Alberto Híjar y su más reciente ensayo estético
MÉXICO, D.F. (apro).- Con una singular historia personal que como distintivo lo ha llevado a una crítica radical contra el capitalismo, ya en su militancia político-militar o en la disidencia dentro de las aulas con la fundación de talleres autónomos de las instituciones académicas, Alberto Híjar Serrano (Ciudad de México, 1937) es actualmente uno de los referentes más productivos del marxismo tanto en México como en América Latina.
Una pequeña muestra de su vida está impresa en lo que, el pasado 12 de junio en el Aula Magna del Centro Nacional de las Artes, él mismo llamó, irónicamente, su “último fracaso”. De 177 páginas, editado por el INBA, La praxis estética. Dimensión estética libertaria (1)es un libro que da cuenta de las prácticas estéticas políticas que no tienen cabida en las altas esferas de la burocracia cultural.
Comenzando con un ensayo al que los presentadores catalogaron de “duro” por su contenido filosófico, que pasa por las propuestas estéticas de Kant y Schiller hasta enlazarlas con la crítica económica de Marx, Alberto Híjar resalta la importancia de la lucha política en el campo estético, es decir, el campo de lo sensible, para “hacer de la utopía un proyecto de lucha necesaria para vivir mejor”.
A partir de ahí, el libro da cuenta de cómo se ha llevado a cabo ese proyecto a través de la significación estética. Ya sea mediante el trabajo literario, plástico, escénico y musical o de contundentes signos estéticos, como los indígenas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que han tenido que cubrir su rostro para hacer notar su existencia en un país en el que la línea oficial niega a sus habitantes étnicos.
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(1) INBA; México, 2013. pp.50.
Por ello dentro de este panorama de utopía, oposición y resistencia, nombres
como el de David Alfaro Siqueiros o Diego Rivera llama la atención, pues habrá que recordar que los grandes muralistas, si bien estaban comprometidos con el estaliniano Partido Comunista (PC), contribuyeron en gran medida, a través de su obra, a legitimizar el discurso posrevolucionario que pretendió unificar el territorio bajo la bandera de modernidad, progreso y mestizaje.
Sin embargo, pese a ser un constante reivindicador del muralismo mexicano, Híjar cuestiona este vínculo de los muralistas con el estalinismo, pues es importante subrayar que el marxismo militante de Alberto Híjar no ha sido el de la ortodoxia. Le marca su encuentro con los textos de Louis Althusser, filósofo francés que elaboró a finales de los setentas y principios de los ochentas del siglo pasado, un análisis de Marx más lejano de Hegel, Engels y Lenin y más cercano a la vitalidad de Epicuro y Spinoza, lo que le lleva a rechazar el tratamiento que se le da, ya no al marxismo, sino al propio Marx, en el socialismo practicado en la Unión Soviética.
Temas polémicos en la vida de Alberto Híjar no faltan. El morbo y la delación que se quieren oír de alguien que vivió la clandestinidad, la tortura y el encarcelamiento durante la época de la llamada “guerra sucia”, no están, pero tampoco son pasados por alto. Por ejemplo, en el capítulo llamado “Por la insurgencia”, donde comienza a hablar de esa “otra” vida, “la conspirativa para la insurgencia”(2), hace referencia al profesor egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Rafael Guillén, señalado por el Estado mexicano como la persona tras el pasamontañas del Subcomandante Marcos, como el “único desaparecido político aplaudido” a partir de esta acusación. Una consideración poco común sobre este tema.
Lo que vendría a ser importante de una experiencia como la lucha armada es,
fuera del anecdotario, la posterior reflexión histórica de lo sucedido. Esto lleva a Híjar a pensar en el “cuidado de uno mismo”, tratado por Sócrates y retomado en el trabajo de
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(2) Ibid, pp. 62
la etapa final de vida de Michel Foucault. Este concepto no es una posición individual apartada de la vida cotidiana, sino una responsabilidad de sí mismo que nos llevaría a prescindir de la figura paternalista de cualquier Estado.
Bien señaló Albero Híjar durante la conferencia, que es “el más anarquista dentro de los marxistas”. Con un anarquismo bien pensado que hace el urgente llamado al estudio para evitar la inmediatez, el heroicismo y el subsiguiente martirologio de revueltas que dejan de lado el panorama global, ya que es sustancial hacer notar que las reformas neoliberales no se dictan desde un solo hombre o un partido, sino desde organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Mas no deja de ser importante la lucha regional, pues a falta ya de los meta-relatos de oposición que en el siglo pasado tenían sustento con desviaciones como la URRS, el combate de los trabajadores y de la población general no deja, ni dejará, de ser apremiante.
Así que su llamado no es sólo a sentarse a leer y a discutir, sino a lanzarse a la praxis. Por ello nos recuerda, en un curiosamente onceavo punto, que “lo dicho: lo que han hecho los filósofos (y los artistas y los científicos) hasta ahora es interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”(3).
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(3) Ibid. pp. 17
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