Cine/Aún no
Frankenstein Del Toro
El canal de amor y flujo de compasión lo encarna Elizabeth, sutil versión de la novia de Frankenstein que imaginó la secuela clásica de James Whale hace casi un siglo; esta versión de Del Toro teje triángulos amorosos, Víctor y William, su hermano, o Víctor y la criatura.CIUDAD DE MÉXICO (apro).-
- Visualmente suntuosa -lo menos que se podría decir de ella-, Frankenstein (Estados Unidos, 2025) propone un equilibrio entre el relato original de Mary Shelley y la extraordinaria vida que cobró la criatura del doctor Frankenstein en el cine; si el proyecto de Guillermo del Toro tomó años de gestación, la relación con la novela data desde la infancia, creció con ella.
Sus dos pasiones principales, el cine y la literatura, componen ahora un diálogo que es pura armonía. Se trata de su película más personal, no porque las anteriores no lo sean en algún grado, sino porque la liga entre Víctor Frankenstein y su criatura condensa por completo el universo propio de este cineasta mexicano.
Del Toro modifica un tanto la historia original, elimina episodios de crueldad perpetrados por la criatura como el asesinato de un niño o el de la esposa de Víctor el día de su boda, actos que lo convierten en un asesino despiadado; pero esta criatura, interpretada por el australiano Jacob Elordi, nunca comete un acto imperdonable para la sensibilidad del público moderno; cuando es acosado o traicionado, se muestra brutal con una fuerza descomunal, o con el poder de regenerarse, como en las escenas con el barco estancado en el hielo; así, la criatura se haya más en la categoría del superhéroe del cine moderno que del Frankenstein del cine de terror que buscaría espantar.
Pocos directores, Tim Burton o Coppola (Drácula) han logrado crear monstruos auténticos de acuerdo a la acepción clásica del término, prodigios dignos de verse, seres fascinantes en los que repulsión y piedad se combinen, como lo hiso David Lynch con El hombre elefante; con 11 horas de maquillaje de la mano del artista Mike Hill, Jacob Elordi emana vulnerabilidad, desesperación desde el fondo de la soledad que lo habita; aún envuelto en trapos, miedo, angustia y el apetito de saber y entender se delatan por los ojos; cuando se muestra al descubierto, cada herida se siente dolorosamente, nada que ver con el conocido monstruo con clavos y costuras burdas.
Esta criatura del doctor Del Toro resulta fascinante, de ahí que la actuación del guatemalteco Oscar Isaac parezca convencional, la del típico genio obsesionado con el poder de dominar la naturaleza, de regir la vida; pero este Víctor también se proyecta como un hombre lleno de heridas, la figura de un padre aplastante, castración que se marca con la pierna que pierde por culpa de la criatura, y que se condesa en su creación, reflejo de su propia vida psíquica. La cojera y la pierna prostética, lo vivo y lo artificial lo ligan al monstruo de tal manera que en la medida que éste se humaniza, Víctor es menos humano, desea a la mujer de su propio hermano, Elizabeth (Mia Goth), y se muestra incapaz de compadecer a su criatura, metáfora de la negación de sí mismo.
El canal de amor y flujo de compasión lo encarna Elizabeth, sutil versión de la novia de Frankenstein que imaginó la secuela clásica de James Whale hace casi un siglo; esta versión de Del Toro teje triángulos amorosos, Víctor y William, su hermano, o Víctor y la criatura, en los que el sexo se diluye en la capacidad de ternura de Elizabeth.
Guillermo Del Toro enfoca la interpretación de este mito moderno en la línea de El paraíso perdido de Milton, uno de los libros que la criatura lee, y que Mary Shelley menciona en su novela. Pero no debe perderse de vista el
subtítulo de la obra (El nuevo Prometeo), si puede leerse el aspecto satánico de la rebeldía del ángel caído que decidió no servir. Víctor Frankenstein frente a Dios, o la criatura frente a su creador; el pecado, la hibris que preocupa a Shelley es el riesgo de deshumanización que adviene con la ciencia; nada más actual en la época de la inteligencia artificial de la que el director de El laberinto del Fauno promete jamás servirse.