Aterciopelados, Pericos y Fabulosos Cadillacs cierran estelarmente el Ruido Fest
CHICAGO (apro).- A las 9:50 pm, La ciudad de los vientos escuchó el grito unificado de Pilsen: “¡Viento de libertad / sangre combativa!”. El coro popular hacía segunda a “Matador” de Fabulosos Cadillacs, última canción del Ruido Fest 2016, que terminó con saldo blanco y una audiencia multitudinaria extasiada de escuchar durante tres días lo mejor del rock latinoamericano de tres décadas, y de manifestarse culturalmente en una afirmación necesaria en tiempos de odio racial en Estados Unidos.
Flavio Cianciarulo, icónico bajista de los Cadillacs, vestido con la camiseta anti Donald Trump –preparada para el combo argentino ex profeso por el mexicano Chema Skandal, activo promotor de un colectivo de artistas gráficos que realizó obras conmemorativas del festival–, se dio gusto al igual que Vicentico, su líder vocal, y recorrió frenético el proscenio a todo lo ancho, al tiempo que sus virtuosos solos de bajo y el beat del bombo de la batería hicieron retumbar los subwoofers del templo musical, con la feligresía a coro.
Skandal, quien realizó un grafiti con Muhammad Ali en vivo durante la última jornada, fue asimismo el encargado de ataviar con pendones de su autoría los sistemas de audio en los escenarios y de conectar a los músicos con la gráfica chicalanga, mismos que la banda argentina hizo retumbar.
Los Fabulosos revelaron el sentido de pertenencia de una enorme cantidad de latinos y amantes de la cultura hispana que asistieron al festival (arriba de 30 mil, según datos oficiales), con sus éxitos de una carrera de más 30 años y 17 álbumes de ires y venires, que mostraron en una selección precisa que incluyó sus clásicas “Vasos vacíos” y “Mal bicho”.
Antes de ellos, el carisma rebelde de Aterciopelados movió hasta las lágrimas a quienes frente a Andrea Echeverri y Héctor Buitrago coreaban el “Bolero falaz”, “Baracunatana” y “Florecita rockera”, entre otros de sus temas que han abarcado más de 25 años de insistir en la claridad del espíritu humano. Sus campañas por la defensa del agua, de la tierra sin pesticidas, contra la violencia hacia la mujer, en pro de grupos vulnerables, por el reconocimiento de las culturas originarias del continente, reconocidas y apoyadas por organismos como Unicef y Amnistía Internacional, los han ubicado como líderes de opinión dentro y fuera de los escenarios y eso lo celebró su gente.
Durante la conferencia de prensa previa al concierto de más de una hora que ofrecieron la tarde noche del domingo 10, los colombianos manifestaron a Apro estar alertas y relajados frente a la descalificación —tan de moda entre los antichairos— sobre sus convicciones expresadas en las letras aterciopeladas: “Sobre todo en la primera época en que le abríamos conciertos a bandas como Héroes del Silencio, a Soda Stéreo, a Caifanes: como que quieren ver al otro y no te quieren ver a ti. Entonces como que vas creciendo y aprendiendo que uno no se sube ahí para que todo mundo te alabe, sino para defender tu espacio, tu sonido, tu forma de ver las cosas”.
El dúo se muestra confiado respecto del futuro de la música en ese sentido. Buitrago afirma: “En cuanto a los temas sociales los músicos jóvenes están enviando ese tipo de mensajes, con los cambios que se han producido (…) incluso con gobiernos que han propiciado eso en Latinoamérica”, pero también tienen claro que han surgido movimientos racistas, “coletazos de un cambio que ya se ve venir. Esos movimientos ultra radicales de ultraderecha demuestran que se están muriendo los cimientos de esa antigua sociedad que está a punto de caer”.
Vestidos con símbolos amorosos, el tema de su concierto fue la latencia de la vida misma. Andrea con sus gafas y percusión artesanal en forma de corazón, incluso con un hueso como maraca orgánica, señaló sin miramientos: “Hay dos cosas que venden: la ambición y el sexo; la violencia, el sexo y ganar plata”. Con el llanto en sus ojos, miles de sus fans se abrazaban, bailaban, se besaban en una celebración casi religiosa, redentora y piadosa, prolongando el cantar por filas y filas de brazos ondeando y gafas contra el sol goteando lacrimosas.
Roots, reggae y rock a borbotones
En la sesión final del Ruido Fest, los tres escenarios arroparon entre sus sistemas de audio de forma relevante al reggae-dub con funk de Los Pericos, agrupación argentina cuya presencia escénica y dominio del género rasta, en términos musicales, impecablemente mostraron con las profundidades del bajo y sus briosas guitarras la combinación que los hace ser inocultablemente porteños: solos roquerísimos en un entorno isleño, que pusieron muy arriba al público entre la ganja ambiental y condones volátiles.
Silverio, en un segundo set, entró al quite por Mon Laferte (quien canceló su participación), reiterando su desmadre de proyectiles sobre las tornamesas, pasatiempo que permitió mientras tanto conocer los otros esfuerzos mostrados al centro del parque, como el del National Museum of Mexican Art, con los artistas Carlos Barberena y Erick García imprimiendo t-shirts con proclamas políticas en apoyo a los familiares de desaparecidos y la disidencia magisterial.
También estuvo presente el Field Museum, que de manera extramuros ha ido apoyando presencias a lo largo de la costa del Lago Michigan, con artistas del barrio como Alfonso “Piloto” Nieves y Héctor Duarte, a cargo del “espacio de convivio La Ronda Parakata”, en colaboración con Casa Michoacán, centro cultural fundamental en el corazón de Pilsen.
Al respecto, la activista Aasia Mohammed manifestó en entrevista: “Tenemos un programa llamado ‘Roots and Routes’ (raíces y rutas), que colabora a lo largo de la ribera sureña del Lago Michigan, en particular con el barrio de Pilsen”. Lo hacen con apoyo del Chicago Park District y organizaciones comunitarias, entre ellas Mujeres Latinas en Acción. Durante el festival estuvieron dando a conocer esa iniciativa: “Estamos aquí para promover nuestros ‘espacios de convivio’ y que la gente conozca la forma en que trabajamos, en particular con uno de ellos llamado ‘Caracol’, cuya instalación es una gran mesa grabada con una concha —símbolo zapatista de la comunicación concéntrica—, en colaboración con Contratiempo (revista cultural y literaria en español)”. En ese espacio de convivio participa, entre otros, la reconocida artista mexicoamericana Diana Solís, también presente durante los tres días del festival.
Luminarias en ascenso
La certera curaduría musical del Ruido Fest incluyó a Las Robertas, power rock trío costarricense que dejó claro que la garra distorsionada de su fuente energética no proviene del clima tropical centroamericano. Lograron hacer mover las greñas del público y por su discurso firme, directo, atrajeron a muchos jóvenes anglos que asistieron al festival en busca de nuevos sonidos aguerridos, como los de esta banda que nos recordó a Social Distortion.
Ibiza Pareo, dúo femenino de Argentina, propuso un viaje envolvente con sus voces que combinadas complementan armónicamente los beats y sonidos electrónicos aéreos viajadísimos. Después de ellas, otro dúo femenino Marineros, de Chile, puso a girar su alt-pop entre las oscilantes expectativas de quienes danzaron entre ritmos binarios y solos de guitarra; por su parte, Ayer Amarillo no lograron atraer hacia su pop melódico a mucha gente, pero con solvencia y entrega pudieron mostrar su material no muy conocido por estos lares.
Los noveles Izcalli (representantes mexiquenses –junto con Odisseo– en el Fest), también hicieron un buen set que les atrajo nuevo público, promoviendo sus dos primeros álbumes de una carrera en ascenso. Tanto el cuarteto de Izcalli Pirámide como el quinteto de Ecatepec fueron parte de la muestra novedosa que se combinó con los estelares. Por su parte, Los Blenders complementaron con un toque “punkie-pop” las presencias de la Chilangolandia suburbana.
Cumple expectativas en la comunidad
La presencia del festival ha sido celebrada en Pilsen por sus habitantes y negocios al representar, además de una derrama económica favorable, la posibilidad de mostrar su corazón —presente en flyers, arte serigráfico y en sus legendarios murales con grafiti—. El festival mostró organización, tuvo oferta alimenticia, artística y la presencia del activismo comunitario distintivo del barrio, que seguramente será un factor determinante para consolidarlo en futuras ediciones.
Representantes de Pilsen, Los Vicios de Papá –banda multicultural de ska fusión conformada por inmigrantes mexicanos, anglos y afroamericanos, quienes abrieron la jornada dominical–, definieron así la relevancia del festival: “Nuestra música empezó con las ideas de la indocumentación que teníamos algunos miembros”, –todos ellos son ya ciudadanos o residen legalmente–. Su eslogan ha sido crear conciencia con la fiesta y lucha y nos dicen: “Es un placer estar aquí en el Ruido Fest para poder transmitir todo eso con nuestras letras y nuestra música… Muchas de las canciones que tenemos con la banda reflejan eso: estamos significativamente contra el racismo… estamos aquí tratando de dar ese mensaje en un festival de este tipo”.
La noche festiva fue apagando lentamente, cercana a las 10:00 pm, las luces de la feria comunitaria dispuesta para que los más jóvenes y niños pudieran subirse a la rueda de la fortuna, a las tazas y otros juegos mecánicos, mientras las quesadillas, las piñas coladas y los pambazos recreaban –en más de un sentido–, las fiestas populares añoradas por los migrantes, y que los organizadores tuvieron a bien integrar en su concepto múltiple: festival musical, muestra cultural, gastronómica, y verbena popular: todo lo que construye comunidad.
La feligresía de este barrio de Chicago espera atenta ya a que se anuncie su próxima edición, la presencia latina dio un paso en la consolidación de su cultura musical –opuesta a los dictados de la omnipresente música grupera y pop–, y el alma roquera mostró todo su músculo rebelde, ardiente como el sol que acompañó las tres jornadas y brioso como una fuerza imparable.