'Réquiem de Tlatelolco”, de Mario Lavista
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En la antónima dialéctica de principio y fin, el Réquiem de Tlatelolco, estreno mundial de Mario Lavista creado por encomienda de la UNAM, cerró el ciclo que nuestra máxima casa de estudios realizó para conmemorar los primeros cincuenta años del movimiento estudiantil de 1968, cuyas prolongaciones históricas empezamos a vivir en el México de hoy.
Varias y diferentes fueron las acciones conmemorativas de tan trascendental acontecimiento emprendidas por la UNAM, algunas de ellas específicamente encargadas a la Coordinación de Difusión Cultural y que ésta, a su vez, encomendó a la Dirección General de Música, misma que pidió al prestigiado compositor Mario Lavista una obra dedicada al movimiento y su trágico final.
Resultado de esta encomienda es el Réquiem de Tlatelolco estrenada por la Orquesta Filarmónica de la Universidad (OFUNAM), en su sede de la Sala Nezahualcóyotl, y bajo la batuta huésped para esta especial ocasión del exdirector titular de esa orquesta, maestro Ronald Zolmann, y con la presencia del propio compositor.
Como su nombre indica, se trata de una obra basada en la liturgia católica, es una Misa de Difuntos corta, de tan sólo unos veinte minutos de duración y con tres variaciones específicas que verdaderamente la diferencian de los grandes réquiems conocidos. Una, la utilización de un coro infantil, cosa nada usual en este tipo de música; dos, uso únicamente de siete partes de la misa: Réquiem, Kyrie, Dies irae Recordare, Confutatis, Lacrimosa y Agnus Dei. Se prescinde de Tuba Mirum y Rex tremendae por ejemplo y, tercera, un final con un toque de trompetas, dos que al unísono tocan el conocido “Toque de silencio” propio de la usanza militar para honrar a los soldados caídos, algo igualmente inusitado en esta clase de composiciones, y que aquí sirve para homenajear a los estudiantes asesinados y no a los militares.
Composición perfectamente armada con un lenguaje tradicional pero que respira actualidad, el Réquiem de Tlatelolco equilibra muy bien las partes orquestales y corales en las que los Niños y Jóvenes Cantores de la Facultad de Música, bajo la dirección de la maestra Patricia Morales, cumplen un doble papel, el puramente musical y el simbólico en tanto son las nuevas generaciones que, conociendo el pasado si bien no habiéndolo sufrido – afortunadamente--, apuntan al porvenir.
En este sentido es significativa la no inclusión de ese Rey tremendo que puede condenar para la eternidad, y la sí inclusión del Toque de silencio que honra pero al mismo tiempo es un canto que llama al descanso y a la paz, no sólo para los que se han marchado sino también para los que aún permanecemos.
Aunque compuesto para una ocasión específica, dada su serena belleza ésta es una composición que debería escucharse muchas otras veces.
Parte central del concierto, este Réquiem de Tlatelolco en su estreno mundial estuvo enmarcado por otras dos obras que igualmente aluden a la muerte, el Canto Fúnebre de Stravinski, que lo hace en forma directa, y Suite de la tragedia de Salomé de Florent Schmitt.
Emocionante cierre de un ciclo motivado por algo que esperamos no se produzca nunca más.