Cine/Aún
“La sustancia”
Reseñas y ensayos sobre La sustancia insisten en describirla como película feminista, lo cual termina siendo reductivo para una cineasta ambiciosa y escrupulosa en su búsqueda estética como Coralie Fargeat.Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Como producto de belleza, Elizabeth Sparkle (Demi Moore) ya caducó, así lo señala el productor de televisión del programa donde trabaja como instructora de aerobics, poco importa que ella saque a relucir el Óscar que ganó en el pasado. El sarcasmo del grotesco Harvey (Wienstein?), un eléctrico Dennis Quaid medio atragantado con un camarón, duele, ¿habría sido el premio por King Kong? La escena define el tono de este cuento de hadas que la francesa Coralie Fargeat escribe y dirige, y donde desata todo el horror que un cuento auténtico de los hermanos Grimm exigiría.
En La sustancia (The Substance; E.U., 2024) la bruja es una firma anónima que vende un extraño producto químico, una sustancia verdosa que libera el ADN, concepto traducido en generar un rejuvenecimiento completo en la persona que se lo inyecta; del cuerpo de Elizabeth surge una bella joven, especie de réplica de la Moore hace 30 años, a la que decide llamar Sue (Margaret Qually); y como en este tipo de relato fantástico la magia impone condiciones, cada una de la versiones de Elizabeth, la joven y la vieja, debe alternarse con su opuesto, no pueden permanecer separadas más de una semana; y claro, la tentación de transgredir es irresistible, las consecuencias nefastas.
Si de laboratorio se trata, ahí donde el organismo y las funciones del ser humano, con efectos extraños, reacciones anormales, el equilibrio se rompe; el descontrol provoca espanto, procesos horripilantes; el modelo es David Cronenberg, un acercamiento a una mosca no podía faltar en medio de múltiples referencias al maestro del horror corporal. Más allá de la inspiración, el estilo tanto de la dirección como de la estética de Fargeat es original y propio, recurre a los lugares comunes de la publicidad que explota Hollywood con la imagen femenina, la iconografía de la estrella, y del cuerpo de la mujer como mercancía deseable. En una de las primeras escenas, Elizabeth queda paralizada y desecha emocionalmente cuando ve cómo un espectacular con su propia imagen es desbaratado, ya no es un producto vendible.
Reseñas y ensayos sobre La sustancia insisten en describirla como película feminista, lo cual termina siendo reductivo para una cineasta ambiciosa y escrupulosa en su búsqueda estética como Coralie Fargeat; la base feminista es obvia, como establecen la imagen grotesca del productor, el mercantilismo del Hollywood donde sólo se vende el cuerpo plastificado y siempre joven. Pero a diferencia de su cinta anterior, Venganza (2017), donde una mujer ultrajada, violada y dada por muerta acomete una terrible venganza contra los machos abusivos, en La sustancia el personaje de Demi Moore, actriz de Strip Tease (1996) que aquí se autoparodia, es víctima de sí misma, de su propio narcisismo.
Siete años después de Venganza, la crítica de Fargeat al culto de la imagen de Hollywood y todas sus ramificaciones, no puede más que ser inclusiva, la plastificación del cuerpo se impone en mujeres y hombres, y demás géneros posibles, cirugías plásticas, implantes y tratamientos de laboratorio, de los cuales la sustancia verdosa es metáfora evidente, permea todos los medios que funcionan por imagen.
Por supuesto que una cinta como La sustancia puede estudiarse desde una perspectiva feminista, pero ya se siente un tanto obsoleto calificar de feminista una dirección como la de Coralie Fargeat, sólo porque su talento impone un estilo poderoso donde predomina el gran angular para provocar la sensación de una percepción deformada de la realidad, donde una directora de cine se atreve a ver y manejar escenas sangrientas, con monstruosidades que no cualquier estómago soporta.