Ana Ofelia Murguía
Ana Ofelia Murguía y su brillo de actriz
Ana Ofelia vivía el teatro en la piel y las entrañas. Captaba a fondo el hecho escénico, el ritual, la relación con el espectador.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- A los 90 años murió, el último día del 2023, la gran actriz Ana Ofelia Murguía, destacada en cine, teatro y televisión que desde hace quince años formaba parte del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro. Los personajes que interpretó quedan en la memoria de muchos y nuestra escena se enriqueció con sus magníficas y comprometidas actuaciones.
Fue alumna de Seki Sano y practicó la técnica de Stanislavski. Estudió en la Escuela de Arte Teatral del INBA, y a los 24 años participó en el grupo de Poesía en Voz Alta (1957), y en obras con textos de Quevedo y Elena Garro dirigidos por Héctor Mendoza, con quien participó en más de 5 obras. En 1960, entusiasmada con el cambio político de Cuba, fue a trabajar en el Conjunto Dramático Nacional de Cuba, donde interpretó a la Julieta de Shakespeare. A su regreso formó parte de la Compañía de Teatro de la Universidad Veracruzana con el director Manuel Montoro en obras como “El cambio” de Paul Claudel, “Viejos Tiempos” de Harold Pinter y “Los últimos” de Máximo Gorki, que tuvimos la fortuna de ver en 1982 en el Teatro Arcos Caracol.
En los años setenta participó intensamente en lo que se conoció como Nuevo Cine mexicano y en películas posteriores. En “Los motivos de Luz” interpretó el impresionante personaje de la suegra, y fue odiada celadora en “El Apando”, ambas dirigidas por Felipe Cazals. Bajo la conducción de Jaime Humberto Hermosillo, trabajó en “María de mi corazón” y “Escrito en el cuerpo de la noche”, entre otras. También actuó en televisión, aunque su punto de partida y de llegada fue el teatro.
Ana Ofelia Murguía, en una entrevista que tuve oportunidad de realizar en 1998 sobre su forma de trabajar y cómo se relaciona con sus personajes, comentó:
“Hay personajes con los que te identificas más fácilmente, pero hay otros que están muy alejados de una y cuesta mucho trabajo entenderlos; o hay personajes que una no quisiera ser y entonces una misma pone barreras. En las telenovelas, por ejemplo, me molesta que las mujeres lloren por todo. Me parece un cliché. Yo procuro llorar solamente cuando creo que sí es necesario, porque no me da la gana que se siga manteniendo esa imagen de la mujer que siempre es débil, frívola, tonta o sumisa. Claro, también esto es un defecto porque al fin de cuentas el personaje no es lo que tú piensas que debería ser y tienes que hacerlo como es… Una puede ser capaz de entender a un personaje y de comprender, a través de los años y las distancias, que la esencia humana es la misma”.
Ana Ofelia vivía el teatro en la piel y las entrañas. Captaba a fondo el hecho escénico, el ritual, la relación con el espectador. Al respecto dijo:
“Tanto los que están arriba como los que están abajo se entregan mágicamente a la convención teatral y esa entrega es total… Es increíble cómo se siente la comunicación o la falta de comunicación. Se siente cuando hay una mínima aversión, cuando hay algo que obstruye o personas que obstruyen, ya sea del escenario para la sala o al revés. Una de las cosas apasionantes del teatro es que es vivo, que el público está allí”.
Polifacética, sobresalió en obras de teatro como “El retablo del dorado” (1990), “El cerco de Leningrado (1998) y “Éramos tres hermanas” (2017) del autor hispano José Sanchis Sinisterra, y en 2005 interpretó con maestría al bufón de “El Rey Lear” que protagonizó Claudio Obregón bajo la dirección de José Caballero. Era un bufón alucinante, vital y sabio, y también muy malicioso.
Y así, con pasión y entrega, Ana Ofelia Murguía vivió y nos compartió a través de su ser, mundos de todos los tiempos, problemáticas que desde lo particular se volvían universales… personajes con su capacidad interpretativa nos dejaron huella.