Cine
El maestro Jorge Fons
No acababa el revuelo que causó la desaparición de Jean-Luc Godard cuando se dio la noticia de la muerte de Jorge Fons, egresado de la primera generación del CUEC que marca una ruptura con el cine mexicano de la llamada Época de Oro.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– No acababa el revuelo que causó la desaparición de Jean-Luc Godard cuando se dio la noticia de la muerte de Jorge Fons, egresado de la primera generación del CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos) que marca una ruptura con el cine mexicano de la llamada Época de Oro, recibe el impacto de la Nueva Ola francesa, se preocupa por exponer problemas sociales sin romanticismo, o de abordar problemas políticos de manera más frontal, pese al control tácito que implicó la estatización de la cinematografía que organizara la presidencia de Luis Echeverría en los años setenta.
Claro, hubo que esperar hasta el final de la década de los ochenta Rojo Amanecer (1989) –y eso a duras penas con la censura–, para que Jorge Fons expusiera las entrañas de la matanza de Tlatelolco, tema tabú dentro de la maquinaria de los Echeverría y sus sucesores; las horas de horror que vive la familia, atrozmente masacrada por paramilitares, transcurren dentro del tristemente célebre edificio Chihuahua, en Tlatelolco.
El campo de trabajo de Jorge Fons abarca cortos, documentales y televisión; su obra cinematográfica no fue extensa, pero deja uno de los cortos más importantes del cine mexicano, Caridad (1972, tercer volante en la trilogía de Fe, Esperanza y Caridad), más película corta que corto en sí, y que crece en importancia en la medida que pasa el tiempo, y que habría que remasterizar con mucho cuidado y en serio, pues merece un lugar aparte. En la adaptación de la novela de Vargas Llosa, Los cachorros (1971), que dirigió un año antes, en la que no transmite, ni de lejos, el estilo magistral del escritor peruano en esa novela corta, había ya afinado su talento de narrador.
En Caridad Fons organiza un relato directo, sin rodeos ni explicaciones, de esos niños de un barrio perdido que pelean por las monedas que les arroja una dama (Sara García), quien se regodea con sus propios gestos caritativos; existen ahí, junto con sus padres y vecinos, sin explicaciones ni justificaciones, como personajes que se sustentan por sí mismos en esa realidad de lodo y pobreza; Caridad va más allá del naturalismo y del neorrealismo del cine de las décadas anteriores, y aunque padece la tendencia del cine de los setenta, el tremendismo, esa manera de retratar la realidad de manera grotesca y panfletaria, Jorge Fons fue capaz de torcer el estilo, mantener distancia frente al sentimentalismo y lograr una ironía poco usual en el cine de la época, o de un cine que se toma muy en serio cuando habla de los pobres.
El viacrucis que vive Eulogia (Katy Jurado) con el cadáver de su esposo asesinado en la riña provocada, indirectamente, por la caridad irresponsable, ilustra toda la maquinaria del sistema burocrático, el horror y la estulticia en el manejo de trámites. De Eulogia no se sabe nada, en el absurdo del papeleo se revela que no es una esposa legítima, que no sabe de autopsia, o necropsias, ni de carrozas fúnebres, pero el amor que ligaba a la pareja la sostiene de principio a fin. Impresiona el manejo, en ningún momento gratuito, de metáforas y metonimias, elipsis, en un análisis estilístico de esta obra. La risa inquieta que provoca Caridad es actual. ¿Quién no ha padecido la burocracia, aún ahora?