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Música: "Día de muertos" de la OFCM, una ofrenda musical

Hubo quienes tuvieron la fortuna de naufragar el pasado 3 de noviembre en el concierto Día de muertos en la sala Silvestre Revueltas de la Ollin Yoliztli con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM).
miércoles, 6 de noviembre de 2024 · 09:33

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-La oferta cultural en la ciudad en el marco del Día de muertos es, por decir poco, abrumadora. Es fácil ahogarse en el inagotable mar de altares, exposiciones, teatro… y música.

Hubo quienes tuvieron la fortuna de naufragar el pasado 3 de noviembre en el concierto Día de muertos en la sala Silvestre Revueltas de la Ollin Yoliztli con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM).

Con un precio accesible y sin lugares preestablecidos, el recinto se llenó de asistentes de todas las edades.

La orquesta fue dirigida por el también acordeonista y violinista Eduardo Álvarez,  quien llevó de la mano al público a través de las obras de dos compositores europeos: Obertura y Suite del Cid de Julles Massenet, y Capricho bohemio de Sergei Rachmaninoff. Aunque en una primera lectura es complicado entender la relación de estas piezas con el festejo mexicano, el director explicó de forma amigable a la sala la selección:

Luego de una breve introducción sobre la obra literaria del Cid campeador, contó cómo éste logró guiar a su ejército incluso tras su muerte. Un personaje atemporal, que ha inspirado a contadores de historias a mantenerlo vivo, adjudicándole hazañas durante siglos. En esta fascinante obertura, Massenet juega con tres principales líneas musicales: El Cid, Jimena -su amada- y el rey de España. Crea un vaivén de frases musicales que, cada una con un estilo propio, llevan y regresan a los espectadores con cada personaje.

El Capricho Bohemio de Rachmaninoff inicia con una especie de marcha fúnebre, en donde predominan los instrumentos graves como el fagot, chelo y contrabajo. Destaca la participación de las percusiones, con seis intérpretes en escena, algo poco común para una orquesta de esta naturaleza. Se transforma después en una melodía etérea, encabezada por las flautas y el arpa, donde podemos imaginar a personajes espirituales flotando sutilmente por aire. Pareciera que Rachmaninoff nos lleva de la mano, haciendo uso de estas tonalidades un tanto fantasmales, con sus propios acercamientos y sentires sobre la muerte. Al final, a semejanza de nuestras tradiciones van despertando estas ánimas gitanas, para bailar entre vivos y muertos, con melodías guiadas jovialmente al ritmo del pandero. Se puede sentir en el ambiente la alegría y festividad de la danza de los muertos paseando entre la audiencia.

La última pieza, regresando al Mio Cid, era originalmente parte de un ballet. Se trata de un viaje sonoro por las distintas provincias de España. El director, en su presentación, hizo referencia a los recientes sucesos fatídicos en Valencia. Creando un aura flamenca con las castañuelas y los panderos, la pasión encarnó en él, quien se movía dirigiendo a la orquesta con todo el cuerpo como un ente poseído. Hacia la última parte, los metales se robaron la escena subiendo paulatinamente hasta llegar a una explosión triunfal que podría despertar hasta a los propios muertos. Ahí, el director invitó al público a formar parte con un “grito”, que originalmente era interpretado por un coro. Así, además de dirigir al grupo, marcó la intervención de los asistentes, quienes respondieron entusiastas.

Este fascinante Día de muertos de la OFCM nos recuerda que la música clásica puede ser sentida, bailada y vivida por todos. Desde el escenario hasta la última butaca. Desde los vivos hasta los muertos.

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