Teatro

"El inspector llama a la puerta"

J. B. Priestley, en El inspector llama a la puerta, construye una obra a lo Agatha Christie con un humor constante reforzado por la dirección de Otto Minera y el elenco que se presenta en el teatro Orientación Luisa Josefina Hernández.
martes, 5 de julio de 2022 · 08:58

CIUDAD DE MÉXICO (apro).–A principios del siglo XX una familia burguesa de la sociedad inglesa se reúne a celebrar el compromiso de la hija con un próspero y joven empresario. Cuando el inspector llama a la puerta se desata una serie de intrigas y descubrimientos que lleva al espectador a mantenerse atento a la trama.

J. B. Priestley, en El inspector llama a la puerta, construye una obra a lo Agatha Christie con un humor constante reforzado por la dirección de Otto Minera y el elenco que se presenta en el teatro Orientación Luisa Josefina Hernández.

El inspector llama a la puerta es una obra que reproduce la época, las formas y la estética de principios del siglo XX. Con la trama, cuestiona toda una forma de comportamiento donde la indiferencia y la mentira destruyen vidas, en este caso la de una joven que se ha suicidado. El autor, a través del personaje del inspector, toma este hecho para investigar los motivos y entrevista a los integrantes de la familia que tuvieron relación con la joven, responsabilizándolos de lo sucedido. Cada uno tiene algo que esconder o una violencia que no quiere mostrar. El inspector va desnudándolos, trastornando la estabilidad que aparentaban.

El espacio escénico y el vestuario diseñado por Edita Rzewuska nos transporta a la época; la pátina y diseño de las paredes, la mesa gigante rodeada de sillas y una pequeña cantina al fondo. La iluminación en sepia con contrastes de Patricia Gutiérrez matiza el lugar, y el diseño sonoro de Joaquín López Chas contribuye a la ambientación del espacio. El acertado movimiento escénico diseñado por el director hace que los personajes deambulen fluidamente alrededor de la mesa, aprovechando los extremos, las entradas y salidas. Hay momentos que algún personaje está de espalda, u otro de perfil, logrando así la naturalidad necesaria para que transcurra la escena.

Las entradas y salidas de los personajes mantienen el ritmo de la obra, que no cesa en irnos mostrando las evidencias de los actos que cada integrante de la familia pudo realizar para provocar el suicidio. La tragedia de esta familia burguesa es que todos son responsables y no quieren aceptarlo. Son personas que cuidan su pequeño terruño de existencia sin asomarse siquiera al que tienen enfrente. Su individualismo queda en evidencia, pero también su cinismo al aceptarlo. Los cánones sociales lo permiten y estimulan. El patriarca, preocupado por sus negocios, la buena imagen y el matrimonio por interés, intenta dominar a la familia; la hija se subleva de alguna manera y a la madre apenas le da tiempo para reconocer sus actos.

Carlos Aragón, como el inspector, Pedro Mira como el padre, Lourdes Gazza como la madre, Leilani Ramírez la hija y David Villegas el prometido, son los actores que interpretan a sus personajes con gran entereza. Helena Aparicio como la trabajadora doméstica propicia el humor con sus pequeñas apariciones. La farsa nos lleva a la risa, al comportamiento formal y de clase que impone la época. El inspector trasciende el plano realista en cuanto a los enredos que sugiere, increpa y culpabiliza. Como en la novela negra, va poniendo los datos sobre la mesa para ir armando el rompecabezas. El sorprendente giro final de la obra confirma el papel del inspector y resignifica todo lo sucedido.

Si bien el preámbulo y el cierre de la puesta en escena ayudan a la ambientación, alargan en extremo la obra, aunque la actualización del final da un elemento importante que aterriza en el presente la crítica social que está haciendo al sistema de clase y al individualismo de nuestra sociedad actual. 

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