Teatro
“Días felices” de Beckett
"Días felices" se presenta en el Teatro el Milagro de jueves a domingo hasta el 19 de mayo. Desde el absurdo de la existencia, la propuesta nos invita a hacernos preguntas sobre nuestra realidad… ¿real?Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Una mujer enterrada hasta la cintura sobre un montículo habla de su cotidianidad y de los recuerdos que en algún momento la hicieron feliz. Es un intento de rescatar su pasado –que ignoramos si es verdadero o imaginario– y necesita compartirlo con su pareja, quien más bien lee obsesionado los anuncios de un periódico viejo, pronuncia algunas palabras y emite sonidos guturales.
Winnie y Willie son dos personajes creados por Samuel Beckett, que Arturo Ríos en la dirección y Mónica Torres y Ricardo White en la actuación, traen al escenario y corroboran la vigencia de un autor que cuestiona el sentido y el sinsentido de nuestra existencia.
Hablar de Días felices es una ironía porque la imagen escénica que propone Beckett es desoladora. Ella habla y habla a manera de monólogo y se enfrasca en recuerdos y en trivialidades, rutinas o disertaciones con el cepillo de dientes, la sombrilla, el sombrero, el espejito y los objetos con los que se relaciona; como si ellos le dieran razón a su estar ahí a pleno sol radiante, sin nada a su alrededor. Winnie resiste y el espectador constata cómo la tierra se la va tragando, pues si en la primera parte sólo asoma la parte superior de su cuerpo, en la segunda nada más su cabeza sobrevive.
La actuación de Mónica Torres como Winnie es precisa y con significados. Su energía mantiene la atención del espectador y capta los diferentes estados anímicos del personaje. Proyecta sus emociones a través de las palabras y el accionar de la mitad de su cuerpo, lo cual implica un mayor reto. Ella no camina, no cambia de perspectiva ni de dirección. Siempre está de frente, emergiendo de un montículo y tratando de resolver las minucias cotidianas; preguntas simples y complejas que van y vienen de su pensamiento. Habla con Willie aunque no lo parezca, pero lo necesita como referencia a su existir. La situación es dramática y lo confirmamos cuando ella misma dice: “Llegará un día en el que tendré que aprender a hablar sola”.
Willie está ensimismado; aparece de pronto, se esconde y sale de su guarida con un actuar medio animalesco, mezclado con comportamientos humanos. Ricardo White logra una buena interpretación de este personaje que también implica retos actorales. La escenografía de Gabriel Pascal reinterpreta el montículo donde se encuentra enterrada Winnie y lo convierte en algo cercano a un bunker, refugio o pirámide. Tiene dificultades en la iluminación, pues en muchos momentos no podemos ver los gestos de la protagonista.
La dirección de Arturo Ríos va muy de acuerdo a la propuesta escénica de Samuel Beckett y transmite los diferentes niveles de apreciación e interpretación: desde lo mundano hasta lo filosófico, de la cotidianidad de las acciones y las narraciones hasta lo simbólico que implican los decires y los haceres. Beckett fue muy meticuloso en la visualización de sus obras tanto por el espacio como por el tiempo. Sus acotaciones precisas y exigentes dan ritmo a la obra, y el rigor del espacio nos ubica en este doble sentido de desamparo e incomunicación y del proceso de hundimiento: Qué somos en este planeta Tierra; como individuos y como humanidad. Nos ahogamos en nuestras pequeñísimas rutinas, aunque sean también las que nos salvan.
Las contradicciones del ser humano plasmadas a través de Winnie y Willie nos reflejan en espejos deformantes.
Días felices se presenta en el Teatro el Milagro de jueves a domingo hasta el 19 de mayo. Desde el absurdo de la existencia, la propuesta nos invita a hacernos preguntas sobre nuestra realidad… ¿real? O igualmente absurda, como las situaciones planteadas por Samuel Beckett en Final de Partida, La última cinta de Krapp, sus Pavesas y estos Días felices.