Cultura

Para la élite, Villa era un peligro latente: Lorenzo Meyer

El historiador se inconforma con la palabra “conmemorar” ante el aniversario 100 de la muerte de Francisco Villa, que fue un asesinato premeditado. En entrevista explica cómo, aunque ya no tenía posibilidades de gobernar, era una amenaza para la cúpula en el poder.
jueves, 20 de julio de 2023 · 18:56

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En desacuerdo con la idea de “conmemorar” los 100 años del asesinato de Francisco Villa, el historiador y politólogo Lorenzo Meyer (Ciudad de México, 1942) piensa que los violentos hechos del 20 de julio de 1923, en Parral, Chihuahua, son dignos de una tragedia shakesperiana.

El régimen posrevolucionario naciente, encabezado por el general Álvaro Obregón –dice Meyer–, “no podía darse el lujo de dejar suelto a un personaje tan lleno aún de simbolismos y de capacidad de reinventarse otra vez como líder, eso explica que la solución fuera el asesinato”.

Meyer. Valoración de Villa / Foto: Alejandro Saldívar

El mismo gobierno, cuenta el investigador y profesor emérito de El Colegio de México (Colmex), resolvería de la misma manera el problema de los generales Arnulfo Gómez y Francisco R. Serrano, quienes buscaron la Presidencia de la República cuando Obregón ya había elegido a Plutarco Elías Calles como su sucesor.

Desde luego, añade, Obregón jamás admitió públicamente su participación, y ciertamente “no se le puede decir: él estaba ahí, es el responsable. No, se armó una conspiración de gentes menores que tenían el visto bueno desde arriba.

“Es un poco elaborado el crimen, como fue el asesinato de Emiliano Zapata cuando un grupo carrancista fingió pasarse de su lado. Ambos, tanto Villa como Zapata, estaban ya en la fase de sobrevivencia, no tenían posibilidades de triunfo, y la traición con la que se les asesina es digna de Shakespeare. Si él hubiera estado ahí se habría inspirado para hacer alguna obra importante”.

Con Villa, agrega, hay una maquinación que pondría fin a quien sería potencialmente un problema para la nueva élite política, que todavía no estaba muy disciplinada ni institucionalizada:

“Lo que estamos viendo a la distancia del asesinato de Villa, es que fue casi una muerte anunciada: Mientras que el nuevo régimen no se sintiera firme, personajes como Villa podían ser vistos como un peligro latente.

“Por eso salté cuando se dijo ‘conmemorar’: no se conmemora un asesinato bien planeado, en donde dan la cara los asesinos materiales, pero no los intelectuales. Esa es la parte oscura, no fue un enfrentamiento directo, tuvieron que esperar, cazarlo cuando va nada más acompañado con su secretario”, el coronel Miguel Trillo, y una escolta de sus Dorados, cuando el propio Villa conducía su automóvil Dodge.

Justo a un siglo de la masacre, Meyer considera que aún hay mucho por decir del personaje: “El general de división Francisco Villa es un auténtico producto, por un lado, de la Revolución, y por el otro de la cultura norteña, de una cultura muy rural todavía, muy distinta a la del centro y sur del país”.

En su opinión sólo un régimen como el porfirista, que parecía muy sólido y resultó débil, y su caída fue rápida y estrepitosa, explica que “una persona nacida y formada en la base de la pirámide social mexicana, de la gente pobre, gente común, pudiera llegar a ser, en unos cuantos años, el comandante de la parte más fuerte y poderosa de las fuerzas revolucionarias.

“Eso sólo lo dan las revoluciones: gentes que en circunstancias normales pasarían desapercibidas y tendrían una vida oscura, en el momento en el que todo se revuelve pueden salir a la superficie y llegar a imprimir sus virtudes y defectos a una sociedad”.

El analista político evoca las teorías darwinianas respecto de la sobrevivencia en la naturaleza de los más fuertes, al señalar que el proceso de Villa fue así, pues sólo los más fuertes y hábiles pueden sobrevivir para llegar a la cúspide de la pirámide del poder. La reorganización de la División del Norte, enfatiza, fue una prueba empírica brutal para alguien con una inteligencia y capacidad como la del líder social, nacido el 5 de junio de 1978 en Durango, cuyo nombre real era José Doroteo Arango Arámbula.

Recuerda la batalla de Torreón contra las fuerzas federales como un ejemplo de su capacidad de organizador y jefe militar, de su carisma y su “extraordinario papel como verdugo del ejército profesional creado durante el porfiriato y comandado por los generales de Victoriano Huerta” .

Y así como ascendió rápidamente, se enfrentó en las batallas del Bajío a otro general que tampoco era militar de carrera, Álvaro Obregón: “No sabemos cómo hubiera sido Villa como gobernante –reflexiona Meyer–, como un hombre sin armas, porque tampoco era militar, era como Trotsky cuando dirige al Ejército Rojo, no había una escuela militar. 

“Como dirigente de una fuerza armada organizada y efectiva, Villa llegó a su límite al enfrentarse al general Obregón en circunstancias similares, y el sonorense se impuso, aunque no tuviera el carisma ni la popularidad de Villa. Su forma de pensar y dirigir las batallas fueron superiores y realmente ahí termina el papel de Villa. Ya no tiene posibilidades de recuperar el liderazgo perdido, aunque siguió sobreviviendo hasta la amnistía, que fue una negociación con Adolfo de la Huerta y con Obregón”.

Una utopía
En aquel 1923, contextualiza el historiador, se estaba formando apenas el nuevo régimen y la política tenía pocas posibilidades de ser efectiva sin el apoyo de las armas, no había organizaciones obreras ni campesinas, sólo los ejércitos salidos de la Revolución, algunos no bien formados, y todavía luchaban entre sí como los delahuertistas contra el gobierno de Obregón que quería imponer a Calles:

“En medio de esa división interna, un personaje como Villa les da temor, ya está rendido en su hacienda, pero su imagen popular como líder salido del pueblo y con posibilidades de llamar otra vez a las armas y encabezar un movimiento, hace que la solución casi lógica para gentes tan realistas y brutales como los sonorenses, sea eliminarlo”.

–Se ha dicho que, a diferencia de Zapata, Villa no tenía un ideario político, pero su biógrafo Friedrich Katz considera que sí.

–Lo único que tenemos como proyecto villista es una página en el libro “México insurgente”, de John Reed, quien en una conversación con Villa le pide resuma cómo vería al México posterior a la Revolución. La respuesta es un México rural, desde luego –igual que el de Zapata–, donde el hombre que trabaja la tierra tiene posesión de ella. Pero lo interesante en esa sola hojita es la parte militar, porque se le da la tierra a los que están dispuestos a oír el llamado a defender a México.

Katz. Biógrafo del Centauro del Norte / Foto: Eduardo Miranda

Explica el investigador que en la concepción del general de la División del Norte “es de un México no muy distante de las colonias agrícolas militares del México anterior a la Revolución, con campesinos armados trabajando sus parcelas, con una instrucción militar. Y Villa le dice a Reed que debe ser una instrucción militar sistemática”.

Así, continúa, cuando se requiera de una acción colectiva por parte de un presidente legítimo, una empresa patriótica, estarán ya organizados de antemano y rápidamente se pondrían en orden militar como ciudadanos soldados.

En la misma página Villa habla de la educación, de la necesidad de las escuelas y de que todos los mexicanos acudan a ellas, que al menos estén educados en lo esencial: “No se necesita una constitución con ciento y tantos artículos, nada más unas cuentas ideas, es una utopía, pero Villa sí la tiene”.

Aunque es muy conocida la anécdota de cuando Zapata y Villa conocen Palacio Nacional y la silla presidencial y dejan claro que su aspiración no es sentarse en ella, se le pregunta a Meyer si alguna vez el Centauro del Norte se vio a sí mismo gobernando. Tras reiterar que ninguno de los dos revolucionarios lo hizo, detalla:

“Ambos vienen de abajo, quizá Villa un poquito más, el norte y el centro son distintos. Él no pertenece al México de las comunidades tradicionales con raíces culturales de siglos, el norte tenía entonces unas oleadas nuevecitas de mexicanos allá, y los dueños originales de esas tierras eran indios nómadas a los que casi se les había exterminado, entonces la gente era recién llegada, muy individualista, a diferencia de las comunidades zapatistas”.

Los dos, a diferencia de otros jefes revolucionarios como Obregón o Venustiano Carranza, que no están en el imaginario de las clases populares, siguen abanderando movimientos sociales. A decir del historiador es una rareza, y recuerda que en la película “Vámonos con Pancho Villa” (1936) de Fernando de Fuentes, se le proyecta precisamente como el jefe nato y genuino que fue, no necesitó de grados ni consiguió ascensos por tener educación militar, pero su carisma logró que lo siguieran porque confiaban en él.

“Y ¿quién confiaría en Obregón? Lo harían arriesgando el pellejo. En cambio decir ‘me dio su palabra Villa o Zapata’, se les creía… Son figuras que encarnan la esencia de un pueblo, de una nación, y Obregón no encarna nada de eso. Sí, es la inteligencia, la audacia, pero para sí mismo, para hacer negocios, convertirse en exportador de garbanzo y de granos, tratar de hacer un gran capital desde la Presidencia. No lo logró, pero ganas no le faltaron, esa era su vocación”.

Para cerrar se le pregunta por qué aún en la actualidad, hay ataques a la figura de Villa, y en las redes sociales se encuentran mensajes en los que se le califica de asesino, violento, salvaje, bandolero… En cambio, se ha tratado de reivindicar a Porfirio Díaz.

Con ironía, indica –citando el libro “The Reactionary Mind” (La mente reaccionaria), de Corey Robin– que a los conservadores les causa terror y enojo la insubordinación de las clases populares, “que se pongan a su nivel, aunque materialmente no pierdan nada, pero sí pierden estatus.

“Si un personajillo como Villa, que podría haber pasado desapercibido, se atreve a sentarse en la silla presidencial de don Porfirio, ¡uf!, ¡es un sacrilegio! Porque quiere decir que, en algún momento, los de abajo pueden revertir el orden. Estos personajes se sienten ofendidos por la figura de Villa porque no están muy seguros de su posición. Aunque ya murió y pasó un montón de tiempo, tiene popularidad, y de todas maneras lo ven como un peligro, como un reto a la sociedad, donde cada uno tiene su lugar y no debe de intentar cambiarlo. Aunque sí lo cambiaron, sobre todo a Villa”. 
 

Comentarios