia Pérez no representa a México, ni siquiera está rodada en el país sino en Francia, con un elenco internacional.

Conviene hacer un esfuerzo para ver la cinta con cierta distancia, como melodrama social y familiar en el que fluyen los géneros, se cuestiona al sistema patriarcal, todo dentro del imaginario de un realizador que fantasea, no precisamente con una cultura que ni conoce, sino con Hollywood, ese de gánsters, thrillers y musicales.

El platillo, pienso, es indigesto y pesado con tanto ingrediente, muy lejos de la ligereza y maestría de musicales franceses como Los paraguas de Cherburg o Las señoritas de Avignon en los que Jacques Demy rendía un auténtico homenaje al musical americano.

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