Homenaje a Tovar y de Teresa el martes 10
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La pianista Guadalupe Parrondo y el violinista Adrián Justus interpretarán obras de Miguel Bernal Jiménez, Alfonso de Elías, Manuel Enríquez, Manuel M. Ponce y Silvestre Revueltas este martes 10, en honor de Rafael Tovar y de Teresa a tres años de su fallecimiento, en el Auditorio Divino Narciso de la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Las piezas a ejecutar por Justus y Parrondo serán: “Tres danzas Tarascas”, de Bernal Jiménez; “Suite para violín y piano”, de Enríquez; tres obras para violín y piano, de Silvestre Revueltas; cinco también para violín y piano, de Alfonso de Elías, y “Sonata breve”, de Ponce.
Asimismo, se presentará la revista Inundación Castálida, que incluye textos de Antonio Navalón, Ricardo Cayuela, Federico Reyes Heroles, Daniel Rodríguez Barrón, Edgardo Bermejo, Jonathan Minila y María Luisa La China Mendoza.
“Melómano absoluto” y apasionado del piano, Tovar y de Teresa fue también abogado de formación, miembro del Servicio Exterior Mexicano, embajador de México en Italia, y titular tres veces del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Creador de instituciones, fue el primer secretario de Cultura en la historia de nuestro país. Como atinadamente señaló la reportera de Proceso Judith Amador Tello tras su deceso:
“Para bien o para mal, guste o no, Rafael Tovar y de Teresa pasará a la historia como el fundador de varias instituciones, polémicas sin duda, como el Centro Nacional de las Artes, el Sistema Nacional de Creadores de Arte, el Centro de la Imagen, y la más importante, su sueño largamente acariciado, la Secretaría de Cultura del gobierno federal, aprobada por la Cámara de Diputados el 11 de diciembre de 2015”.
Sus palabras al retirarse en noviembre de 2000 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), luego de una primera gestión iniciada en 1993 con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, fueron (Proceso 1254):
“Me atreví a muchas cosas, algunas resultaron, otras no.”
Su personalidad contrastaba quizá con la generalidad de los políticos mexicanos: de trato refinado, declarado gusto por los libros y la lectura, la historia, las bellas artes; melómano y aficionado él mismo a tocar el piano, clásico en el vestir y gusto por las corbatas –con las que jugaba incansablemente–, nació el 6 de abril de 1954 en la Ciudad de México, en el seno de una familia de estirpe porfiriana.
Muchas cosas se contaban de la “casota” (como la llama en su primera novela histórica Paraíso es tu memoria), que su familia poseyó en el antiguo pueblo de Tacubaya: Que era tan grande que había un pequeño lago y contaba con un trenecito para su recorrido.
El historiador Enrique Krauze, en el prólogo al libro La ciudad de los palacios: Crónica de un patrimonio perdido, que Guillermo de Teresa, hermano de Rafael, hizo en 1992, recuerda el lugar al referirse a la relación que aquel joven historiador guardaba con su abuelo, a cuya casa en la colonia Roma se fue a vivir desde pequeño:
“El recuerdo de los tiempos de don Porfirio, cuando el tío José –concuño de Díaz– era embajador en Austro-Hungría, no era ya motivo de desolación sino de nostalgia. ¿Cuántas veces vio las postales de la casa de los Teresa en Tacubaya: el teatro privado, el lago, las caballerizas, el pequeño tren? La Revolución los había privado de negocios y haciendas, pero no los empobreció verdaderamente. Fue un naufragio del que salieron cargados de fragmentos… como la Ciudad de México.”
Hijo del doctor Rafael Tovar y Villa Gordoa e Isabel de Teresa y Wiechers, la genealogía se remite a apellidos tan reconocidos en la historia de México como Teresa de Mier, Mier y Pesado, o pertenecientes a familias de abolengo como los Villagordoa, Ortiz de Rozas, López-Portillo y García Villa, “de la Guadalajara colonial y poscolonial”, recordó el diario jalisciense El Informador en abril de 2012, tras morir su madre Isabel de Teresa.
Las relaciones entre familias se estrecharon cuando en los años ochenta Tovar y de Teresa se casó con Carmen Beatriz López Portillo Romano, hija del entonces presidente de la República José López Portillo y Pacheco. Tuvieron dos hijos, Rafael Tovar López Portillo y su hermana Leonora, esposa de Gerardo Ordaz Castañón, nieto del expresidente Gustavo Díaz Ordaz.
Autor de El último brindis de don Porfirio y De la paz al olvido, Rafael Tovar y de Teresa nació un 6 de abril de 1954 y falleció el 10 de diciembre de 2016; entre sus últimas apariciones públicas está cuando anunció la exposición de arte mexicano Pinta la Revolución: Modernismo mexicano 1910-1950, con arte de Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, María Izquierdo y Frida Kahlo, en el Museo Artístico de Filadelfia, Estados Unidos, y, posteriormente, en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.
Escribió en 1993 su primer libro, Modernización y política cultural, dentro de la serie “Una visión de la modernidad de México”, editada por el Fondo de Cultura Económica en el marco del concepto “modernización del Estado mexicano”, que impulsó en su momento Salinas de Gortari y que algunos llamaron la perestroika mexicana. El volumen de 532 páginas es un recuento del quehacer cultural institucional en México y particularmente de los primeros años de la gestión de Tovar al frente del Conaculta.
Ingresó al organismo, creado por decretó de Salinas, durante la gestión de su primer presidente, el embajador e intelectual Víctor Flores Olea. Ocupó el área jurídica y la Coordinación de Proyectos Especiales e Intercambios Culturales. De 1991 a 1992 fue director general del INBA, cargo que dejó para asumir la presidencia del Conaculta.
Su arribo estuvo precedido por el escándalo que provocó la destitución de su antecesor, Flores Olea, a quien se le pidió la renuncia luego de que el poeta Octavio Paz renunciara como jurado del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes por su desacuerdo con la organización del Coloquio de Invierno, a cargo del Conaculta. Tovar dijo en entrevista con Proceso:
“Fue un hecho lamentable para todos, definitivo. Yo lo sentí en su momento por Flores Olea porque es mi amigo, por Octavio Paz que me merece el mayor respeto y por la propia institución fragilizada por circunstancias ajenas a su propia operación”.
Añadió:
“No estoy juzgando si en ese momento Conaculta tomó partido o no, lo que sí creo es que se debe evitar al máximo.”
Y es que no se salía de lo políticamente correcto; era diplomático, pues. Así fue en su manejo de asuntos polémicos ante la prensa. Estuvo en Conaculta hasta el año 2000, cuando llegó a la presidencia del país Vicente Fox. Posteriormente fue nombrado para el mismo puesto por Enrique Peña Nieto en diciembre de 2013, al regreso del PRI al poder, y tras crearse la Secretaría de Cultura, fue designado su primer titular.
Alejado de los puestos culturales durante su estancia como embajador en Italia, regresó durante el gobierno de Felipe Calderón para ocuparse de las conmemoraciones por el Bicentenario del inicio de la lucha de Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana, cargo al que renunció el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
Desde un inicio dejó en claro que no emprendería un proyecto como el que había pretendido realizar Cárdenas, quien incluso habló de un replanteamiento de la Constitución Mexicana de 1917, sino que se limitaría a hacer un programa festivo, con muchas actividades culturales y algunas académicas.