Arte

Mujeres, innovadoras del arte popular: Dolores Porras

Bajo el título de “Dolores Porras. Taller”, el Museo Nacional de Culturas Populares, en la Ciudad de México, presenta una atractiva y confusa exposición que rebasa su tema principal.
sábado, 16 de diciembre de 2023 · 08:39

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición es mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Bajo el título de “Dolores Porras. Taller”, el Museo Nacional de Culturas Populares, en la Ciudad de México, presenta una atractiva y confusa exposición que rebasa su tema principal.

Dedicada a exhibir la propuesta creativa y legado de la artista alfarera Dolores Porras (1937-2010, Santa María Atzompa, Oaxaca), la muestra, al presentar el contexto de la protagonista, se expande evidenciando la osadía creativa que han tenido otras mujeres de esa población.

Coordinada por la promotora Cristina Faesler con el apoyo curatorial de José Valtierra, la exposición se divide en dos secciones que, aun cuando difieren notoriamente en el número de piezas, evidencian el protagonismo que han tenido las mujeres en Atzompa.

Su irrupción es contundente. Basta con recorrer el pequeño pasillo que inicia la muestra para notar las diferencias. De la homogeneidad del barro verde vidriado tradicional de Atzompa, se transita a las espléndidas obras realizadas tanto por la decana de la innovación, Teodora Blanco (1928-1980), como por otras mujeres. Ya sean figuras o enormes vasijas escultóricas, las piezas, producidas en uno o dos tonos naturales del barro, se caracterizan por la intervención de figuras conformadas en la ancestral técnica del pastillaje.

Totalmente diferente de la alfarería tradicional, la propuesta de Teodora Blanco abandona la identidad artesanal que repite formas y poéticas generando una propuesta personal que se basa en la creación de figuras y elementos florales de estética primitivista y “naiv”.

Sobresaliente en esta primera sección, se impone un conjunto escultórico de Angélica Vásquez Cruz (Atzompa, 1958). Reconocida en 2008 por la Secretaría de Educación Pública con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Artes y Tradiciones Populares, Vásquez presenta un sintético paisaje en tonos negros, en el que se descubren rostros de sus característicos personajes fantásticos escondidos entre cactus y otras plantas.

Dedicada a Dolores Porras y su taller, la sala principal, que es muy reducida, exhibe 30 piezas de su autoría rodeadas de otras 35 producidas por sus hijos e hijas. No hay similitud con la propuesta de Blanco. El lenguaje de Dolores Porras se basó en una sobria propuesta policromática que fusiona el objeto con el relieve.

En sus obras, las formas, ya sean abstractas geométricas o figurativas, emergen del soporte conjugando muchas veces la incisión con la tridimensión. Y si bien sus vasijas de dinámicas bandas policromáticas sobresalen por la hibridación entre estéticas modernas y populares, lo más fascinante de su obra se encuentra en las narrativas. Oscilantes entre imaginarios primitivos y eróticos, sus mujeres emergen del barro develando sólo la nariz y el pecho. El cabello, ondeante, es igual que los lazos trenzados de sus vasijas, una hibridación entre la incisión y el volumen.

Invadidas por rostros, animales, sirenas o personajes masculinos y femeninos que son a la vez soporte y relieve, sus platos y vasijas se imponen como un arte popular contemporáneo que cuestiona el término de popular. Creadora, al igual que Teodora Blanco, de una nueva tradición alfarera en Atzompa, el taller de Dolores Porras no es como su obra. Como toda tradición, es la repetición o reinterpretación de un concepto creativo.

Y por lo mismo, la decisión de fusionar museográficamente la propuesta de Porras con la producción que se realiza actualmente en su taller, es una decisión que genera confusión. El arte de la maestra no es igual que la artesanía de sus seguidores y seguidoras.

Comentarios