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“Érase una vez un genio”: otras Mil y una Noches

Érase una vez un Genio es una cinta que van a disfrutar, con sabor a miel, quienes encuentran fascinación en los rituales de la narrativa de las fábulas y quimeras, que mantienen encendida la llama de la imaginación.
viernes, 16 de septiembre de 2022 · 20:46

MONTERREY, N. L.,  (apro).- Como un canto de alabanza a la tradición de la narrativa oral, Érase una vez un genio (Three thousand years of longing, 2022) se inspira en Las Mil y una noche para mezclar la modernidad con el sabor de las leyendas antiguas.

Como un diálogo entre Sherezada y el rey Sariar, la erudita Alithea (Tilda Swinton) dialoga con el Djinn (Idris Elba), un genio que ha estado atrapado en botellas durante más de tres mil años. El ser ancestral, que estuvo presente en historias milenarias que luego se transformaron en leyendas, se encuentra en la época actual, sorprendido por la tecnología, pero apegado a la costumbre de expresarse a través de los relatos.

De esta forma, el gigante mágico anuncia que le concederá tres deseos a la académica, tras lo cual quedará liberado para siempre. Sin embargo, ella como experta en mitos, advierte que todas las narrativas relacionadas con el tema acaban mal, por lo que tiene sus dudas y pone a prueba la honestidad de su benefactor.

Ante las dudas, el genio procede a relatar los episodios más importantes de su vida, como una canasta de cuentos, en tierras exóticas del oriente medio, donde conviven los hechizos, los encantamientos, la belleza y la opulencia, con una vasta variedad de placeres y sensualidad.

El director y guionista George Miller toma el cuento corto de A. S. Byatt, para crear una delicia visual con efectos digitales embriagadores e imágenes refinadas hechas por computadora, que enmarcan las anécdotas en las que abundan los castillos, pasadizos, alcobas, erotismo y las traiciones palaciegas desatadas por la pasión.

Con un lenguaje elevado, y con numerosas referencias a las historias que tienen escenarios parecidos a lo que alguna vez fueron naciones llenas de encanto, se va hilando el reto que debe sortear una mujer solitaria que anhela el amor. Pero debe ser lista, para detectar alguna trampa del ser apuesto, apolíneo que hará lo que sea por recuperar su libertad, incluso utilizar recursos de labia aceitada para atraparla.

Con un tono fantástico, la película parece ser más una producción particular de las inquietudes de Miller, que sorprendió al mundo la década pasada con la magnífica Mad Max: Furia en el Camino, con la que desafió las convenciones, con una nueva forma de contar historias de aventuras, con personajes sólidos, anécdota vertiginosa y recursos visuales asombrosos. En esta ocasión el realizador muestra su evidente fascinación por la ficción, llevándola a un nivel de excelsitud y virtuosismo.

Aprovechándose de la generosidad de los recursos de CGI, puede manipular sus historias para llevarlas a prácticamente cualquier lugar del planeta, por más elaborada que pueda ser el arte arquitectónico o de vestuario para recrearlo. Toda la atmósfera es de encantamientos, como dentro de un sueño del que no se quiere regresar.

Para presentar la argumentación central, Miller coloca a Alithea en una conferencia en Estambul, precisamente sobre mitología, y se percata de que entre los espectadores se encuentran algunos de los entes espectrales que fueron los protagonistas de los cuentos que han sido contados entre generaciones.

Incluso, la académica comienza su historia en forma de confesión, con la frase Érase una vez… suponiendo que algún día, muchos siglos después de hoy, alguien la contará como si fuera una época remota en la que los habitantes del planeta viajaban en aviones y cargaban con dispositivos inteligentes.

La química es sorprendente entre dos seres humanos de perfiles antropomórficos opuestos. Por un lado, la pequeña, delgada y pelirroja Swinton se encuentra muy cómoda, enamorándose lentamente del gigante musculoso, Elba, que va explicando con un acento extranjero monótono y sigiloso, lo que han sido las alegrías y las desventuras de su dilatada existencia. En los contrastes se presentan como una pareja de bellos contrastes.

Érase una vez un Genio es una cinta que van a disfrutar, con sabor a miel, quienes encuentran fascinación en los rituales de la narrativa de las fábulas y quimeras, que mantienen encendida la llama de la imaginación.

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