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"Klondike" en la Muestra

Maryna Er Gorbach, realizadora ucraniana afincada en Turquía, coloca a Tolik y su mujer Irka, a punto de dar a luz en el filo de la navaja: Donestk, la mera frontera entre Ucrania y Rusia, el territorio reclamado por Putin.
sábado, 15 de abril de 2023 · 09:10

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Maryna Er Gorbach, realizadora ucraniana afincada en Turquía, coloca a Tolik (Sergey Shadrin) y su mujer Irka (Oxana  Cherkashyna), a punto de dar a luz en el filo de la navaja: Donestk, la mera frontera entre Ucrania y Rusia, el territorio reclamado por Putin. Mientras Tolik trata de convencerla para ir al hospital, cae una bomba que explota en la sala de la casa, y lo que de momento horroriza a Irka no es el enorme agujero en la vivienda, sino que destruyeron la carriola del bebé por llegar.

Los hechos ocurren en 2014, año de la anexión de Crimea y el derribamiento de un avión de pasajeros por un misil ruso, en esa misma zona del óblast de Donetsk, con cerca de 300 personas incluyendo 80 niños.

El título, Klondike (Ucrania-Turquía, 2022) no se refiere a una región de Ucrania sino al nombre de un río en Canadá, en Yukón, asociado a la fiebre del oro; pero en Donestk en vez de oro fluye sangre, solo la fiebre de estos hombres sí que se asemeja a la búsqueda de ganancia ciega.

Pese a su indolencia, Tolik estaría de acuerdo con la anexión a Rusia y los separatistas lo azuzan constantemente, en tanto que al cuñado, fiel a Ucrania, le escandaliza su postura. Entre sangre, explosiones y fragmentos de un mundo que se desbarata por la avaricia y la obsesión masculina, a Irka nada más le preocupa mantener la calma y juntar las astillas para la cuna del bebé que está por llegar.

Frente al saqueo constante de los hambrientos combatientes que se empeñan en borrar las huellas del avión derribado, preparando una versión diferente para culpar a Ucrania, Irka ordeña la vaca, intenta preservar vegetales, acarrea agua para guisar y limpia la casa --esa casa con un hoyo enorme que los mantiene prácticamente a la intemperie y muestra el paisaje de esa tierra de nadie: no man’s land.

Er Gorbach se vale del lenguaje del western clásico para filmar Klondike; pero Irka no es una Barbara Stanwyck que defienda su rancho a balazos (como en la serie de TV Valle de pasiones), sino una mujer que solo busca preservar la vida; por ello la realizadora dedica su película a las mujeres que algún día reconstruirán Ucrania

En Klondike todo es frontera. La crisis comienza en medio de la noche, el debate entre vida y muerte ocurre de principio a fin, el hogar de esta pareja que espera un hijo, obvia alegoría de un país que no se esperaba a ser bombardeado implacablemente, va más allá de la mera representación, el espectador lo percibe como un espacio real habitado por personajes de carne y hueso que no representan ideas ni propaganda, sino fuerzas vitales, como Irka en particular; vida frágil, amenazada de extinción, sin embargo, decidida a perpetuarse, cosa que intensifica la sensación de fatalidad y de presagio.

El personaje de Irka, sostenido por la buena actuación de Cherkashyna, ofrece la imagen de la mujer como soporte de la existencia, rol eterno que no se dedica al cultivo o a la vivienda como resultado de sumisión al poder masculino, sino como protesta y responsabilidad ante el absurdo de la guerra.

Contrariamente a lo que pudiera sospecharse, Klondike no contó con financiamiento europeo; en medio de la pandemia, Turquía, en gran medida gracias al esposo de la directora, sostuvo la producción.

Crítica publicada el 9 de abril en la edición 2423 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

 

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