Cine

“El norte sobre el vacío”

"El norte sobre el vacío", título basado en un versículo del Libro de Job, acumula diferentes lecturas, más allá del cuestionamiento evidente sobre el patriarcado que refuerza su participación en la Berlinale de este año, asociada a un cine político y declaratorio.
sábado, 29 de octubre de 2022 · 15:40

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Desde el prólogo, Don Reynaldo (Gerardo Trejoluna) va de cacería, Alejandra Márquez Abella expone la impostura con la que se sostiene la figura de este jerarca que ha perdido la puntería, se esmera en cuidarse la piel, y se apropia del trofeo que Rosa (Paloma Petra), la sirvienta, gana para él; el desarrollo del drama desmantela, paso a paso, todo el tablado. El norte sobre el vacío (México, 2022), título basado en un versículo del Libro de Job, acumula diferentes lecturas, más allá del cuestionamiento evidente sobre el patriarcado que refuerza su participación en la Berlinale de este año, asociada a un cine político y declaratorio.

Por fortuna, esta historia que desarticula la institución patriarcal va más allá de una simple tesis feminista; sí, Rosa es un personaje femenino asociado a todas las formas posibles de explotación dada su condición de mujer, sirvienta de la casa que creció con los hijos del patrón, expuesta al abuso masculino, que conoce las debilidades de todos y que adquiere mayor dimensión a medida que todo decae a su alrededor; y sí, es la mejor tiradora en este imexicano, y además controla por debajo el destino del clan familiar, pero se alía al paterfamilias porque comprende, junto con la directora, que lo que sigue es peor que el patriarcado tradicional mismo, el reino del narco.

Tal tesis puede ser verdad o no, pero sirve de contrapeso a un simple cuestionamiento de la institución, y le da sustancia; Márquez Abella (Las niñas bien) es una directora talentosa que no permanece en la obviedad. El ranchero en el que está inspirada la cinta, no deja de ser un personaje heroico por más descabellada que sea su reacción. Así como la presencia del humano depredador en la pradera norteña perturba la armonía del reino animal –con secuencias que recuerdan al Terry Malick de Badlands (1973)–, la presencia del narco provoca un efecto devastador en la tambaleante institución de machos acobardados, pero también impide que el poder femenino ejerza una nueva propuesta.

En El norte sobre el vacío, la caricatura, salida fácil en la crítica del machismo, se hace imposible pese a que la directora organiza una estupenda coreografía en la fiesta del aniversario del rancho fundado por el padre de Reynaldo, el ridículo de actitudes y bromas provoca un malestar constante en el espectador; en toda la primera parte, se trata de un mundo dominado por hombres del que las mujeres se hallan ausentes, Rosa está ahí desde el principio pero ataviada de atributos masculinos, rifle y vestido de vaquero; el elemento femenino, madre (Dolores Heredia) e hijas se hace ver poco a poco, siempre sujeto al género opuesto.

La metáfora del mito fundador de esta familia, el árbol y el sacrificio sangriento de un felino, es harto evidente, casi didáctica, pero Alejandra Márquez Abella la maneja con fuerza, y el tradicional western del lejano oeste se transforma en un norte sin Dios, sujeto a la ley del más fuerte.

Al igual que Noche de fuego de Tatiana Hueso, El norte sobre el vacío se exhibe en las llamadas plataformas de TV, una manera de acceso a un mayor público y disponibilidad a largo plazo.

Crítica publicada el 23 de octubre en la edición 2399 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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