Centavrvs, a todo galope en el Lunario
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- La constelación de estrellas que acompañaron a Centavrvs la noche del viernes 11 de septiembre en el Lunario, no pudo ser más lumínica.
Ely Guerra, Denisse Gutiérrez, y Pato, de Maldita Vecindad, subieron al escenario para acompañar la cabalgata de esta banda de singular finura norteña, que despegó decidida a extender su música de hibridaciones sorprendentes. Honrando al Centauro del Norte Pancho Villa, los Alpha Centauri, constelan por sí mismos, interestelares, profundos.
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Para Centavrvs parece no ser ajeno el brillo ni sus contrastes escénicos:
Inician en este club del Auditorio Nacional, mostrándonos que la raíz regional puede también tener un enriquecimiento lícito: el acordeón con que presentan la “Cárcel de Cananea” y la “Valentina”, se adereza con la Gibson en delay de Paco Martínez, punteando y creando concomitancia en tiempo real con los dj’s Rayo y Alan Santos, y potenciada con el bajo Fender punzante que alternarán Demián Gálvez y Paco.
Sombras de oro (Casete, 2015) ha sido el álbum cautivante, el trasluz donde encuentran refugio sus públicos diversos: asisten al foro de Reforma mayormente veinte y treintañeros; pero también se besan entre las notas de “Reino”, “Sombras de oro” y “Chiquitita” gente en sus cuarenta y más allá del medio siglo, pues el abanico sonoro del acordeón parece extender las posibilidades del gozo hacia horizontes que moldea Paulina Sotomayor, entrelazando percusiones, silbidos y coros al bordado.
La banda reinventa la música regional y sus orígenes, con su “Pistola” y “Caudillo cariñito”, creada entre disparos de cajas de ritmo y de la batería precisa de Raymundo Leal, otro invitado a la celebración.
Si durante este año han tenido apariciones en festivales como el Vive Latino, y girado por Nueva York y Chicago con gran éxito, lo novedoso de su música no es la mera atracción magnética de sus ostinato --oscilaciones que nos hipnotizan electrónicamente. Hay una autenticidad de la raíz terrena, humana, que encuentra emblemas en su sonido sideral.
Votada como la banda revelación, mejor álbum y mejor arte gráfico para un disco, Centavrvs se ha afianzado a base de fuerza sonora y temperamento escénico, prendidez danzaria y un telar sonoro de riquísimos colores.
Indecible el estruendo que provoca entre los abrazados al baile, el anuncio de que Denisse Gutiérrez los acompañará en “Por eso”. La nítida, profunda voz de Denisse, ha emergido como una de las más fascinantes en la escena del rock fusión mexicano con Hello Seahorse!; pero se le ve cabalgando vital en el Centauro, donde versa como una caricia entrañable la historia de los amorosos.
El silencio me alcanzó
tuve miedo de quererte sin control
y otro cielo está esperando.
Demián dialoga:
Un instante nos unió ayer
y al reflejo de tu voz morí…
Duelo del alma es su duelo de voces y la armonía lo enfatiza. Podemos sumergirnos en ese vuelco, y al mismo tiempo escuchar cuán cercano suena el grupo en vivo a la producción discográfica.
Pero Centavrvs quiere homenajear también a Los Lobos, para lo cual invita a una coreadísima Ely Guerra. Incontables fans enloquecen cuando Ely, sombrero y poncho en elegancia y belleza miméticas, arremete con “Kiko and The Lavender Moon”, gran homenaje a los angelinos, a la cumbia norteña roquera, al vibrato guitarrero, a la noche pendenciera, al danzar de una estrella rutilante... Todos bailan y la nombran. Ely sonríe misteriosa: más allá del Ave Félix, un aire de cine la despide entre la rumba.
Aún habrá sorpresas.
“La noche y un huracán” se funde con “Morenaza”, homenajeando a la Maldita Vecindad, para lo cual invitan a su guitarrista Pato Montes, quien empuña su Stratocaster, pachuqueando al unísono con el sabor del Quinto Patio… afortunado encuentro largamente abrazado y que el público adora danzar.
La noche sin lluvia septembrina va definiéndose rebelde hacia el final.
Cuando después de “Caporal” y “Mañana no”, Gálvez anuncia “Debajo de la noche” y “Jerónimo”, incita:
“Nos deben 43, hay que despertar. Que se vayan a la mierda todos los políticos. Hay que despertar: ése es nuestro mensaje”, que sus cómplices aplauden y comparten desde las gradas.
Los desaparecidos nombrados por Centavrvs, seguramente tocados ya por la lúmina de sus copaleras que cubren el proscenio, remembrados con trazos tribales en su rostro, que cubrieron de música entrañable una noche de música etérea y prístina en el Lunario.
Las sombras de oro se funden en el brillante eco resultante.