Luisa Josefina Hernández: 90 años
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Este año, Luisa Josefina Hernández celebra sus 90 años de edad, y la Compañía Nacional de Teatro la festejó con la reposición de seis obras de la zaga de Los grandes muertos en el Teatro Julio Castillo, que se estrenaron por primera vez en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón en 2014.
Luisa Josefina y su generación de los cincuenta retoma la tradición de las dramaturgas que rompieron el silencio en los veinte, y da un paso más. Ya no sólo muestra la vida familiar y el ámbito doméstico de las mujeres, sino que cuestiona roles, formas de comportamientos e ideologías. Utiliza un humor exquisito, donde la ironía es el principal ingrediente.
Los grandes muertos cuenta la historia de una familia acomodada a través de varias generaciones. A principios del siglo XX, los piratas están en el puerto de Campeche, dominan los caciques y las mujeres luchan, con dificultades, por tomar sus propias decisiones. José Caballero dirigió seis obras en un escenario diseñado por Jorge Kuri Newman: El galán de ultramar, La amante, Fermento y sueño, Tres perros y un gato, La sota y Los mendigos.
Son historias que la madre de Luisa Josefina le contó. Ella comenta que las escribió porque consideraba que no debían perderse esos universos, tanto por su valor emotivo como informativo.
Los grandes muertos corresponden a esa historia de una familia a través de distintas generaciones, pero pueden considerarse independientemente ya que cada una contiene un microcosmos de relaciones.
Hace una década, Fernando Martínez Monroy y su compañía Apeiron Teatr, homenajeó a Luisa Josefina Hernández cuando cumplió 80 años y llevó a escena Equinoccio, que es una de las obras más recientes que ha escrito dentro de sus más de 80 textos teatrales. Equinoccio sucede en un vecindario de la colonia Roma y conserva el estilo realista de Los grandes muertos y de la mayor parte de sus obras.
En su primera época como dramaturga, incursionó dentro de distintos estilos: siguiendo los planteamientos grotowskianos estrenó en 1971 La danza del urogallo múltiple, dirigida por Héctor Mendoza, y escribió varias obras didácticas como el Popol Vuh, Quetzalcóatl, La fiesta del mulato y La paz ficticia –publicadas por Escenología en 1994–, donde pretendía mostrar al espectador una problemática social que lo llevara a tomar conciencia.
La huella de Hernández también queda mercada en su labor como maestra, ejerciendo por muchos años la cátedra de Teoría dramática que le heredó su maestro Rodolfo Usigli, y a través de la cual formó dramaturgos y escritores como Hugo Argüelles, Oscar Villegas y Armando Partida.
La novela fue un espacio significativo y sobresaliente de su producción. Nostalgia de Troya, por ejemplo, ganó el Premio Magda Donato en 1971, y en 1982 obtuvo el Xavier Villaurrutia por Apocalipsis cum figuris.
Rosario Castellanos reconoció su trabajo en una entrevista que le hizo en Excelsior en 1965, y que a los 90 años de vida de esta escritora resulta significativo recordar:
“Luisa Josefina Hernández es un caso poco frecuente entre los escritores mexicanos, porque su trabajo está respaldado por el talento, el sentido crítico y el afán de superación. Cada libro representa un avance en relación con los anteriores, por la destreza que se adquiere en el constante ejercicio, pero, además, por la importancia de los problemas que se tratan, por la profundidad que se alcanza y por la amplitud del horizonte que se abre.”
Este texto se publicó el 15 de julio de 2018 en la edición 2176 de la revista Proceso.