Muralismo

El mexicano Federico Kampf realiza un gran mural holográfico en Dubái

El artista plástico mexicano Federico Kampf crea un mural holográfico, con las técnicas ancestrales, al fresco, temple y encausto, en uno de los barrios más modernos de Dubái.
sábado, 9 de julio de 2022 · 13:49

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).– El artista plástico mexicano Federico Kampf crea un mural holográfico, con las técnicas ancestrales, al fresco, temple y encausto, en uno de los barrios más modernos de Dubái, en el Desing District:

“Al final serán no menos de 500 metros de pintura. Es todo con pincel, no se usará el rodillo. Se convertirá en el mural holográfico más grande del mundo. Tiene una pretensión de eternidad, como los murales que se creaban hace cinco mil o dos mil años, que fueron creados con procesos académicos, no en aerosol, sino como los pintaban el italiano Miguel ángel o el mexicano Diego Rivera. Es lo que estoy rescatando: las técnicas académicas”.

Aclara por teléfono desde Dubái que no existe un mural holográfico a nivel mundial, sólo hay obras holográficas, de caballete:

“Ese concepto (holográfico) yo no lo inventé, existen obras pictóricas holográficas desde hace 300 años, por la inquietud de generar efectos ópticos de arte, en fin”.

Kampf (Tepotzotlán, Estado de México, 1981) estudió filosofía y derecho, pero se inclinó por la pintura. Cuenta que la invitación de pintar en Dubái surgió el año pasado con un empresario libanés que cuenta con socios en Dubái:

“Hablamos y firmamos contrato. Yo fui el que propuso la idea de realizar el mural holográfico más grande del mundo. Para que sea holográfico, se hacen tres murales y se ensamblan, y cuando el espectador se mueve, admira los cambios de las imágenes. Ese es un concepto holográfico, lo otro es que en la parte está el todo, lo holográfico se refiere a eso también, en física cuántica”.

Federico Kampf. Foto: Cortesía

Adelanta el contenido del mural:

“Hablará sobre el sofismo, que es la parte esotérica del islam, que tiene que ver con las filosofías ancestrales, con el budismo también, y la cábala, con todo lo que yo sostengo y la física cuántica. Además será una analogía sobre la conciencia al paso de la inconciencia o del ego, hacia una especie de revelación o de final. Y la analogía también se da con la historia de los Emiratos Árabes, que es una locura. Lo que hicieron estas personas en 40 años es impresionante. Ahora que estoy viviendo en Dubái estoy admirado y enamorado del modelo tanto político como económico. La gente dice que porque tuvieron petróleo, pero no sólo eso, en México existe más petróleo. Ha sido mucha visión, mucha creatividad, mucho orden, mucha disciplina. El mural incluso se refiere a eso”.

Es autor de los murales al fresco “Energía, tiempo y consciencia” en el Museo Polmone Pulsante, en Roma, Italia, y “Fertilidad artística de las academias en América Latina”, en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, La Habana, Cuba. Ha participado en más de 40 exposiciones colectivas e individuales desde el 2008.

Kampf relata entusiasmado:

“Soy un filósofo y un artista que busca materializar conceptos, creando experiencias en la agente. Mi búsqueda es crear reflexión en las personas y poder dejarle un legado en ese sentido. Sócrates le decía al filósofo y al artista el tábano, el que crítica a la sociedad, es un visor y un factor catalizador de su contexto social, económico y político de su momento. Nosotros podemos ver la historia de la civilización siempre por medio de sus artistas, de cómo vivían y cómo dejaron los elementos estéticos y filosóficos”.

Se le comenta que es abogado, y explica:

“Sí, estudié derecho en la Universidad Panamericana hace muchos años y litigué diez años en materia penal y a la par cursé filosofía. Estudié las dos carreras simultáneamente. Toda la vida estaba entre filosofía o artes plásticas, y la familia se encargó de convencerme de que me iba a morir de hambre, en fin. Me convencieron en ese momento, y todavía hice la maestría en derecho. Me retiré hace 14 años, poseía un despacho exitoso, pero se lo dejé a mi socio y a mi hermano, quien se dedica al derecho penal, y empecé esta carrera de pintor porque no podía dedicarme a ambas cosas. El arte es totalmente demandante”.

Sabía los pasos que debía dar como artista plástico:

“Nunca me he llevado bien con los galeristas, hasta la fecha. No me gusta sus modos, no me gusta como presionan a los artistas, como los encasillan, siempre he sido rebelde y busqué mi propio camino. Me puse a pintar mucho, 13 o 15 horas diario, y escogí exposiciones importantes, en París, Francia, fue la primera, luego Barcelona, España, Italia, Estados Unidos. Y así ha sido en 14 años, poco a poco con retos importantísimos. Sostener económicamente esto, no es fácil, pero ahí va. Creo que al final es más importante la libertad, el amor y la persistencia, y el no darse por vencido y confiar en las capacidades y las herramientas que uno tiene, y no es fácil, pero eso también es lo divertido”.

–¿Cómo selecciona sus temas?

–Regresando un poco a que he tenido la fortuna de ser muy libre, en ese sentido no dejo que nadie me diga qué hacer, ni qué decir. La obra y la temática han fluido como van pasando los años. Al final el arte yo lo tomo como mi catalizador, mi vaso comunicante es la filosofía que yo tengo, parte de la escuela de Martin Heidegger y Friedrich Nietzsche, y lo mezclo con la física cuántica que exploro diario. Eso con respecto a la obra de caballete, y los encargos obviamente sí tienen un tópico. Prácticamente todos los murales son por encargo, ya sea de un político, un empresario o un museo. Por ejemplo, ahora lo que estoy haciendo en Dubái pues sí tengo ciertas limitaciones, no puedo poner temas religiosos, ni desnudos, lo cual es parte de mi contexto, pero bueno, de eso se trata también el reto.

“Cuando son encargos busco la historia del lugar donde estoy creando la obra, busco cómo puedo innovar, cómo puedo darle una lectura a eso y así van saliendo las formas y dejo que fluyan. Yo creo mucho en la obra onírica y en la obra que es irracional, por eso parto un poco del surrealismo desde que empecé, y la obra te va diciendo qué hacer. Tú empiezas si tienes una idea bastante clara o a veces no tan clara, pero la obra te va diciendo hacia dónde ir  y hay que estar muy abierto, como una antena, para que finalmente se vayan cuajando los elementos, y al final la obra nace, es un milagro”.

Rememora que dibujaba bien desde pequeño. Luego buscó maestros:

“El que me enseñó literalmente la pintura es Jaime Grifaldo. Ingresé a su taller y me encantó. Aprendí como se hacía antes: copiando primero a los grandes, y tratando de identificar el estilo, y poco a poco vas adquiriendo la técnica y ya puedes ir haciendo tu obra, pintar mis ideas, entonces, fue una epifanía tremenda para mi porque al final la necesidad es comunicar, ya me estaba comunicando digamos, por eso fue tan fuerte y tuve que dejar el despacho”.

El mural en Dubái aún no tiene título.

Finaliza:

“Estoy agradecido que acá siempre se refieren a mi obra de una manera potente. El empresario me trajo. No sabía que iba pegar mi obra, porque es diferente a lo que se hace en el muralismo que se crea hoy. Estoy agradecido porque sí lo han notado. Me gustan los retos y espero estar a la altura. Y espero que en 500 años se pueda ver la obra que realicé. Que se sepa cuál era la esencia de esta época”.

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