Arte
"Niñas vendidas": denuncia, pintura... arte
“Niñas vendidas” es un proyecto que, ajeno a la frivolidad comercial, reconcilia al arte con valores que deberían ser relevantes para toda la sociedad mexicana.Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).– En 2021, indignada tanto por haberse enterado de la costumbre de vender niñas que existen en algunas comunidades indígenas de nuestro país, como también por la minimización sobre estos hechos que expresó el presidente López Obrador en su conferencia mañanera del 21 de mayo del mismo año, la pintora Eugenia Marcos decidió sumarse a la lucha contra esta tradición, en su mayoría, al sur del territorio.
Altamente reconocida entre finales del siglo XX y principios del XXI por un lenguaje pictórico-figurativo que convirtió a los ingredientes tradicionales de la cocina mexicana --principalmente a los chiles en todas sus variaciones--, en interesantes protagonistas de poéticas que oscilaban entre referencias costumbristas, dibujos cientificistas y estéticas postmodernas, Eugenia Marcos inició una investigación exhaustiva sobre la perversa costumbre de vender niñas como objetos de cambio para matrimonios forzados.
Después de exhibir avances en 2022 en la estación La Raza del Metro de esta ciudad, el proyecto, bajo el título de “Niñas vendidas”, se exhibe actualmente en la Casa Universitaria del Libro UNAM (Orizaba 24, Colonia Roma). Integrado por 14 conjuntos pictóricos que en una imagen describen el hecho, mientras en otra narran un final ficticio bajo el modelo de los exvotos, la propuesta de Eugenia Marcos se impone como una acción atípica y pictórica de denuncia social.
Centrado en el impacto afectivo que genera la ingenuidad costumbrista de las imágenes, el proyecto adquiere un gran potencial estético al confrontar la candidez de las niñas con la brutalidad de su venta. Centradas en la inocencia de las infantes cuya edad transita entre los 9 y 15 años, las imágenes se perciben como el retrato y registro de un evento. Repletas de referencias que discretamente remiten al precio pagado por las niñas --billetes, cartones de cerveza, botellas de bebidas alcohólicas--, las imágenes seducen al espectador por el candor costumbrista de lo representado: arcos de flores, vestidos bordados, canastas rebozantes de los típicos chiles de la pintora.
Acompañados de una ficha técnica que especifica aspectos generales de la venta como lugar, mediadores, precio y edad de la niña y su comprador, estos registros se acompañan de un exvoto en el que la pintora devela sus deseos a través de gratitudes de las infantes a diferentes santos: porque su comprador quedó paralítico y ya no puede abusar de ella, porque resultó con buen sazón y sus suegros ya no la golpean tanto, porque encontró una buena mujer que la alojó con su hija y su hermana, porque su violador murió aun cuando el hijo que espera se quedó sin padre.
Pero también, en esos exvotos, se solicitan milagros para enfrentar las injusticias del sistema de usos y costumbres: una niña le pide a María Goretti, patrona de las violadas, que la ampare porque al escapar para evitar las violaciones de su suegro, la apresaron miembros de su comunidad.
Como proyecto artístico, el énfasis de la representación en la ingenuidad de las niñas convierte la propuesta en una denuncia sumamente dolorosa. Conocedora de los estados en los que existe este “uso y costumbre”, Eugenia Marcos registra hechos acontecidos en Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Chiapas e, inclusive, Puebla y Tlaxcala.
En su dearrollo pictórico, además de la inclusión de sus fascinantes chiles en las imágenes, sobresalen dos aspetos innovadores: la resolución de figuras humanas y la inclusión de plantas que dejan de ser protagonistas para convertirse en atmósferas paisajísticas.
Con una gran textura pictórica que se manifiesta en la delicada resolución de las vestimentas, “Niñas vendidas” es un proyecto que, ajeno a la frivolidad comercial, reconcilia al arte con valores que deberían ser relevantes para toda la sociedad mexicana.