Arte

“Lumbre. Ilustradoras en México”

Aun cuando el tema es relevante, la exposición no cumple los requisitos básicos de una curaduría y museografía de calidad profesional.
sábado, 18 de noviembre de 2023 · 09:44

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición es ahora mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Aun cuando el tema es relevante, la exposición no cumple los requisitos básicos de una curaduría y museografía de calidad profesional.

Emplazada en el Museo Universitario del Chopo, en la Ciudad de México, la muestra no corresponde al rigor que debería caracterizar a un recinto dependiente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Una circunstancia lamentable si se toma en cuenta que, en los últimos años, la ilustración realizada por mujeres se ha impuesto como un medio de empoderamiento personal, denuncia social y activismo artístico.

La ilustración es un objeto de estudio complejo, plural y muy dinámico. Además de la diversidad creativa, su identidad como disciplina particular es interesante. Hibridada actualmente con el dibujo y expandida en collages, tatuajes y muralismo callejero, la ilustración se ha transfigurado en prácticas que transitan entre lenguajes gráficos y pictóricos. Reconocible principalmente por las poéticas que definen sus lenguajes, la ilustración, al buscar su autonomía, corre el peligro de reducirse a dibujos simplistas, en tendencia y sin potencia visual.

Las ilustradoras en México, hoy en día, no son sólo creadoras. Se han convertido en una escena de múltiples matices que no se limita a la ciudad capital. Y si bien es verdad que las redes sociales son su territorio --como señala el único texto con el que cuenta la exposición--, propuestas como el excelente proyecto de Las Iluministas (https://lasiluministas.art/) o de las “Las Bravas. Primera escuela feminista de arte urbano” que opera en San Luis Potosí, son algunos ejemplos de la ilustración de contenido artístico.

Este último aspecto es también esencial en la ilustración contemporánea. ¿Qué características debe tener una imagen para rebasar la funcionalidad de la comunicación visual e identificarse como arte? El uso de la ilustración que han hecho las feministas, como un medio que enfatiza y defiende una declaración de principios, ha permitido que las imágenes abarquen territorios tan privados como públicos. Desde un libro hasta una consigna y un mural.

Ninguno de estos aspectos se aborda en la exposición del Chopo. Curada por Karol Wolley, la muestra es imprecisa desde el título. Con la intención de establecer una relación con el origen en latín del verbo ilustrar --dar luz al entendimiento--, se recurre al origen de la palabra lumbre que es fuente de luz.

Integrada por 35 autoras, lo primero que sobresale es la ausencia de un concepto curatorial que signifique y justifique su selección. Carente también de una narrativa que otorgue sentido a las piezas --aproximadamente un poco más de 100--, el conjunto de ilustraciones se extiende por la sala sin especificar secciones o temáticas particulares.

La diferencia en el número de obras que presenta cada participante es muy notoria. Mientras algunas sólo exhiben una o dos piezas, otras como Pamela Medina y Emilia Schettino presentan seis, Harumi Tanimoto siete, Andonella nueve, y Valeria Hipocampo y Amanda Mijangos sorprenden con 11. En este contexto, la exposición tampoco cuenta con información que permita ubicar las trayectorias y particularidades creativas de cada una de ellas.

Integrada en su mayoría por ilustraciones digitales de pequeño formato y un mural de María Conejo --a quien se le solicitó que abordara la reivindicación de lo femenino en la sociedad--, la muestra devela una selección arbitraria, en la que se homogeneizan las firmas abordando “posicionamientos personales y sociales tales como la aceptación del cuerpo como un acto de liberación de los cánones de belleza patriarcales y occidentales; el abrazo a la vulnerabilidad como herramienta de poder; la comunión con lo cotidiano; vínculos afectivos con el entorno doméstico y un acercamiento al espacio urbano”.

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