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Madame Du Barry, “La favorita del rey”

La favorita del rey garantiza el espectáculo visual esperado de la fastuosidad de la corte prerrevolucionaria.
sábado, 13 de julio de 2024 · 08:46

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Jeanne Becú, última gran favorita del Luis XV, convertida por voluntad del monarca en Condesa du Barry, fue producto de la mercadotecnia de la corte francesa. De origen humilde, prostituta brillante, y por encima de todo, particularmente bella e inteligente, fue presentada por el conde Du Barry al rey, deprimido y viudo reciente, con el pretexto de entusiasmarlo, y de paso obtener más influencia.

Con lo que amigos y enemigos no contaban era con la derrapada pasional entre el sombrío Luis y la vivaz, liberada Jeanne. El consecuente exilio a la muerte de su protector y eventual ejecución en la guillotina en 1793, sería el precio que debería pagar la peculiar heroína.

La realizadora francesa Maïwenn aborda la historia, de frente, en tanto que opta por una película de época con espectacular vestuario, reproduciendo el famoso vestido blanco bordado de oro y plata, regalo del rey para la presentación de Jeanne en la corte con toda la pompa de Versalles, en el mismísimo palacio. Ahí, en el Salón de los Espejos, la directora obtuvo permiso para rodar.

La favorita del rey (Jeanne du Barry: Francia/Bélgica/Reino Unido/Arabia Saudita, 2023) garantiza el espectáculo visual esperado de la fastuosidad de la corte prerrevolucionaria.

Maïwenn, quien escribe, dirige y actúa el papel de Jeanne, toma como modelo principal a Barry Lyndon, claro, a años luz de lograr la densidad y angustia que Kubrick logró suscitar bajo la fastuosidad de la época, también el siglo XVIII, con referencias asociadas a la iluminación, velas y demás, que en su momento representaron una revolución técnica y visual.

Propone, asimismo, un toque moderno, roquero, con el estilo que impuso Sofía Coppola en su María Antonieta (2006) y, finalmente, toma aspectos de La muerte de Luis XIV de Albert Serra, inspiración, esta última, fallida, quizá porque el temperamento de la combativa y vivaz Maïwenn, como ha demostrado en sus cintas anteriores, va mal con la melancolía obsesiva de Serra.

La gran apuesta fue ofrecer el papel de Luis XV a Johnny Depp, convencida de que la cinta no funcionaría si éste no aceptaba participar; un Johnny Depp sobreviviente a sus querellas, apenas relamiéndose las heridas, es el que aparece aquí en su primera actuación en francés, reducido a unos cuantos diálogos, pero prácticamente sin acento (sin tomar en cuenta la opinión de los puristas). El chisme viene al caso porque Depp incorpora una mezcla de víctima y abusador, en el filo de la perversión.

La crítica francesa, en general, lo encuentra aceptable, no así la anglosajona, seguramente poco familiarizada con la vida de este bisnieto de Luis XIV, huérfano, rey desde los cinco años, que creció bajo la tutela del Duque de Orleáns, el gran libertino entre los libertinos del siglo XVIII francés. Normalmente transcurre una década hasta que se reivindica la creatividad de un papel de Johnny Depp.

La directora Maïwenn le dobla la edad a la Du Barry en su momento de esplendor en la corte, pero sabe hacer suyo el personaje, opta por un punto de vista feminista muy de acuerdo, no tanto con el MeToo, sino con la vida y obra de ella misma, de origen multirracial, desafiante y propositiva (Mi Rey, ADN). Sabe, también, rodearse de actores estupendos como Benjamin Lavernhe (el músico y valet de cámara La Borde), de la Comedia Francesa (título que la compañía del famoso teatro exige que sus actores mencionen siempre).

A la vez, el tono de cuento de hadas, Cenicienta con sus hermanastras, las nefastas hijas de Luis XV, justifica y distancia el lujo y la solemnidad de la corte, el espectador aprende a ver con los ojos de Jeanne.

 

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