Milan Kundera
El día que Milan Kundera invitó a Julio Cortázar, García Márquez y Carlos Fuentes a visitar Praga
El autor de Cien años de soledad plasmó una parte de esa historia en el prólogo que escribió para el libro, Imagen de Julio Cortázar por Ignacio Solares.CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Los protagonistas del Boom Latinoamericano tuvieron un encuentro con el existencialismo. En un tren viajó Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Carlos fuentes; su destino era Praga. Milan Kundera, su anfitrión los esperaba en la bruma del país europeo, era 1968 y tres meses antes, Rusia había ocupado Checoslovaquia.
“Pasé con ellos una semana inolvidable. Nos hicimos amigos. Y justo después de su partida pude leer, todavía en pruebas de imprenta, la traducción checa de Cien años de soledad”, escribió el autor de La insoportable levedad del ser, quien falleció este miércoles a los 94 años.
Gabriel García Márquez, plasmó una parte de esa historia en el prólogo que escribió para el libro, Imagen de Julio Cortázar por Ignacio Solares:
“Viajábamos en tren desde París porque los tres éramos solidarios en nuestro miedo al avión, y habíamos hablado de todo mientras atravesábamos la noche dividida de las Alemanias, sus océanos de remolacha, sus inmensas fábricas de todo, sus estragos de guerra atroces y amores desaforados."
Al evocar el encuentro, el novelista colombiano reveló una de las pasiones de Julio Cortázar; la música.
"A la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurrió preguntarle a Cortázar cómo, en que momento y por iniciativa de quién se había introducido el piano en la orquesta de jazz. La pregunta era casual y no pretendía conocer nada más que una fecha y un nombre, pero la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta el amanecer, entre enormes vasos de cerveza y salchicha con papas heladas. Cortázar, que sabía medir muy bien sus palabras, nos hizo una recomposición histórica y estética con una versación y una sencillez apenas creíble, que culminó con las primeras luces en una apología homérica de Thelonious Monk. No sólo hablaba con una profunda voz de órgano de erres arrastradas, sino también con sus manos de huesos grandes como no recuerdo otras más expresivas".
Por su parte, el mexicano Carlos Fuentes, autor de La región más transparente, detalló su versión de aquel encuentro.
"Milan Kundera reía a carcajadas, un gigantón eslavo con una de esas caras que sólo se dan más allá del río Oder, los pómulos altos y duros, la nariz respingada, el pelo corto abandonando la rubia juventud para entrar a los territorios canos de los cuarentena, mezcla de pugilista y asceta, entre Max Schmelling y el papa polaco Juan Pablo II, marco físico de leñador, escalador de montañas; manos de lo que es, escritor, manos de lo que fue su padre, pianista. Ojos como todos los eslavos: grises, fluidos, al instante sombríos, ese tránsito fulgurante de un sentimiento a otro que es el signo del alma eslava, cruce de pasiones. Lo vi riéndose; lo imaginé como una figura legendaria, un cazador antiguo de los montes Tatra, cargado de pieles que les arrancó a los osos para parecerse a ellos".