Cultura
Rocío Román, primera purépecha del Conservatorio de las Rosas
Es compositora, clarinetista, directora de orquesta, fundadora de una banda sinfónica infantil y con un mundo de sueños. Entre ellos, el de crear una sinfónica de mujeres. Oriunda de Tingambato, la michoacana se inspira en el grupo Mujeres del Viento Florido de Oaxaca, y está segura de conseguirlo.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Rocío Román Figueroa, la primera mujer indígena en graduarse en el prestigiado Conservatorio de las Rosas, dirige una Banda Sinfónica Infantil de Cultura Comunitaria, es compositora y sobreviviente de cáncer. Y sigue soñando.
La también clarinetista se propuso formar la primera banda sinfónica de mujeres purépechas para este 2025, y ya dio una probadita con su Banda Filarmónica Femenil Mujeres de Madera y Metal.
Román Figueroa, purépecha de Tingambato, Michoacán, se presentó como directora de la agrupación infantil K’eri Tinganio (“Grandeza de Tingambato”, en purépecha) en el último día del Festival de Música de Morelia 2024; la banda no fue el “cierre estelar” pero se comportó como si lo fuera, pues no sólo amenizó la Fiesta Gastronómica con la que culminó el encuentro —a pesar de que su nombre no apareció en la programación—, y se llevó los aplausos de esa tarde.
Con música regional, de composiciones propias y hasta de repertorio clásico, la batuta de Román Figueroa se sintió firme pero serena, como quien entiende la labor requerida para educar a un niño o adolescente. Los ensordecedores aplausos no se dejaron de escuchar nunca, y sin duda fue la sorpresa del cierre.
En entrevista reciente con la artista, relató que dirige a esa banda desde 2014, la cual forma parte de un Semillero Creativo de Cultura Comunitaria en Tingambato, y que a la fecha está integrada por 80 niños y adolescentes, no obstante un 2024 muy complicado de salud:
“En 2023 y parte del 2024 me fue difícil debido a un cáncer, apenas este año tuve mi última quimioterapia. El maestro Pedro (quien también es mi pareja) se hizo cargo de la agrupación por un tiempo, y así hemos logrado cosas. Con la banda nos propusimos hacer más conciertos este año, tuvimos la oportunidad de ir al Festival de Música de Morelia para formar parte del cierre, y para el próximo año tenemos el sueño de grabar un disco, y quizá presentarnos en otros estados”.
La pasión de la clarinetista viene desde mucho antes. Relató a Proceso las vicisitudes y sueños pendientes, y recordó que su padre, originario de Tingambato, fue músico miembro de la segunda banda sinfónica de su región (Flor de Chirimoyo), e inculcó por tradición la música en sus dos hijos mayores, pero ninguno continuó, sólo ella:
“Mi papá esperaba que ellos estudiaran música, pero no les gustó. Recuerdo que regresando de su trabajo como albañil sacaba su método y me enseñaba la ‘escala’, luego me llevó a la estudiantina, y después a clases de música con el maestro Cortés, en donde sólo éramos dos niñas, la nieta del maestro y yo, fuimos parte de la primera generación de mujeres que comenzó a tocar.
“Fue difícil porque hasta ese momento se sentía una actividad para hombres, así se vivía en el pueblo, y había mucha molestia de los niños, burla, ahora se le puede decir bullying, porque sentían que invadían un terreno que era de ellos. Recuerdo muy bien cuando hicimos un recorrido como parte de una fiesta patronal mi compañera y yo, la gente se sorprendía de vernos tocar. Ahora me da mucho orgullo decir que Tingambato se ha convertido en punta de lanza en la formación de mujeres músicos”.
Luego de sus estudios con Eliseo Cortés Hernández, reconocido músico de la región, de quien heredó el amor por la música de tradición, decidió profesionalizarse, y ahí surgió otro camino y retos:
“Yo comencé a los catorce años, y luego con el maestro Cortés en la Banda Infantil de Tingambato. A los dos años me estrené en una segunda generación junto a otras siete niñas, y de ahí en la banda avanzada que tenía mi maestro ECOR (Eliseo Cortés), desde 1998 hasta que terminé mi carrera”.
—¿Cómo llega al Conservatorio de las Rosas?
—Yo siempre quise estudiar en el Conservatorio, se me hizo un sueño, pero como era privada y muy cara mi papá me dijo que pensara en otra cosa, pues no podía costearla. Me ayudó a estudiar el primer año de Derecho en la universidad, pero extrañaba mucho tocar y practicar y me terminé regresando a Tingambato un año después, porque se abrió ahí un Centro de Capacitación Musical (Cecam, que dependía de la Secretaría de Cultura estatal) como técnico instrumentista durante cuatro años”.
Román Figueroa pensaba regresar a Michoacán para buscar su profesionalización en la Facultad Popular de Bellas Artes, cuando una llamada telefónica en 2003 hizo que continuara su rumbo en la música: Luis Jaime Cortés, quien había sido director del Conservatorio de las Rosas, y la había escuchado y visto su trabajo en diversas ocasiones como parte de las presentaciones del Cecam, le ofreció una beca en el Conservatorio.
“Me ofreció la beca del 100%, tuve esa beca de la Secretaría de Cultura del estado y así logré terminar de carrera con duración de ocho años, uno de propedéutico, tres de bachillerato musical y cuatro de licenciatura”, dijo.
—Tenía muy claro lo que quería, y al llegar al Conservatorio parecía que ahí culminó su sueño.
—Claro, porque hablamos de una escuela prestigiada, pero con todo y que yo sabía tocar el clarinete y tenía años de estudio, no es lo mismo, los alumnos que llegan al Conservatorio ya tienen mucha técnica, y eso yo no lo tenía todavía, tuve que redoblar esfuerzos para alcanzarlos; y bueno, también sostener la idea ante la gente de que hacer música de banda es igual de importante, difícil y bonita que la de orquesta.
Evocó que el único requisito para recibir la beca fue dar clases a niños, y todos los fines de semana que regresaba a su casa daba clases a un grupo de niños, el Ensamble Infantil de Clarinete de Tingambato, que incluso ganó en 2011 el Premio Estatal al Mérito Juvenil.
Respecto a la composición de música tradicional purépecha, explicó que surgió de manera natural. Román Figueroa se lo atribuye a las clases de armonía y composición de su maestro Eliseo Cortés, quien los alentaba a componer. Así hizo su primer “son abajeño”, que tituló más tarde como Maestro de música en honor a su profesor, mismo que terminó de arreglar y revivió con su ensamble de clarinete.
“Fue algo que por mucho tiempo lo guardé, y he tenido la fortuna de que en últimos años se ha tocado mucho entre los Semilleros Creativos”.
Reflexiona y cuenta:
“El año pasado, cuando tuve el problema de salud, sufrí mucho emocional y físicamente. Mi esposo me dijo que sacara con la música eso que sentía, tenía mucho dolor físico, y así compuse otro abajeño que titulé La fuerza de las mujeres. La verdad hasta que lo escuché todo completo en la computadora, pude llorar bien y desahogarme.
“Creo que las mujeres tenemos una fuera interior muy fuerte a pesar de situaciones difíciles, y hace poco compuse otro tema que llamé Resurgiendo, una segunda parte de ese proceso que viví”.
—¿Cómo se ve a futuro?
—Tengo la idea de seguir componiendo. La labor con los semilleros es absorbente, pero tengo el sueño personal de continuar en la composición, y con una meta más que es la conformación de una banda sinfónica de puras mujeres. He visto la labor de las Mujeres del Viento Florido de Oaxaca, y nosotras tenemos todo para lograr algo similar. Me parece admirable lo que hacen.
“Ahora mismo siento que me sigo recuperando del cáncer, no siento mi cuerpo al cien por ciento todavía, siento que me pide descanso y se lo tengo que dar, pero en cuanto pueda, en cuanto tenga más fuerzas, quiero conformar una sinfónica similar. De hecho ya se logró hace un año cuando llamé a mis compañeras de adolescencia y a otras mujeres músicos más para un acto especial con el nombre de Banda Filarmónica Femenil Mujeres de Madera y Metal, pero quiero que sea una banda continua, sólo que toma tiempo y mucho esfuerzo, pero lo vamos a lograr, espero que este nuevo año”.