CIUDAD DE MÉXICO (APRO).- Hombre de sensibilidad a flor de piel con composiciones valientes y discursos poéticos hechizantes, el trovero uruguayo Jorge Drexler es una figura señera de unos tiempos duros cuando los seres humanos necesitamos cantar a la esperanza.

Así, una enloquecedora bohemia desbordada de pasiones brindó el cantautor en el Auditorio Nacional la noche de este jueves, en un paseo por su historia musical y una revisión hacia su reciente discografía “Tinta y Tiempo” (2022).

 Drexler emergió a paso veloz para inmediatamente arrodillarse y besar el suelo del escenario, siendo recibido en bienvenida por los aullidos y aplausos ensordecedores de los 10 mil reunidos que abarrotaron el coloso de avenida Reforma.

 Sin parafernalias, la escenografía edificó un monumental lienzo blanquizco al fondo. La iluminación erigió ambientaciones de intimidad para ilustrar la narrativa de cada tema, entre sutiles tonalidades y coloridos contrastantes.  

 “El plan maestro” y “Deseo”, emprendieron la apertura del vibrante recital. Los respetables se entregaron demencialmente, corearon cada rola a todo pulmón. El artista agradeció en todo momento, entre cada canción explicaba el origen y contexto de sus creaciones musicales, estableciendo un constante diálogo y conexión con su gente. 

 “Esto excede toda premonición, toda expectativa que uno tenga, yo me imaginaba que esto sería impresionante pero nunca tan impresionante, queridas y queridos. ¡Es el concierto más grande que he dado en mi vida! ¡Gracias, estoy tan contento que estén aquí para acompañarme esta noche que es tan especial para mí!”, enunció el originario de Montevideo en sus primeras palabras directas al corazón del auditorio.

 Brindó grato reconocimiento a sus fans al “sentirse feliz por el logro de conquistar el Auditorio Nacional” y recordó con humildad que cuando debutó en México lo hizo en la librería El Péndulo de la colonia Condesa, en el año 2001. Drexler se acompañó de un excelente ensamble de músicos y coristas, aderezando sus dulces versos románticos “Corazón impar”, “Cinturón blanco”, “Me haces bien” y “Fusión”.

 Avanzó el ágil recital con “Inoportuna” y “Era de amar”, esta última marcando el enlace a “Puente”, del célebre rockero argentino Gustavo Cerati (1959-2014), para honrarle. Continuaron “¡Oh, algoritmo!” y “Salvapantallas”, erizando las mentes “Asilo”, “Tinta y tiempo”, además de sorprender con “El día que estrenaste el mundo”.

 El corte “Pongamos que hablo de Martínez” estuvo dedicado en honor al español Joaquín Sabina, continuando rápidamente con “Milonga del moro judío” y “Soledad”. Jorge Drexler ofrendó luego “Duermevela”, en memoria a su madre Lucero Prada fallecida en 2018.

 Tocó “Movimiento”, acompañándose de músicos de la región del Sotavento, en jocosa gala de soneras y pregoneros de Veracruz y Oaxaca. Avizorando el ocaso resonaron “Tocarte”, “Telefonía” y “Silencio”, para desaparecer unos segundos y retornar en “La guerrilla de la concordia”.

 Aprovechó para agradecer al México de Benito Juárez y la Venezuela de Simón Bolívar por salvaguardar a los refugiados políticos de Uruguay, “¡gracias en nombre de mi familia!”, cantando “La luna de Rasquí” y “Todo se transforma”.

 En despedida, convocó un mensaje ecológico para cuidar nuestra Madre Tierra y la imprescindible biosfera, concluyendo con los ritmos de “Amor al arte” y convidando nuevamente a los músicos veracruzanos para un candente adiós.

 Entre reverencias y cobijado de sus músicos, Jorge Drexler se arrodilló una vez más y desapareció huyendo con una visible sonrisa entre el griterío de satisfacción de la multitud.