Roma al final de la vía
MÉXICO, D.F. (apro).- A casi dos años de distancia vuelvo a tener la oportunidad de disfrutar en escena Roma al final de la vía (pocas veces se me antoja ver dos veces una obra y menos escribir nuevamente sobre la misma) sólo para constatar y reiterar que se trata de un trabajo redondo, con dos extraordinarias y experimentadas actrices que recrean un texto conmovedor, pleno de emociones, que con una gran sencillez en su producción mueve los más profundos sentimientos del espectador.
Julieta Ortiz y Norma Angélica son las actrices encargadas de llevar al público por este recorrido de vida y amistad, surgido de la pluma del dramaturgo sonorense Daniel Serrano, bajo la dirección de Alberto Lomnitz, en una temporada en el Teatro Sergio Magaña que concluye con la develación de la placa conmemorativa de 118 representaciones, a cargo de Mauricio García Lozano y Arcelia Ramírez.
Emilia y Evangelina son los personajes protagónicos de esta historia que comienza cuando ambas tienen siete años de edad y sueñan con subirse a un tren que pasa por su pueblo, el cual, dentro de su imaginación infantil, las llevará hasta Roma.
Esa primera visita por las vías del tren, lugar de sus confidencias, se repetirá a sus 13, 20, 40, 60 y 80 años de edad y en cada una de ellas dejarán ver sus aspiraciones, esperanzas, frustraciones, sueños, preocupaciones y amores, que pueden ser los de cualquier mujer, siempre con una mezcla de humor, inocencia, entrañable calidez humana y profundo sentido de la femineidad.
Como bien señala Julieta Ortiz, “todos tenemos nuestra propia Roma, como metáfora de lo que es la felicidad, de esas vidas que giran alrededor de una ilusión y de que al final de la vía se encuentra el camino que conduce a este lugar esperado.”
La idea principal de esta obra --a decir de su autor y que es recurrente en algunos de sus textos— es “este sueño de irse a otros lugares donde se piensa que la vida puede ser mejor, cuando en realidad el destino no está en irse, pero seguimos agarrados a un sueño. Uno se vuelve viejo y sigue sosteniendo ese sueño y a veces no caemos en cuenta que nunca se va a realizar.”
El montaje es un resultado extraordinario, en principio, del esfuerzo personal de las actrices, integrantes y fundadoras de la compañía Viaje Redondo Producciones, creada con la idea de autogenerar proyectos de calidad. Mención especial merece también el trabajo de Alberto Lomnitz, más que consolidado como uno de los mejores directores mexicanos del momento.
La iluminación está a cargo de Lomnitz, Ismael Carrasco y Gonzalo Jacobo, y el diseño sonoro de Alejandro López Velarde y Javier de la Peza, elementos fundamentales para la creación de atmósferas donde se desarrollan dos vidas simples, sencillas, pero llenas de amor.
Acertada decisión la del Sistema de Teatros de la Ciudad de México, encabezada por Ángel Ancona, la de dar el espacio del teatro Sergio Magaña a esta producción que esperamos poder verla próximamente en un nuevo escenario, en el que más público pueda disfrutar de un trabajo que magnifica el carácter único del teatro en vivo a partir de sus dos principales elementos: el texto y la actuación de calidad.