Se ha ido B.B. King, el amante de "Lucille"
MÉXICO, D.F. (apro).- “La emoción se ha ido” y esta vez para siempre.
Lucille, la hermosa guitarra negro y cereza que lucía como un faro junto al negro más hermoso al pulsarla, BB King, quedará para siempre con su sonido de bulbos nítidos como el instrumento mayúsculo del placer: el del blues que no muere, aunque mueran los dioses del blues.
Nacido en Berclair, el corazón del Mississippi, King se formó musicalmente en la polifonía del gospel: los coros que iluminan el corazón de la negritud suelen ser el horizonte por el que corren las gotas del sufrimiento y las del sudor en el trabajo agrícola y obrero. Esa brillantez que lograba con su guitarra, tan única, tan suya, de bulbos con guitarra de cuerpo curvo provienen de ahí: de las voces entrelazadas en la esperanza adolorida del que debe partir.
El blues es el corrido del migrante negro hacia la tierra liberal. Para convertirse en Blues Boy (BB), Riley B. King se fue de su pueblo para llegar a Memphis y así relacionarse aún más con el instrumento que definiría su vida, certeramente reflejada en el recién producido documental de Jon Brewer The life of Riley, narrado por Morgan Freeman.
BB King ha sido definido por los grandes guitarristas del blues como el creador de la nota blues. La nota única, la que se queda en sostenuto y al sostenerse en el tiempo y alargarse los compases del solo, el solista de la guitarra realmente logra producir eso: un sonido solitario, engrandecido por la armónica que complementa su sonido básico y característico.
El rock mundial no podría haber sido lo que fue sin BB King. Lo han dicho Los Beatles, Eric Clapton, Carlos Santana; pero sobre todo y ante todo, los Rolling Stones entendieron como nadie el sentir del vagabundo de medianoche que recurre a la soledad de su guitarra y armónica para soportar con vitalidad la pesadumbre de la exclusión racial, social, la incertidumbre del amor y sus constantes desatinos.
Música de clase obrera, dejó de ser el cántico exclusivo de los negros con la generación prodigiosa: Willie Dixon, John Lee Hooker, Muddy Waters, Ray Charles y BB King trasladaron su enjundia a la rebeldía juvenil del mundo entero.
Esta coincidencia tenía un brillo especial en la guitarra, en el afecto, en el entendimiento musical y humanitario de King, que prodigó con artistas como los antes mencionados y con U2, Jeff Beck, Slash, Ronnie Wood, Keith Richards, Peter Frampton, John Mayer y muchos otros más. Algunos de ellos son la herencia blanca del corazón negro.
Luciano Pavarotti tuvo a bien invitarlo a su álbum-gira Pavarotti and Friends y será memorable su colaboración: mientras “The thrill is gone” corría, Luciano sólo acertaba a vocalizar con su vibrato el ineludible estilo profundo de la voz (la doble voz) de BB King, la de él y la de Lucille, su eterna amante negra y cereza, de cuerpo de ébano y comisuras en concha nácar, que desde el jueves extrañará las caricias infinitas de la leyenda que se va.
Con su partida, BB King dejará al también genio de la guitarra Buddy Guy, como el último gran sobreviviente (aunque con muchos grandes intérpretes vivos) del blues. En el Chicago Blues Festival, que este año (12 al 14 de junio) tiene preparados homenajes por el centenario de Dixon y Waters, Buddy Guy será el artista homenajeado en vida, y seguramente ya prepara su propia celebración al rey.
“El rey ha muerto”, vida eterna para BB King.