Ajedrez
Ajedrez: ¿Se necesitan los títulos femeninos?
El ajedrez es un campo donde la capacidad intelectual y estratégica no conoce de diferencias de género y por ende, diferenciar títulos entre hombres y mujeres no parece en el fondo una gran idea.CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Se sabe que el Zar Nicolás II de Rusia otorgó, a los cinco finalistas del torneo de San Petersburgo de 1914, el título de "Gran Maestro". Los galardonados fueron: Emanuel Lasker, José Raúl Capablanca, Alexander Alekhine, Siegbert Tarrasch y Frank Marshall. Esta fue la manera en cómo se validaba el nivel de los ajedrecistas, aunque no había una manera real de medir la fuerza de los jugadores. Fue hasta 1950 cuando la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), creó el título oficial de Gran Maestro, el cual se le otorgó a 27 jugadores. Estos fueron (de acuerdo a la Wikipedia):
Los mejores jugadores del momento: el campeón mundial Mijaíl Botvinnik, y los clasificados o preclasificados al Torneo de Candidatos de 1950: Isaac Boleslavsky, Igor Bondarevsky, David Bronstein, Max Euwe, Reuben Fine, Salo Flohr, Paul Keres, Alexander Kotov, Andor Lilienthal, Miguel Najdorf, Samuel Reshevsky, Vasily Smyslov, Gideon Ståhlberg, y Szabó.
Los mejores jugadores del pasado aún vivos en 1950: Ossip Bernstein, Oldrich Duras, Ernst Grünfeld, Borislav Kostic, Grigory Levenfish, Géza Maróczy, Jacques Mieses, Viacheslav Ragozin, Akiba Rubinstein, Friedrich Sämisch, Savielly Tartakower, y Milan Vidmar.
Curiosamente, debido a que el título de gran maestro no se otorga (normalmente) de modo póstumo, muchos jugadores que fallecieron antes de 1950 no recibirían este título, incluyendo a campeones mundiales como Wilhelm Steinitz, Lasker, Capablanca, y Alekhine. Sin embargo, la FIDE otorgó en los años 70s del siglo pasado el título de gran maestro post mortem a Carlos Torre, de México y a Esteban Canal, de Perú, el primero gracias a los oficios del delegado de México en la FIDE en ese momento, Carlos Encinas.
En la década de los 70s además, se creó el sistema de clasificación, denominado Elo (por el apellido de su creador), también denominado "rating". De esta forma, se encontró que un gran maestros debería tener alrededor de 2500 puntos Elo (que se otorgan en términos de las partidas que se ganan y el nivel de los rivales), un Maestro Internacional, unos 2400 puntos Elo y un Maestro FIDE, unos 230 puntos. Para poner en contexto las cosas, hoy en día el mejor jugador del mundo es Magnus Carlsen, que tiene más de 2850 puntos Elo. Un GM promedio tiene unos 2500 puntos pero hay ya unos 20 de ellos que tienen 2700 puntos al menos. De hecho, hay alrededor de unos 2000 jugadores con el máximo título que otorga la FIDE (además del título de Campeón del Mundo, que es para unos pocos elegidos realmente). Los títulos en ajedrez pueden pensarse de manera análoga a los títulos que se otorgan en las carreras universitarias. Una comparación burda podría ser: Maestro FIDE es equivalente a licenciatura, Maestro Internacional a maestría y Gran Maestro a doctorado. Así pues, la función del título es reconocer a quien llega a cierto nivel en ajedrez, aunque debamos recordar la frase de Tarrasch: "no basta con ser buen jugador, además hay que jugar bien".
La FIDE eventualmente incluyó los títulos femeniles, GMF (gran maestra femenil), MIF (Maestra Internacional femenil) y MFF (Maestra FIDE femenil), que por cierto, sus límites son unos 150 puntos Elo menos que el título de los hombres. Es decir, quizás debido a que hay muchos más hombres que mujeres que jueguen ajedrez, el nivel de las mujeres siempre ha sido menor, por lo que los requisitos son menos complicados. Sin embargo, hay mujeres que han accedido al título de Gran Maestro entre los hombres. Susan y Judit Polgar son dos de ellas, Pía Cramling, Katerina Lahno, etcétera, son algunas de las jugadoras que tienen sin duda la fuerza ajedrecística de un fuerte jugador. El GM Pal Benko dijo, por ejemplo, sobre Judit Polgar, que ella jugaba "como hombre", cita que hoy podría ser usada para acusarlo de misógino, pero que cuando la dijo el contexto era que las mujeres eran casi inexistentes en los torneos.
Judit Polgar, por cierto, acaba de declarar -en una entrevista para la revista New in Chess, que los títulos femeninos deberían desaparecer. Según Polgar, probablemente la mejor jugadora de todos los tiempos, limita las aspiraciones de las jugadoras. Ella sostiene que estos títulos, en lugar de empoderar, tienden a segregar y crean una barrera psicológica que podría impedir que las mujeres aspiren a competir al más alto nivel posible, y sugiere que en lugar de eso, deberíamos tener títulos basados únicamente en la fuerza de juego, medidos por el ELO, sin distinciones de género. Esto permitiría que todos los jugadores, hombres o mujeres, tengan las mismas oportunidades de alcanzar los más altos estándares del ajedrez.
Y probablemente Judit tiene mucho de razón al respecto de los títulos, pero solamente en la parte competitiva. La realidad es que en lo que se refiere a logros, el título simplemente muestra el trabajo y esfuerzo para llegar a una meta: MF, MI o GM. Estos títulos permiten ganar reconocimiento en el campo que dominan (en este caso el ajedrez), lo cual en ocasiones se refleja en mejores condiciones para el ajedrecista que participe en algún torneo abierto (comidas, hotel, ciertos viáticos, etcétera). Vamos, en una carrera científica, al terminar las 40 materias que compone el temario completo de cuatro años, la universidad otorga a quienes han aprobado todas las asignaturas, el título de físico, matemático, actuario o biólogo. No obstante esto, el graduado deberá mostrar que es capaz en su vida laboral ya como profesional, si es que se dedica a la carrera que estudió.
El ajedrez es un campo donde la capacidad intelectual y estratégica no conoce de diferencias de género y por ende, diferenciar títulos entre hombres y mujeres no parece en el fondo una gran idea. Vamos a pensar que cuando la FIDE creó los títulos femeninos, el contexto del mundo era uno. Hoy este ha cambiado y es muy probable que bien podrían eliminarse dichos títulos femeninos. Judit Polgar de hecho, sugiere que el título de GMF sea equivalente al de MI y listo, se mantendrían los títulos y permitiría que las mujeres buscaran mejorar más en los torneos porque al desaparecer los títulos femeninos tampoco tendría mucho sentido hacer torneos solamente para mujeres.
Judit Polgar señala que el cambio no debería ser visto como una eliminación de oportunidades para las mujeres, sino como una expansión de estas. “El verdadero progreso no se logra con segregación, sino con integración”. Y concluye “Las jugadoras deben aspirar a ser las mejores, no solo en una categoría femenina, sino en el mundo del ajedrez en su totalidad”.