Cervantino

En el Cervantino Angelica Liddell y la provocación

En su más reciente espectáculo, “Terebrante”, estreno mundial en el 53 Festival Internacional Cervantino, Angélica Liddell continúa con su filosofía del dolor y toma el tema del flamenco inspirándose en el cantaor gitano El Agujetas.
jueves, 16 de octubre de 2025 · 13:57

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-A Angélica Liddell le encanta escandalizar y sexualizar sus performances. Constantemente se lanza contra la iglesia, los conservadores, lo correcto y los buenos modales. Nos enseña las nalgas, se abre de piernas, se coloca un cigarro en el sexo para fumar desde ahí; nos provoca y nos agota. 

Su consigna alrededor del sufrimiento y el dolor la ha ido expresando en sus diferentes trabajos performáticos y en su libro “El sacrificio como acto poético” publicado por “Con tinta me tienes”: “Mi elección es el dolor. Intento soportar las aflicciones de la palabra. Intento soportar mi llaga de nueve agujeros. Todavía no me suicido, que me dejen en paz soportando las aflicciones y las llagas.”

En su más reciente espectáculo, “Terebrante”, estreno mundial en el 53 Festival Internacional Cervantino, Angélica Liddell continúa con su filosofía del dolor y toma el tema del flamenco inspirándose en el cantaor gitano El Agujetas y los principios del cante jondo por seguiriya. Terebrante, dice Liddell “es un dolor capaz de destrozar el pecho del mundo… que no mata: enloquece”.

En “Terebrante” el espectador es el que sufre, el que observa una pantalla gigante con el proceso lento de extracción de unos dientes podridos con una sonoridad desgarradora. Entre asco y la suposición del dolor que implica, aunque la boca no emita ningún sonido, observamos y algunos salen de la sala, otros voltean el rostro, otros esperan a que termine ese sufrimiento. 

Un espectáculo sin que se pronuncien palabras, donde la palabra solo está  escrita en pantalla y expresa ideas sobre el dolor y el sufrimiento. No hay flamenco, no hay cante ni baile; hay sonidos penetrantes y música antigua. No es un espectáculo agradable.

Es chocante y prepotente, donde la artista se permite hacer nada, o hacer un taconeo dislocado con los calzones a las rodillas y unas botas plateadas, caminando en círculo por largo tiempo. Los objetos y acciones tienen significados pero también son aleatorios. Entre las acciones de impacto también está ese verter en su cuerpo botellas de vino y de agua, como un ritual, como esa mezcla de ofrenda de la sangre y el agua purificadora. 

Uno de los momentos sobresalientes de la obra es la caída de guitarras desde lo alto. Colgadas de un par de varas del telar. Bajan y suben alineadas, para después, escuchar el tronido de una cuerda y ver caer una guitarra al suelo, dos tres, y las más de quince colgadas, provocando una polvareda.

Cruza el escenario un monaguillo, una pareja se detiene a indicar algo que observa en la lejanía y seguir su camino. Aparecen otros personajes más, pero siempre es ella, ella que desde la soledad se expresa; pareciera que el dolor surge de esa soledad, de ese estar en un pedestal desde donde observa y quiere hacer sufrir al que observa. Antes partía de su propio dolor y se cosía las manos y se infringía daño, ahora somos nosotros los que padecemos. 

Es importante Angélica Liddell en la escena mundial, por su propuesta controversial y su desgarre a costa de lo que sea. Admirable que el Festival Cervantino la haya programado y que ella presentara un espectáculo rompedor en una sociedad tradicional como la guanajuatense y más aún en el Auditorio del Estado. Ella, que ha recibido un sin fin de premios y que este año le otorgaron el Premio Nacional de Teatro en España. 

Angélica Liddell ha mantenido sus principios; no se ha doblado; sigue siendo agresiva, transgresora y nos deja estupefactos en cada uno de sus montajes. Como en su obra del año pasado con la que abrió el Festival d’Avignon en Francia: “Damön: El funeral de Bergman”, donde aparecía el Papa desnudo y  le toqueteaba sus genitales y ella lavaba los suyos en proscenio y frente al público. 

A Angélica Liddell nada la detiene y continuará provocando y desarrollando sus propuestas sin amedrentarse; con ese agresividad hacia el espectador; esa violencia que la hace crear y siempre sorprendernos.

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