Cantata de César Tort en Bellas Artes
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Lograr el estreno mundial de la obra de un compositor contemporáneo es una tarea titánica, mucho más de lo que se puede usted imaginar, básicamente porque no hay interés de las autoridades en hacerlo; las orquestas mismas prefieren no salir de su nicho de confort que significa tocar obras ya probadas y de éxito seguro, que abordar la aventura de estudiar, ensayar y estrenar una obra nueva que quién sabe si es buena.
Hay que convencer a mucha gente para que un estreno se haga. ¿Qué mérito tiene una obra para que la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), la más emblemática orquesta del país, la toque? Responder esa pregunta y demostrar que sí hay mérito, es una labor titánica. Razón por la cual César Tort (1925-2015) no logró estrenar en vida su Cantata La Santa Furia.
En esta obra para coro mixto, solistas y orquesta comenzó a trabajar el maestro en 1994, y todavía en 2015 realizó algunos retoques a la orquestación.
La obra gira en torno a fray Bartolomé de las Casas y la defensa que el sacerdote sevillano realizó de los indígenas mexicanos; abusados y vejados por los conquistadores. El libreto de la Cantata es de Jesús Puebla y tiene realmente pocos personajes: Bartolomé de las Casas, el obispo de Burgos, una mujer indígena, un militar, un paje indígena, una bailarina y un narrador. Además, cuatro voces solistas y los coros.
Éstos, formados por varias agrupaciones: Solistas ensamble, Solistas del Conservatorio, Coro de la Marina, Ensamble Escénico Vocal del Sistema Nacional de Fomento Musical, y el Coro del Ejército. Qué bueno que en el concierto tuvimos el súper-titulaje de Francisco Méndez Padilla, pues de otra manera no nos hubiéramos podido enterar de qué dice el texto: por alguna extraña razón, a la mayoría de los coros en todo el mundo no se les entiende ni una palabra, al grado de no saberse en qué idioma están cantando.
Esto se acentúa cuando tenemos un ensamble de distintos coros con diferente técnica y nivel; es muy difícil lograr que canten juntos y afinados. Que se les entienda lo que dicen, ya es mucho pedir.
El personaje de fray Bartolomé fue interpretado por Óscar Velázquez; muy bien cantado como siempre, pero en las partes habladas y aun en las cantadas ¿por qué no hace el intento de hablar como sevillano? Si un cantante va a cantar tangos debiera acercarse lo más posible a la pronunciación argentina, lo mismo si canta zarzuela, pues tiene que decir zarzuela no “sarsuela”, eso sería tratar de hacer las cosas lo mejor posible.
En cuanto al vestuario y maquillaje, bueno… si se viste de dominico, ya está como en la ópera, caracterizándose, pero con una barba y bigote negro y una muy abundante cabellera se aleja por completo de la iconografía de fray Bartolomé, quien estaba tonsurado (rapado de la coronilla) y sin barba y bigote (véanse los cuadros del personaje). Ese tipo de detalles por lo general los debe de controlar el director de escena, en este caso Gerardo Tort Oruña. El desempeño como cantante actor de Óscar Velázquez, más que bien.
Muy bien Sergio Meneses, quien interpretó al obispo de Burgos, este brillante personaje que también alterna partes habladas y cantadas, lo cual constituye una dificultad adicional. Bien actuado, con verdad escénica y muy correcta emisión de su voz de bajo cantante. Muy bien también Luis Rodarte, quien interpretó al militar español.
Violeta Dávalos en el papel de la mujer indígena, con la emoción e intensidad de siempre. La dirección orquestal, brillante, precisa y eficiente, a cargo del maestro José Luis Castillo. El lenguaje musical del maestro Tort –a quien en México se le conoce sobre todo por su método de enseñanza musical infantil, el Método Tort–, aunque con toques de modernidad, es bastante conservador, lo cual en cierta forma se agradece, tanto por parte del público como de los intérpretes. La orquestación es excelente.
Este texto se publicó el 4 de marzo de 2018 en la edición 2157 de la revista Proceso.